La Jornada 20 de marzo de 1998

El DF, ciudad refugio para escritores perseguidos

Daniela Pastrana y Ricardo Olayo Ť La voz suave y pausada de José Saramago se escuchó clara en el patio del Museo de la Ciudad de México: ``Si se me permite la injerencia'', dijo sencillo el escritor portugués; ``yo diría que los indios de Chiapas no pueden encontrar refugio en México''.

Y agregó, sin cambiar el gesto del rostro: ``No estaría bien que injustamente pensáramos sólo en la seguridad de los escritores que pueden llegar aquí y quedarse''.

Arrancó una mueca a Carlos Fuentes y una aceptación silenciosa de Carmen Boullosa. Primero en hablar, Fuentes destacó que la incorporación de México coincide ``felizmente'' con la gestión del primer gobernador electo de la capital. ``Pero ominosamente coincide también con una exacerbación artificial de ánimos chauvinistas y xenófobos, peligrosamente vecinos de la tentación de aplicar contra los extranjeros medidas autoritarias e inapelables'', sostuvo.

Reunidos todos para firmar un convenio con el Parlamento Internacional de Escritores, que convierte al Distrito Federal en una de las 23 Ciudades Refugio para los escritores que sufren persecución en sus naciones.

Punto al que llegó el mensaje de Salman Rushdie, escritor indo-británico sobre el que pesa la fatwa --sentencia de muerte del Ayatola Jomeini-- por cuestionar el libro sagrado, el Corán, en sus Versos Satánicos. Escondido, desde algún sitio no identificado, el más emblemático de los escritores perseguidos agradeció al gobierno del DF su ``generosa y coherente decisión''.

``Monsieur Cárdenas..... ``, leyó la poeta Carmen Boullosa --alma impulsora de la firma, en las palabras de Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes--, en el mensaje del Parlamento Internacional de Escritores al jefe de gobierno de la capital:

``Hoy día, en Argelia, en Irán, en Nigeria, en China, escribir es un crimen. Cada año hay cientos de escritores que pagan con su vida o con su libertad el derecho exclusivo de escribir; es decir, la libertad de leer''.

En el centro del pódium, Cuauhtémoc Cárdenas, adusto, asintió.

En su turno, dijo que en su nueva etapa, la ciudad de México se compromete a ser refugio no sólo de escritores, sino de ``todos aquellos a quienes el temor a las ideas, la intolerancia, la violencia que adopta mil formas cuando se ejerce, se alienta desde el Estado, toma en perseguidos para silenciarlos, inmovilizarlos, aprisionarlos''.

Hacer de México una Ciudad Refugio, sostuvo el gobernante, constituye un serio compromiso para que el DF recupere ``y quisiéramos que así fuera para el país entero, una práctica que llegó a hacerse tradición, por la que se conocía y reconocía a México como tierra de asilo y hogar de perseguidos por dictaduras represoras y temerosas del pensamiento libre, de la expresión y el debate de ideas, de la actividad política, de las prácticas democráticas, del encuentro con la diversidad''.

Breves palabras de los invitados para referirse al esfuerzo surgido en 1994, en la reunión de 300 escritores en Estrasburgo, para dar un apoyo práctico a escritores perseguidos por la intolerancia, y que dos años después alcanzó frutos con la creación de la Carta de las Ciudades Refugio, adoptada por el Congreso de los Poderes Locales y Regionales de Europa.

Carlos Monsiváis hizo un breve recuento de las acusaciones xenofóbicas hechas en contra de extranjeros en Chiapas ``por atentar contra el Estado y el pueblo de México con delitos tan graves como apoyo asistencias a las comunidades y expresión de sus puntos de vista''. Ahora, dijo, se refrenda la tradición mexicana de dar refugio a los extranjeros que huyen de sus naciones.

El ombudsman capitalino --institución también de inspiración europea--, Luis de la Barreda, rindió tributo a los escritores. La magia de los libros ``siempre ha tenido y tiene ahora mismo enemigos que no dudan en recurrir a la persecución física contra sus practicantes; una tradición que sin lugar a duda merece llamarse civilizada es la de otorgar asilo a los perseguidos. Si éstos lo son por escribir, estaremos brindando hospitalidad al alma exiliada'', indicó el defensor de las garantías individuales.

Palabras que enmarcaron el primer encuentro público entre el hijo del Presidente que asiló en el país a los refugiados de la Guerra Civil española y el escritor portugués. Breve intercambio de saludos y un apretón de manos discreto bajo el pódium, justo antes de ocupar sus lugares:

``Felicidades, y gracias también por todo lo que ha hecho'', dijo Cárdenas a Saramago.