La Conai, la Cocopa, el PRI, el PAN, el Presidente, el secretario de Gobernación como iniciantes, y el silencio no tan callado del PRD. Ahora, en el corto plazo, el Constituyente permanente (¡qué chistosa denominación!) y en el segundo plano, las elecciones democráticas de 1997 que permitieron su nueva integración. Lo que, si no es una garantía, al menos es una esperanza.
Daría la impresión de que esta decisión presidencial de enviar una Iniciativa que exprese sus puntos de vista sobre el problema indígena, no sólo el problema de Chiapas, se legitima de manera notable en la medida en que ya no será recibida por un Constituyente obsecuente, sino por cámaras federales donde el requisito de las dos terceras partes no está tan claro, y por legislaturas de los estados en las que puede haber sorpresas. Ya no son los buenos tiempos anteriores en que un día el nuevo Presidente protestaba solemnemente cumplir y hacer cumplir la Constitución, y al día siguiente mandaba su muy preparada colección de reformas que el PRI se encargaba de convertir en un nuevo mandato constitucional. A pesar de ello, haya o no concertacesiones o se trate de simples convicciones, no es difícil que los congresos plurales hagan suya la Iniciativa, seguramente con reformas y adiciones libremente discutidas.
Pero queda en el aire el acuerdo no cumplido, los pactos de San Andrés que el Ejecutivo no ha querido honrar. Ni siquiera en la versión más moderada de la Cocopa. Y la digna decisión del EZLN de no aceptar un diálogo sobre la base de que dijo mi mamá (el supremo gobierno) que siempre no. Entre tanto el Ejército, sin otras facultades que la fuerza, sin que le dé sustento alguno a sus actos la Ley ésa de las armas, sale inconstitucionalmente de los cuarteles y convierte al estado de Chiapas, el más bello de la República, en un gran campamento militar en el que todas las furias del infierno se han desatado, no a pesar de ello sino gracias a ello. Van y vienen los muertos y las ONG y la represión xenofóbica y nuestra imagen perdida en el espacio de la opinión mundial.
¿Quién deberá hacer el siguiente movimiento, las negras o las blancas?
Mi admirado subcomandante, al que no digo que le sobra inteligencia porque la inteligencia no sobra, debe pensar seriamente las cosas y convertirse en un interlocutor indispensable de ese conglomerado imprevisible que es el Constituyente permanente. Tiene más capacidad de comunicación que nadie. Su teléfono internético debe tener una cuenta inacabable de gastos. Si no considera oportuno el diálogo directo, debe aceptar el indirecto y controvertir con argumentos, no con lamentaciones --por muy justificadas que sean-- las nuevas propuestas. Las antiguas, asumidas por la Cocopa, finalmente corresponden a una Cámara pasada, que ya no ejerce (como dice mi admirado y querido amigo Juan José Hinojosa) porque no se vale en el Congreso transferir a la siguiente Legislatura los compromisos que no hayan asumido la forma de la ley.
Marcos tiene toda la razón en invocar el raje monumental del gobierno, pero con ello no está logrando más que un enorme pretexto, jurídicamente impecable, para que una fuerza superior a las partes que firmaron San Andrés, decida otra cosa. Y, de paso, se queden atrás las leyes de paz (se me olvida el nombre) que permiten al EZLN un cierto derecho, no demasiado respetado, a la inmunidad. Ya Emilio Rabasa Gamboa lo ha dicho, con cara de tristeza pero con claridad meridiana: esa sería la consecuencia formal de la reforma constitucional: represión.
Yo diría que todas las fuerzas, el EZLN a la cabeza, deben abrir las puertas del diálogo y envenenar de libertad los aires del Congreso y de los congresos, y discutir y aprobar que se reformen las reformas y que, al fin y al cabo, la democracia diga su palabra. Pero que la reforma vaya acompañada por una Ley de amnistía.
Contra una jugada inteligente del Ejecutivo, aunque muy aplazada, hay que contestar con inteligencia y no con terquedad. Que no es lo mismo que dignidad. Que Marcos y los suyos hablen. Saben hacerlo. Tienen la palabra.