Angeles González Gamio
Xochipilli

Era entre nuestros antepasados aztecas el príncipe de las flores. Lo representan sentado en una posición parecida a la llamada ``flor de loto'', con los brazos flexionados y las manos sobre las rodillas en posición de agarrar posiblemente flores y algún estandarte, pero lo más maravilloso es que su cuerpo está cubierto de ramas y flores labradas exquisitamente. El que se encuentra en la sala Mexica del Museo de Antropología es particularmente hermoso. Hablamos de él porque representa la primavera y ahora que la ciudad está cubierta de lechosas magnolias, jacarandas violáceas y alegres colorines rojo fuego, lo evocamos afectuosamente, lo visitamos y aprovechamos para conocer las salas de etnografía que se restauraron y fueron reabiertas recientemente en el magno museo. La sala del Noroeste de México, resultado de investigaciones recientes presentadas en un seminario y las realizadas por el curador Donaciano Gutiérrez, muestran ahora una moderna museografía y cédulas bilingües muy completas.

La otra sala es la de Mayas de Tierras Altas, que enseña magníficamente la vida actual de los herederos de esa gran civilización. Esto es sólo el principio, pues la directora del principal museo de México, Mercedes de la Garza --destacada mayista-- anuncia un trabajo semejante para el resto de las salas etnográficas.

A la posibilidad de ver estos prodigios en dicho museo, o los muy afortunados in situ, tenemos la extraordinaria ventaja de poder leer cada dos meses la revista Arqueología, que ha venido a llenar una necesidad que tenían miles de personas amantes de nuestra riqueza arqueológica.

La publicación, que acaba de cumplir su primer lustro de vida, está integrada por un equipo de especialistas del más alto nivel, además de que su dinámica directora Mónica del Villar, permanentemente está detrás de las eminencias de la materia y temas afines, para que colaboren con los excelentes artículos que la han convertido en la mejor revista de su género, como lo prueba que en su corta vida ha recibido tres veces el Premio al Arte Editorial, que otorga la Cámara Nacional de la Industria Editorial (Caniem).

A través de sus páginas nos trasladamos a los sitios arqueológicos más importantes de todo el país; conocemos costumbres, lenguas, personajes, el pasado y el presente de nuestra vasta riqueza cultural y los descubrimientos recientes. A los excelentes textos se añaden fotografías espléndidas y frecuentemente reproducciones de códices y fotos antiguas; sin duda es material de colección.

Esta publicación es una buena muestra de lo que pueden hacer el gobierno y los particulares cuando hay voluntad, amor y un buen proyecto, ya que Arqueología es un hijo de dos madres: el INAH y la editorial Raíces, o sea María Teresa Franco y Sergio y María Nieves Autrey, y la talentosa directora Del Villar como nodriza.

Hablando de tesoros arquitectónicos, se acaba de inaugurar un restaurante en una de las casonas de más prosapia y hermosura del centro histórico, que además tiene leyenda y fantasma --la Casa de don Juan Manuel. En alguna crónica hablamos de ese personaje virreinal que por celos, noche a noche, a la persona que pasaba frente a la mansión a las once en punto le inquiría: ``¿qué hora son?''; a la respuesta exclamaba: ``¡dichoso usted que sabe la hora de su muerte!'', para clavarle, a continuación, filosa daga en el pecho.

Pues justamente allí se instaló el Mesón Taurino (Uruguay 90), que presume de tener las mejores gaoneras de la ciudad, además tacos de suadero, tripa y moronga y un caldo loco muy nutritivo. En la entrada y el interior se pueden apreciar un par de arcos valiosos y desde luego la soberbia fachada con sus gárgolas en forma de cañón y un portón claveteado de enorme belleza.