La Jornada 20 de marzo de 1998

Cerco militar en la Selva; inminente ataque, temen en La Realidad

Hermann Bellinghausen, enviado, La Realidad, Chis., 19 de marzo Ť ``Esperamos un ataque de un momento a otro'', declaró hoy Maximiliano, representante de la comunidad. Por sexto día consecutivo, hoy se observaron numerosos vuelos rasantes sobre La Realidad, en un hostigamiento aéreo sin precedentes.

En los últimos días se han registrado hasta más de diez vuelos diarios de aviones de rastreo, combate y traslado de tropas, así como de helicópteros artillados y de asalto.

``Los soldados creen que el subcomandante Marcos anda por acá y lo quieren agarrar'', dice Maximiliano y agrega que los habitantes de esta comunidad tojolabal viven expectantes, con el miedo continuo de que ``el Ejército decida meterse otra vez a nuestra comunidad''.

Según el testimonio de los lugareños, la inusual presión aérea se inició el mismo día en que el gobierno federal envió al Senado una Ley de Derechos y Cultura Indígenas sin la aprobación del EZLN. Mientras los zapatistas definen su postura en relación a la iniciativa de ley, se han podido confirmar vuelos rasantes y abundantes en todas las regiones donde hay bases de apoyo del EZLN.

``Ya llevamos cinco días sin salir a trabajar --dice Maximiliano-- por el miedo de que nos ataquen. De un momento a otro los helicópteros quieren bajar, pues de por sí vuelan bien bajito''.

Los habitantes de La Realidad viven en la inquietud y el sobresalto. Los aviones pasan tan cerca de los techos que muchos niños pequeños se ponen a llorar. Este enviado vio ayer un avión atravesar en medio de los árboles y los helicópteros llegan a pocos metros del suelo, algo nunca antes visto.

Además, el Ejército federal ha instalado dos retenes: uno en Vicente Guerrero y el otro en Guadalupe Tepeyac, cerca de la pista de aterrizaje.

La hora de los raids psicológicos

Con la novedad de que la vida sigue. Bajo los aviones más cerca que nunca de la cabeza, y nunca tantos, a los tripulantes se les distinguen la cara y hasta los goggles. Más rasantes, sólo que de plano fueran a aterrizar. Por eso los niños les arrojan piedras: los ven tan próximos que creen que podrían atinarles. Lo creen en serio.

La zozobra empezó ``hoy hace cinco días --saca cuentas Juan--, al mero tiempo que Zedillo firmó en el radio la ley que hizo él''.

En su espacio-tiempo, estos dos datos simultáneos ingresaron a su experiencia y a la de todo el pueblo.

Juan no sabe que desde el sábado el aeropuerto de Terán, en Tuxtla Gutiérrez, se ha congestionado de aviones, avionetas y helicópteros que a lo largo del día despegan y aterrizan. Los vuelos comerciales quedan subordinados a los militares, que cubren los cielos de La Realidad, Morelia, La Garrucha, Oventic, Roberto Barrios y Amparo Aguatinta.

Ni siquiera en los días posteriores al 8 de febrero de 1995, cuando fue la ofensiva del Ejército federal sobre las comunidades zapatistas, conocieron los indígenas rebeldes un repertorio tan diverso de naves de guerra.

El desfile dura todo el día. Hoy, por ejemplo, empezó a las 8:10 de la mañana.

Simultáneamente, los patrullajes terrestres del Ejército federal cambiaron su rutina. Por ahora dejan La Realidad a los aviones y helicópteros; los recorridos en convoy transcurren de Guadalupe Tepeyac a Vicente Guerrero (hacia fuera de la selva), y del río Euseba a San Quintín (junto al río Jataté, selva adentro). Así, el trayecto de menos de 20 kilómetros, que va del Euseba al Tepeyac, y que tiene a la mitad un solo asentamiento indígena (este pueblo tojolabal), aparece cubierto por un ominoso vacío.

Ya puso el Fili su tiradora en la bolsa posterior del inestable pantalón que lleva puesto. Ya escogió buenas piedras y las acomodó en un montón. No para jugar ni para tirar a los pájaros y a las ranas, como su infancia le dicta, sino para defenderse.

Con perdón, nunca vio este enviado una representación más real y terrible del cuento de David y Goliat. ``La guerra más desigual'', la llamó anteayer José Saramago, y eso que no vio al Fili y sus piedras ni experimentó el despliegue de la Fuerza Aérea.

``Nos están enseñando todos sus aviones para que los conozcamos'', razona Juan esta mañana. Aunque sabe que esto no es nada, que faltan los Hawk y los bombarderos, representa una primera muestra. Ya conoció hace tres años al avión Arabat de dos colas que ahora cabriolea de nuevo sobre su cabeza. En ese entonces Juan y todos se refugiaron en la montaña.

Una imagen de la ``modernidad'' realmente existente: Juan apoyado en el mango de su azadón, a mitad del terreno que arregla para la milpa, echándose atrás el sombrero, alza la vista y busca descubrir a los tripulantes del bimotor, inverso para él, que pasa a la altura de sus ojos, ladera abajo.

El humo de las quemas mancha de gris las laderas de la cañada. Y Juan sólo reconoce una cosa en la modernidad y la justicia ofrecidas: la guerra. Recuerda que los noticiarios del radio insisten en que el gobierno no usará la violencia contra los zapatistas. O sea, estos vuelos del día entero no son violencia, como tampoco lo ha de ser lo que anuncian. Entonces reflexiona sobre las atribuciones del poder en materia de lenguaje.

``Será que el gobierno lo está cambiando su nombre a las cosas''. (Donde dice ``ley indígena'' léase ``guerra''; donde dice ``diálogo'' léase ``miedo'', etc.)

``Ayer pasaron cinco tipos diferentes de avión'', recapitula Juan. ``Eso no lo habíamos visto nunca''.

Vuelos continuos, desde que sale el sol. Todos viven ahora en alerta, los ojos puestos en el cielo. Esa es la novedad de la vida, ahora.