Todos los ciudadanos mexicanos deseamos, angustiosamente, una salida al conflicto chiapaneco. La iniciativa de reformas constitucionales que el Ejecutivo ha enviado al Congreso, por medio de la Cámara de Senadores, no es, de ninguna manera, una salida, aunque merece un análisis pormenorizado aparte. Lo que ahora preocupa a todos es saber a qué puede conducir el acto mismo de que el primer mandatario haya decidido presentar su iniciativa, incluso sin la participación de la Cocopa.
En sí mismo, no es un acto condenable. La Constitución da al Ejecutivo la facultad de presentar iniciativas de ley sobre cualquier materia que juzgue necesaria. Tampoco es de reprobarse el hecho de que haya decidido enviarla a la Cámara de Senadores, aunque bien sabemos que allí el Presidente cuenta con una mayoría absoluta. Lo que nadie entiende es por qué Zedillo decidió hacer menos a su contraparte en este conflicto, el EZLN, y actuar por su propia cuenta, pensando que así tomaba la iniciativa. Creo que es un error y muchos lo han dicho antes de mí. Es el acto mismo lo que preocupa y no el contenido de la iniciativa.
En apariencia, lo que Zedillo busca es aislar al EZLN. El presenta su iniciativa y, también aparentemente, espera que todo mundo se ponga a discutirla y, según ha dicho Genovevo Figueroa, líder priísta del Senado, quien quiera haga las aportaciones que le aconseje su caletre. Es tanto como si el Presidente dijera: ``Ya que nadie lo hace, yo voy a resolver por mi propia cuenta el conflicto y, por favor, acompáñenme en mi aventura''. ¿Por qué tendríamos que hacer eso? Y más cuando bien sabemos que la tal iniciativa, por muy buena que pueda ser, no es más que un acto unilateral que impide, por sí solo, cualquier discusión que pudiera darse.
Creo que Zedillo y sus consejeros han hecho mal sus cuentas. Los panistas están deseosos, desde antes de que a Labastida se le ocurriera que el gobierno podía presentar una iniciativa de reformas constitucionales y no había nada que se lo impidiera, de dar una solución de este tipo al conflicto. Ellos se sienten extraños al mismo. Y no lo han dicho oficialmente, pero algunos de ellos han confesado que su propuesta de solución es someter al EZ al orden. No creo que el Presidente de la República tenga esas intenciones. El sabe que le sería demasiado costoso. Pero pienso que ya tiene en el bolsillo a los blanquiazules. La aceptación de su iniciativa sera sólo cuestión de trámite
Lo que más preocupa en este trance es la actitud ambivalente del PRD. El diputado perredista Gilberto López y Rivas, miembro prominente de la Cocopa, es, a todas luces, un zapatista. Carlos Payán, senador del PRD, es mucho más claro en sus posiciones. Los perredistas nunca han sabido deslindarse como se debe del EZ. Payán siempre ha puesto el dedo en la herida: los contrarios deben sentarse a tratar, hoy por hoy, el asunto primordial es negociar la paz. Los demás perredistas sólo han tratado de justificar las posiciones inflexibles del EZLN. El PRD no quiere o no puede exigir a los zapatistas que negocien la paz. Por eso todo mundo lo asocia con ellos y eso lo puede pagar muy caro en el futuro próximo.
El EZ dice que no aceptará que se cambie ni una coma del texto de la iniciativa de la Cocopa. El PRD dice lo mismo. El gobierno, por su parte, ha dicho que sus ``cuatro'' observaciones son irrenunciables. Aquí, ahora, no importa si el EZ y el gobierno se montan en sus cuatro, porque está claro que ninguno de ellos quiere negociar ni buscar la paz. Pero no se entiende por qué el PRD se enreda en ese juego de dos intransigentes del peor modo, apoyando a uno de ellos y haciéndose cómplice de sus fines particulares. Andrés Manuel López Obrador ha dicho que si hay una parte que tenga la solución a este conflicto, ésa es el PRD. Sí, desde luego, pero para ello ese partido tendrá que deslindarse muy claramente del zapatismo.
Si Zedillo y Labastida piensan que haciendo triunfar su iniciativa en el Congreso van a resolver el conflicto, están soñando. A un conflicto van agregar otro que puede ser mucho más peligroso. Su iniciativa ya está presentada en el Congreso y no cabe más que dictaminarla y someterla a discusión. El PRD podría presentar la iniciativa original de la Cocopa y exigir que ambas fueran dictaminadas en conjunto después de una exhaustiva discusión. Pero el problema seguirá ahí. Todo mundo le está dando a los zapatistas el pretexto para seguir con su rebelión. El PRD, sencillamente, no puede prestarse a ese juego.