Alberto J. Olvera R.
Morales Lechuga y el PRD: los dilemas del realismo político

Los problemas que ha confrontado la precandidatura de Ignacio Morales Lechuga a la gubernatura de Veracruz dentro del Partido de la Revolución Democrática tienen una trascendencia nacional, en tanto que reflejan los déficit de institucionalidad interna del PRD, muestran el carácter tardío de la lucha entre principios políticos y exigencias de la coyuntura a su interior y, finalmente, exhiben las contradicciones entre la dirección central y la estatal.

Para empezar, la forma y el momento en que algunos miembros de la dirección nacional del PRD manifestaron sus objeciones a la candidatura de Morales Lechuga fueron completamente erradas. El momento para detenerla fue cuatro meses atrás, cuando quedó claro que el político veracruzano pretendía integrar un frente de partidos cuyo eje era el PRD. Sin embargo, se dejó crecer su figura y se le permitió tejer una vasta red de alianzas a lo largo y ancho del estado, de tal manera que Morales Lechuga se convirtió en un candidato conocido y capaz de articular a la mayoría de las corrientes internas del PRD con un importante número de grupos ex priístas. Más aún, Morales Lechuga tuvo tiempo de deslindarse en una forma políticamente correcta del PRI. En cuanto a la forma, la imposición de una especie de veto por razones personales en el caso de Cuauhtémoc Cárdenas, y la acusación tardía de salinismo por parte de López Obrador resultan argumentos no sólo extemporáneos sino débiles. El PRD aparece entonces sujeto a votos de calidad y carente de mecanismos y políticas apropiados para lidiar con las candidaturas externas.

El PRD veracruzano carece de los cuadros políticos propios para lanzar una candidatura interna viable. Esta afirmación es válida también a nivel distrital, pues a pesar del gran número de votos que este partido tiene en Veracruz, su burocracia dirigente está constituida por políticos profesionales de bajo perfil. Lo mismo puede decirse del PRD en la gran mayoría de los estados de la República, por lo que para ganar elecciones este partido depende sobremanera de las alianzas que pueda organizar con líderes populares, figuras públicas y ex miembros de otros partidos que le proporcionan una visibilidad y un liderazgo que el partido como tal es incapaz de desarrollar por sí mismo. No es extraño, entonces, que la gran mayoría de los delegados al congreso estatal del PRD celebrado el fin de semana pasado haya aprobado una candidatura externa para Veracruz, teniendo a Morales Lechuga en mente, aun a sabiendas de la posición de su dirigencia nacional. A estas alturas del proceso sólo Morales Lechuga le puede atraer al PRD un importante caudal de votos, que además de colocar al instituto político en la posición de pelear realmente la gubernatura, le permitiría contar con una bancada importante en la Cámara de Diputados local.

El hecho de que López Obrador y Cárdenas pongan objeciones a Morales Lechuga unas semanas después de haber nominado, vía fast track, a Ricardo Monreal en Zacatecas, y a unos meses de hacer lo propio con Layda Sansores en Campeche, aparece como una incongruencia, máxime que Monreal fungió como el orador oficial priísta contra el PRD en la Cámara de Diputados hasta una semana antes de su súbita conversión en candidato independiente. ¿Qué es peor, el ``salinismo'' de Morales Lechuga o el abierto zedillismo de Monreal? Ciertamente el realismo político ha conducido al PRD a hacer alianzas aún más peligrosas, como aquella que el propio López Obrador impulsó con el grupo político del ex gobernador Dante Delgado (Convergencia Democrática), cuyo salinismo está fuera de toda duda y cuya fama pública es merecidamente mala.

Resulta indispensable y urgente para el PRD establecer una clara política de alianzas y definir criterios en relación con la incorporación de personajes políticos que no pertenezcan a ese partido. El PRD ha pecado de oportunismo en no pocas ocasiones y ha ido debilitando su perfil programático. Pero en este caso, aplicar reglas retroactivamente y detener candidaturas a medio camino perjudica gravemente la imagen del PRD y la viabilidad de su permanencia como partido en Veracruz. No hay espacio para errores, pues en Veracruz se juega una carta decisiva con vistas a la sucesión en la Presidencia.