SUSAN SONTAG, EN MEXICO
César Güemes/ I Ť Tiene manos de niña. Y desde hace 45 años, aunque empezó a publicar en 1963, ella escribe. Durante la conversación, las ocupa indistintamente para encender un par de cigarrillos que consume sólo hasta la mitad o para sostener en ellas algún documento. Susan Sontag, siempre en contra de los mitos y siempre tan mitificada por el respeto y la querencia de sus lectores, está en México y participará hoy en la serie de disertaciones denominada Una nueva geografía de la novela, que se lleva a cabo en El Colegio Nacional.
--Según entendemos cumple este año 65 de edad y 35 de escritora. Es un doble aniversario. ¿Lo ve así?
--Realmente no he pensado en eso. Es terrorífico para mí tener 65.
--Si la observamos tan sólo como una mujer que escribe, dejaríamos la cifra en 35.
--Antes de que me preguntes eso, te preguntaría algo: ¿interrogarías así a Carlos Fuentes?
Ser escritor, actividad solitaria
--Sí, pero no ha habido oportunidad. No queda claro cuál pueda ser el conflicto. En todo caso la reformularía pidiéndole un balance entre esas dos fechas.
--Antes de que yo preguntara, parece que a las personas les parece muy importante conocer la edad de una mujer. Entonces yo te preguntaría si eso mismo podría serle preguntado a un abogado o a un político. Por mi parte, es cierto, tengo una actividad profesional y creo que en ella empecé muy tarde. Publiqué mi primer libro a los 30. Es una actividad muy particular. Por ejemplo, es un trabajo obsesivo. No es algo que se pueda confinar a las horas de oficina. Además, como no se depende del trabajo en grupo, puede uno meterse tanto y estar tan envuelto en eso que llega a sacrificar la vida personal. No hay nadie que te diga: para. En cambio si se es músico dentro de una orquesta, sí hay alguien que dice hasta aquí, o si se trabaja para el cine. Ser escritor es más parecido a ser pintor. Es una actividad solitaria, si quieres trabajar cien horas a la semana, nadie va a decirte nada. Entonces, pienso que no son tantos los años que se han trabajado escribiendo sino el tiempo que se le da a la escritura lo que ha contado para mí. Sé de escritores, por ejemplo, que tienen mucha más disciplina que yo, que escriben cada día. Sin embargo, casi todos los escritores trabajan todo el tiempo, lo cual no significa que no tengan una vida. Quizá sí signifique que se sacrifica la vida por el trabajo.
--Recientemente ha sido muy difundido en México, en este caso por conducto de Alfaguara, su libro Contra la interpretación. En cierta parte de él dice que se siente atraída y ofendida por lo camp. Ahora que ha pasado todo este tiempo de aquella afirmación, ¿se siente igual al respecto?
--Es verdad que ese ensayo lo escribí hace 35 años. Cuando lo hice tuve una sensación de descubrimiento y otras personas la tuvieron también. Estaba describiendo algo que no había sido descrito antes. Algunas personas aprendieron al leer ese escrito. Luego, cuando empecé a pensar acerca de la sensibilidad sí sentí cierta ambivalencia sobre el punto. Pero precisamente a su vez trataba de poner mi interés en descubrir algo. En realidad nunca pensé en camp. Ya no pienso de lo que escribí en el pasado. Ese ensayo, sin embargo, fue uno de los que siento que mejor he hecho. Y aun así no creo que hablara de algo que fuera muy relevante para mí. No lo era cuando lo descubrí. Y ahora es mucho menos importante. Es como un viaje que hice. Tengo un buen recuerdo de ese viaje, un muy buen recuerdo, pero ya no es algo importante para mí. Ya no tiene la misma relevancia que antes. Y es que no me estaba describiendo a mí, sino a lo que estaba fuera.
--Quizá lo que sí tenga relevancia hoy sea el hecho de que la batalla de la enfermedad como metáfora, un concepto que ha abordado en dos libros, vaya ganándose.
--Fue un ensayo polémico y eso hace la diferencia en la forma de pensar de las personas, en el mejor de los casos. Esos trabajos respecto del cáncer, en su momento la tuberculosis, o el sida, hablan de una secuencia. La labor de combatir la superstición, mitificación y elaboración de prejuicios al respecto nunca está de más. Estoy en favor de esos ensayos que, por cierto, tienen varios propósitos. He recibido miles y miles de cartas de seres enfermos de cáncer o sida, quienes me han dicho que leer esos libros les ayudó mucho para sobrellevar su enfermedad en lo psicológico. Digamos que les reforzaban el espíritu. En muchos casos alguien me para en la calle, en los aeropuertos o a la salida de un cine y me dice: leí su libro y cambié de doctor. De modo que los ensayos son muy concretos en ese sentido. Tengo resultados. Creo que han funcionado para tener menos miedo en la relación con la enfermedad, porque además del sufrimiento físico también está el mental. Entonces, es muy claro que se puede hacer algo contra el sufrimiento mental cuando se combaten los mitos que se forman en torno de las enfermedades.
``Por ejemplo, a lo largo de muchos años casi todos creían que era escandaloso tener cáncer. Si una persona le preguntaba a otra qué tenía una tercera, la primera le respondía: `tú sabes'. Así que ni siquiera podían pronunciar el nombre. En cambio cuando alguien tiene un ataque al corazón nadie se apena. Y probablemente es más peligroso un infarto que ciertos tipos de cáncer. Cuando alguien se enferma del corazón no recibe ningún estigma.
``Durante muchos años me pregunté por qué algunas enfermedades tenían sobre sí un estigma y otras que también eran peligrosas no lo tenían. Eso me motivó a escribir esos dos libros.''
Inconveniente, recurrir a la metáfora
--Por estos días se ha nominado para el Oscar a L.A. confidential, aquí titulada Los Angeles al desnudo, en donde se hace una crítica al crimen, pero también una cierta apología de él.
--No he visto aún esa película.
--Es sobre el crimen organizado. ¿Es posible hablar sobre el cine como metáfora, con una industria como la cinematográfica que puede mitificar lo mismo a una persona que a un modus operandi?
--Tal vez no sea algo tan general. Tengo ideas muy específicas acerca de la mitificación de lo que sea, pero eso no nos lleva a ningún lado. Son frases. En cambio para una argumentación de 100 páginas hay que tener ideas muy claras acerca de cómo la enfermedad, en el caso de lo que yo escribí, está mitificada. Ultimamente he visto muchos ensayos en libros que hablan de algo como metáfora, de modo que las personas lo hacen todo el tiempo. Yo no quisiera hacerlo.
--En Estados Unidos y en parte de América Latina parece que lo irrelevante pero colorido, como lo que pasa con los escándalos en torno del señor Clinton, suple a los problemas verdaderos. ¿Tiene opinión al respecto?
--Tengo una opinión similar a la que tienen muchas personas. No desearía hablar de política estadunidense. Sabemos que es algo grotesco eso que está pasando. Y es verdad que fascina. Sabemos que en Estados Unidos y en todos los países sucede. Es como si quisieran hacer todo personal.
--Se lo preguntaba porque usted tiene un peso político concreto. Su punto de vista es el de una líder de opinión en su país y fuera de él.
--Sí, pero prefiero hablar de otras cosas de las que sé más. Me involucro con otro tipo de hechos. Trato de no hablar en público de cosas de las que no tengo los hechos a mano. Hablo de lo que me ha pasado o que conozco. Hace muy poco, por ejemplo, estuve muy involucrada en lo que pasa en Bosnia y pasé allá mucho tiempo. Ese hecho, conocer las cosas y haber estado ahí me hacen sentir que tengo permiso para hablar de Bosnia.
``Me gusta la información de primera mano y con un largo involucramiento. Claro que tengo una opinión privada. Sé que lo que pasa es una desgracia, pero siento que esa es una opinión fácil.
``Hay muchas personas que creen eso, pero en este caso, el mío no es un punto de vista conformado por información específica. A eso es a lo que me refiero.''