Javier González Rubio
¿Cómo anda la pobreza en el mundo?

Pues boyante: crece y crece, es todo un éxito al revés. La retórica sobre ella ha cambiado desde que cayó el muro de Berlín y le tocaron las golondrinas a Gorbachov, pero la realidad ha empeorado. Las voces de los triunfalistas del mundo sin fronteras ensalzan la globalización, el flujo de capitales, la instantaneidad de la comunicación, defienden el poder curativo de las democracias emergentes (que son necesarias pero no mágicas). Pero la pobreza ahí está y el fantasma del desempleo recorre el mundo.

Según el Banco Mundial, en los últimos quince años ha habido un crecimiento económico importante en otros tantos países. Sin embargo, en más de cien países se han reducido los ingresos de mil 600 millones de habitantes. En el 70 por ciento de estos países los niveles de ingreso son inferiores a los que tenían en 1980; 40 de estos naciones tienen ingresos menores a los de 1970. El 20 por ciento de la población más pobre del mundo ha visto declinar su participación en el ingreso global del 2.3 por ciento al 1.4 por ciento durante los últimos 30 años; los más ricos, en cambio, lo han visto crecer del 20 por ciento al 70 por ciento o incluso el 85 por ciento. Los ingresos de los 360 seres humanos más ricos del mundo exceden los de países que acumulan al 45 por ciento de la población mundial. O sea que este mundo cada vez es más justo.

La brecha en el ingreso per capita entre los países industrializados y los que están en desarrollo se ha triplicado al pasar de 5 mil 700 dólares en 1960 a 15 mil 400 en 1994. Hay 850 millones de analfabetos; 2 mil 500 millones de personas no tienen acceso a los servicios de salud y mil 300 millones no tienen agua potable.

En 1993, cada habitante de Pakistán consumía 209 kilos de energía comercial al año, mientras cada estadunidense tenía acceso a 7 mil 918 y cada alemán a 4 mil 170.

Ah, pero los países desarrollados gastan un promedio de 638 mil millones de dólares anualmente en armamento; los países de la Europa del este, 115 mil millones; los países árabes se gastan 34 mil millones, y los países de América Latina y el Caribe, 18 mil millones.

Algo realmente no está funcionando en este mundo globalizado; alguien no está comprando People y Hola!, y otros muchos millones no vieron Titanic.

El siglo que viene tendrá dos retos fundamentales: humanizar la economía y proteger el medio ambiente, pues así como aumenta la pobreza se incrementa irresponsablemente el deterioro ambiental.

Las teorías económicas, los gobiernos y los grandes empresarios mundiales tienen forzosamente que encontrar la solución. Tiene que desarrollarse una especie de ética de la riqueza. El mundo no es más justo hoy que hace cincuenta años, ni más equilibrado. Es más engañoso gracias a la tecnología. Los esquemas económicos actuales, entre ellos obviamente el neoliberalismo de los últimos quince años no funcionan porque hacen engañosas las estadísticas del crecimiento y ya no es brecha sino abismo el que hay entre seres humanos ricos y pobres. México no es la excepción; el desequilibrio en el reparto de la riqueza se ha acentuado y nuestras planeaciones económicas han fallado consuetudinariamente.