Guillermo Almeyra
Sobre programas y objetivos

Las campañas presidenciales ya han comenzado en muchos grandes países latinoamericanos y la actual oposición tiene fuertes posibilidades de triunfar. Lo que no tiene, en cambio, es un programa alternativo. Parecería que su lema es ``no a la alternativa, sí a la alternancia'' o, en palabras comunes, ``la misma sopa, pero en plato limpio''.

Algunas oposiciones a la mundialización proponen el retorno al pasado populista o distribucionista. No parten de la irreversibilidad de la mundialización para lograr lo que, en cambio, sí es reversible: o sea para eliminar los intentos de romper la unidad de los trabajadores, de desmoralizarlos, aislarlos, convertirlos en individuos en competencia entre sí y las tentativas de destruir las identidades, las culturas, los tejidos sociales, las resistencias, que se apoyan en siglos de luchas comunes. No parten de la posibilidad de utilizar las ventajas tecnológicas resultantes de la mundialización y a ésta misma con un sentido anticapitalista; no ofrecen otro horizonte que el del capitalismo ni tampoco ninguna utopía capaz de dar impulso, capacidad de control, estímulo a la rebelión y moral de combate a los centenares de millones de seres humanos que sufren los efectos brutales del control de la mundialización por el capital financiero internacional.

Ahora bien, no puede haber programa serio que ignore la inserción del propio país en la mundialización, qué es ésta, cuál dinámica y futuro tiene. Tampoco puede haber un programa serio que sólo encare lo adjetivo y que meramente se deslumbre por la política politicante, en el aparato de Estado corroído por la mundialización, en las instituciones parlamentarias vaciadas por ésta, en vez de buscar el poder real en la construcción de nuevas relaciones sociales y de fuerza entre las clases de modo tal de poder poner la economía sobre su eje y hacer que la misma responda a las necesidades populares y no al ansia de lucro de pocos. ¿Qué programa puede olvidar que los problemas centrales se llaman desocupación abierta o disfrazada, retorno a la barbarie del trabajo infantil y de la semiesclavitud, destrucción calculada de los recursos humanos y naturales --o sea, genocidio y ecocidio a escala global-- reducción brutal de los espacios democráticos, vaciamiento de la misma democracia formal, expropiación de las soberanías populares?

Es necesario, por lo tanto, modificar la situación de la mujer, de la niñez, de la sanidad, de la educación, del hábitat; salvar la democracia y la ecología y cambiar la orientación de la economía poniendo como centro de la misma las necesidades populares fijadas por el pueblo mismo, la planificación desde abajo con los modernos métodos cibernéticos de esas necesidades establecidas mediante la democracia directa. Es indispensable la planificación de los recursos para priorizar el trabajo y, por consiguiente, el mercado interno, desarrollar la autogestión y la autoorganización para organizar el trabajo y, al mismo tiempo, crear solidaridad, combatir los egoísmos, romper con los regionalismos o chovinismos. Hay que dar vuelta a la mundialización como un guante, poniéndola al servicio de la creación de trabajo, de la lucha por el agua, la sanidad, contra la deforestación, la desertificación y poniéndole como centro la gente, no el lucro. Hay que poner la tecnología al servicio de las poblaciones, rompiendo con el sometimiento de éstas al uso capitalista de aquéllas. El problema real no es ganar cualquier voto de cualquier modo y tener así un sufragio más que los contrarios : es crear ciudadanos, crear un poder desde abajo antes de las elecciones, para ocupar el poder lo más pacíficamente que se pueda cuando el pueblo así lo decida y esté resuelto a apoyar su decisión.

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