Carlos Bonfil
Mente indomable

La reputación de Gus Van Sant como notable representante del cine independiente estadunidense arranca desde sus primeras cintas, desde su llamada ``trilogía de las calles'' Mala noche, 1989, Drugstore cowboy, 1989, y Mi camino de sueños (My own private Idaho), 1991. El cineasta de Connecticut, radicado en Portland, describe en esas cintas una extraña geografía urbana al noreste de Estados Unidos, y una galería de jóvenes marginales que incluyen a un usuario de drogas duras (Matt Dillon), a un prostituto gay (River Phoenix) y a un yuppie (Keanu Reeves) en conflicto con su padre, encanallándose en una insólita corte de pordioseros. En la inconseguible y casi mítica Mala noche hay una melancólica historia de amor no correspondido entre un joven gay y un inmigrante mexicano que se prostituye.

Después de esas cintas sigue un descalabro en taquilla y en la crítica: Sueños del camino (Even cowgirls get the blues), con Uma Thurman, una película fallida en la que Van Sant refrenda, sin embargo, su talento para crear espacios rurales oníricos con el sugerente acompañamiento musical de K. D. Lang. Viene después una abierta incursión en el mainstream fílmico (cine de mayorías) con la estupenda Todo por un sueño (To die for), 1995, disección implacable del afán arribista en el mundo de la comunicación y el espectáculo. Nicole Kidman es, en esa cinta, toda una revelación, y la prueba de que uno de los aciertos mayores de Van Sant es precisamente la dirección de actores.

Su película más reciente, Mente indomable (Good will hunting) no es, por supuesto, su primera incursión en el cine comercial, aunque sí la más espectacular -desde la sorprendente inclusión en su reparto del nombre de Robin Williams hasta su candidatura como cinta favorita para el Oscar de la Academia-. ¿Significa eso que Van Sant haya abandonado su postura de cineasta independiente? ¿No es acaso señal elocuente del poco interés que el cineasta manifiesta por las etiquetas y el prestigio cultural de la postura disidente? Ya anteriormente Van Sant se había negado a que lo catalogaran como cineasta gay, como apóstol del nuevo cine queer, sin ocultar por ello sus preferencias eróticas. De manera similar, Mente indomable conserva, dentro de los mismos esquemas de la industria hollywoodense, el vigor del estilo artístico de Van Sant, su calidad de autor heterodoxo e inclasificable.

En el origen de la cinta figura la aventura, bastante novelesca, de dos amigos de infancia, los actores Matt Damon y Ben Affleck -uno de ellos, Matt, estudiante de Harvard-, que escriben a los 20 años el guión que propondrán luego a Gus Van Sant. Este lo acepta e incluye a los dos jóvenes en los papeles estelares. Matt Damon interpreta a Will Hunting, el adolescente genio de las matemáticas, la inteligencia precoz, la memoria fotográfica que captura, asimila y almacena información enciclopédica, un joven superdotado, el Dirk Diggler (Boogie nights) del intelecto.

Van Sant abandona en esta cinta sus territorios habituales -Portland, con sus calles mojadas y sus noches melancólicas-, y coloca a Hunting, un oscuro empleado de mantenimiento, un joven de barriadas, rijoso, con problemas con la policía, como inesperada figura estelar en el mundo de la academia bostoniana. Hunting es la manifestación más novedosa, y más aparadójica en sus actitudes y conducta, del poderío de la institución y la inteligencia. Ciertamente el guión de Damon y Effleck no presenta mucha originalidad en la explicación sicológica de la conducta de Will Hunting, de sus carencias afectivas, de los saldos emocionales de una infancia difícil, o del conflicto con sus compañeros de barriada, los Boyz'n'the hood de origen irlandés, de coeficiente intelectual tan alejado al suyo. Lo que sin embargo enriquece a esta propuesta, a menudo ingenua, es la calidad de los diálogos, su frescura humorística y sobre todo el profesionalismo de los actores, Matt Damon en primerísimo lugar, muy por encima incluso de Robin Williams, en cuyo personaje, Sean McGuire, se concentra la retórica sentimental del guión.

Esta parábola del mutuo enriquecimiento afectivo del alumno Hunting y el maestro McGuire, con intervención adicional de Skylar (Minnie Driver), una joven universitaria enamorada de Will, contiene suficientes elementos de filosofía de superación personal para volver la propuesta insoportable. Sin embargo, Van Sant sortea las dificultades con elegancia y vigor estilístico, extrayendo de Robin Williams momentos de genuina intensidad dramática, como su exasperación frente al genio juvenil de baja autoestima emocional, a quien le grita ``¡no es tu culpa!'', repetidamente, a manera de un exorcismo apasionado. La escena de ruptura entre Hunting y Skylar revela, asimismo, a un cineasta excelente, más dueño que nunca de su libertad artística, formando a un actor, ajustándolo a su noción de un personaje juvenil emblemático y complejo, como anteriormente lo hiciera con River Phoenix en Mi camino de sueños. Matt Damon responde generosamente. El profesionalismo de su actuación, la brillantez y el magnetismo de sus diálogos triunfan sobre las convenciones del género. ¿Cine comercial versus cine de autor? Gus Van Sant ignora felizmente la diferencia.

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