La Jornada 22 de marzo de 1998

Serán la novela que quise escribir toda la vida, expresa

Pablo Espinosa Ť Era pasada la hora del angelus cuando el breve sol del mediodía del sábado inundó las estancias iluminadas de por sí de rostros encendidos: jóvenes, muchos jóvenes con libros de Gabo bajo el brazo, la imaginería del novelista en las mentes, en los corazones, en las muchas personas de edades varias en las muchas salas de la sede de El Colegio Nacional, donde una apasionada multitud escuchó durante 53 minutos y de viva voz de Gabriel García Márquez, el capítulo inicial de sus memorias.

Fue la culminación, exitosísima, del ciclo de conferencias Una nueva geografía de la novela alrededor de otro gran novelista de este siglo: Carlos Fuentes, quien congregó a figuras fundamentales del pensamiento y la creación literaria de nuestra era: José Saramago, Susan Sontag, Juan Goytisolo, Edna O'Brien, Nélida Piñón, George Steiner, J. M. Coetzee.

Era pasado el mediodía cuando hicieron su aparición, en la sala grande de El Colegio Nacional, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, ante el entusiasmo de sus lectores. Sesión inolvidable de clausura del evento.

El autor de Terra nostra hizo la presentación del autor de Cien años de soledad. Refirióse Carlos Fuentes de su amigo Gabriel García Márquez en la fe absoluta en los poderes de la ficción, que son los poderes de la realidad, del mito fundador que al paso de la historia deviene verdad. ``Escribir, imaginar, se vuelve así un hecho político''. Presentó el maestro Carlos Fuentes al ``maestro de los espacios y tiempos narrativos: Gabriel García Márquez''.

Celebró el maestro Carlos Fuentes la feliz enseñanza que entre muchas deja esta gran celebración de la vida y la literatura que fue el ciclo Una nueva geografía de la novela: el público del transcurso de estas conferencias, subrayó Fuentes, ``fue en su mayoría de jóvenes de entre 15 y 20 años. Me llevo un recuerdo conmovido de la comunicación y convivencia entre los escritores y los jóvenes lectores'', y se dirigió de manera especial y conmovida a ``los jóvenes estudiantes, escritores en ciernes: ustedes nos dan la vida, y gracias''.

Presentó Carlos Fuentes a Gabriel García Márquez en la clausura de este ciclo, como parte del 14 Festival del Centro Histórico. Su amigo, su cuate desde hace 40 años, anunció, ``va a leernos esta tarde el primer capítulo de sus memorias, y por lo tanto va a leernos el siguiente capítulo de su inagotable libro de deseos'', pues la imaginación no existe sin la memoria y sin el deseo.

``Todas mis novelas son ya mis memorias'', dijo de tajo García Márquez. Explicó que cada vez que terminaba una novela había un vacío que ocupaba en leer y en vivir, pero entonces la mano se enfriaba y para calentarla ideó primero una columna periodística semanal, pero luego esos ejercicios de calentamiento se convirtieron en ejercicios de memoria. Bromeó: ``El problema de muchos escritores es que empiezan a escribir sus memorias cuando ya no se acuerdan de nada''.

Sus memorias, anunció, ocuparán seis tomos de 400 páginas. ``Estoy ya en la recta final del primer tomo. Y es un reto a la vida ver hasta qué tomo puedo llegar. Mis memorias van a ser mi gran libro de ficción, la novela que siempre quise escribir y que anduve buscando toda mi vida''.

El punto de partida para escribir esos textos, explayó García Márquez, es el día de trabajo que nació: el día que decidió ser escritor. ``Lo que me interesa no se me olvida nunca. En la escritura de estos textos estoy tratando de no emplear para nada mi imaginación. Cuando escribo no hago sino recordar. He ganado una gran fama de ser inventor de fábulas, cuando en realidad no he inventado nada. Al escribir mis memorias me doy cuenta de que estoy escribiendo un hecho vivido: el de mis novelas, y me doy cuenta también de que he vivido tres vidas: la vida pública, la vida privada y la vida secreta. La buena para escribir es la secreta.

``Me doy cuenta también -explicó antes de dar lectura al capítulo que hoy publicamos íntegro y en exclusiva en esta edición de La Jornada- que ya toda mi vida está reflejada en mis novelas. Me di cuenta que al escribir mis memorias no estaba describiendo entonces mi vida sino mis novelas. Descifrar mis novelas es descifrar mi vida. Así que en esta ocasión, al leer mis memorias, mis lectores se van a encontrar con mis novelas''.

A partir de ``esa integridad'' que existe entre su vida, sus novelas y sus memorias, Gabriel García Márquez puso el título de lo que comenzó leyendo ayer en el corazón de la ciudad de México: Vivir para contarlo. ``La mayor verdad de una vida es vivirla para contarlo. Tengo la impresión de que nací y vivo para contarlo''.

Empezó García Márquez la lectura entonces en medio de una sensación de liturgia laica y placentera, en medio de un público animado por la sensación a su vez de estar en medio del que tiene entre todos la misión de contar, de vivir para contarlo, de estar en medio todos de una fogata nocturna. Escribir es recordar: cuando una pinche cucaracha disparó contra la cabeza de John Lennon, hace 18 años, Gabriel García Márquez escribió luego en la revista Proceso acerca de una noche alrededor de una fogata con el Che Guevara y recordó una frase del Che: que la nostalgia empezaba cuando terminaba un disco de Los Beatles.

La experiencia vivida ayer al mediodía en El Colegio Nacional: Gabriel García Márquez leía y su voz producía en los rostros lo que sus interiores reflejaban: una sonrisa plácida, encantada, similar a cuando el lector está a solas con un libro de García Márquez, similar la experiencia a su vez a cuando el melómano está frente a la Filarmónica de Berlín, viendo a Claudio Abbado dirigirla, o cuando está a solas con el disco.

La feliz comunión de los lectores con su autor, ayer al mediodía: el acto supremo de leer, el acto supremo de escuchar al mismísimo autor en su cantilación caribeña contando historias, viviendo para contarlo, contándolo viviendo y haciendo saltar en las mentes, en los corazones, esa experiencia irrepetible que hacía soltar de todos esos rostros entre la multitud una sonrisa complacida, casi beatífica, muy parecida al estado de gracia.