A la memoria de Jorge Luis Mejía Ocampo, petrolero ejemplar.
A Miriam y a sus hijas, que lo llevan en el alma.
¿Tenemos algo que festejar los mexicanos en el 60 aniversario de la expropiación petrolera? No, si consideramos la actitud cerril del gobierno de Ernesto Zedillo, que se niega a hacer un alto en el camino para reflexionar junto con la sociedad sobre la manera en que ha manejado nuestra industria petrolera. Sí, al observar que parte de la sociedad decide reunirse para reflexionar sobre esos temas en foros e invita a funcionarios del sector energético, pero éstos no acuden.
Son muchas las deficiencias que se observan en el manejo de la industria petrolera nacional. Lo que más llama la atención en la situación actual es la terquedad de los funcionarios del sector energético por malbaratar nuestro petróleo, pues no hacen otra cosa al incrementar excesivamente el volumen exportado. Con ello contribuyen a saturar cada vez más el mercado internacional (la oferta crece frente a una demanda estancada) y provocan la caída constante del precio.
El gobierno federal se niega a que México forme parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), como también se ha negado a impulsar la creación de un Barzón internacional o club de países deudores. Lo primero le daría mayor capacidad para comercializar en mejores condiciones nuestro petróleo; lo segundo le permitiría negociar con los acreedores términos de pago menos agobiantes; por ejemplo, que ante caídas de los ingresos por exportaciones petroleras la consecuente reducción del gasto público no se aplique sólo a los programas sociales, como hasta ahora, sino también al pago de la deuda.
¿Cuáles podrían ser las razones de esta negativa del gobierno mexicano? En seguida aventuramos alguna posible respuesta, que está basada en algunos testimonios y evidencias documentales.
Es evidente que el gobierno de Estados Unidos maniobra con algunos países productores independientes y con las grandes empresas petroleras estadunidenses para destruir o anular el poder de la OPEP, porque afecta sus intereses como gran consumidor de petróleo importado. Igualmente, resulta claro que Estados Unidos se ha opuesto rotundamente a la creación de un club de países deudores porque ello afectaría los intereses de la banca privada estadunidense, con la que esos países tienen grandes deudas.
Es probable que mediante presiones o acuerdos secretos el gobierno mexicano esté comprometido con Estados Unidos a no promover ni participar en estas organizaciones. Así, por debilidad política o falta de patriotismo del gobierno federal, México responde al interés de Estados Unidos y no al propio. Como este tipo de acuerdos resultan altamente comprometedores para los que mantienen el control del gobierno de la República, prefieren ocultarlos a la sociedad.
Tal vez por eso los funcionarios del sector energético mexicano no aciertan a dar una justificación coherente a su negativa de concertar acciones con otros países petroleros, que en su mayoría también son deudores y están sujetos, como México, a cambiar deuda por petróleo; deuda que, por lo demás, crece en lugar de bajar.