José Steinsleger
Vivir a plazos

Alex, joven estudiante de prepa, se siente confundido. Como cualquier joven que apenas empieza a vivir, lleva en su cabeza más preguntas que respuestas. Alex no es un adolescente que lee o se inquieta demasiado por el entorno social o político. La computadora y la música absorben su tiempo. Pero hace unos días preguntó a su padre, profesional de ideas progresistas, qué representaba para él la ``estabilidad''. El papá respondió... En realidad nada respondió. A la defensiva replicó a qué venía el asunto. Alex dijo: ``Tú dices que hay que luchar por el cambio, por la justicia y no sé qué más... Bueno: ¿cómo harás para seguir pagando los préstamos de la casa y el coche?''.

El papá de Alex enmudeció. Dejó el periódico y esbozó una sonrisa que apenas disimulaba la angustia. ``Explícate''. Alex lanzó el dardo: ``Sí, me preguntaba cómo luchar por el cambio si tu futuro y posiblemente el nuestro es un campo minado por las mensualidades''.

Sentencioso, el ``jefe del hogar'' manifestó: ``el que nada tiene nada debe''. ``Vale -añadió Alex- ¿Pero cuál es tu capacidad de endeudamiento? Toco madera, pero si mañana algo te impide seguir pagando no corres peligro que los bienes de tu estabilidad se transformen en una amenaza? ¿Qué es lo que realmente es tuyo o de la familia?''.

Por un instante, el señor sintió que si de un lado su estabilidad estaba más o menos garantizada, los bienes eran provisorios o producto de una ilusión colectiva. Las otras posibilidades, vivir, morir, los ideales, habían dejado de ser tan importantes como la eventual y certera posibilidad de no poder pagar. Aunque también sintió que nada negamos tanto y nada define mejor la vida que el movimiento y el cambio. ``La existencia no es estable'', se dijo para sí... (en tanto contradictoriamente pensaba ``ojalá que nada cambie, ojalá que todo permanezca y siga igual'').

¿Hay alguien más conservador que un ser atemorizado y deseoso de la ``estabilidad'' a la cual ha consagrado como el más alto de sus valores? ¿Podemos esperar de este ciudadano alguna opción a favor del cambio? ¿Podemos esperar que opten por el cambio personas como el papá de Alex, precisamente aterrorizados de tal posibilidad? ¿Cuánto de responsabilidad cabe a los políticos que especulan con la mezquindad de la gente? Si la política enfatiza en la ``estabilidad'' y deja de apostar a lo mejor de las personas ¿qué sentido tiene?

La estabilidad es un valor. Mas nada menos inteligente y absurdo que subordinar y prescindir de todos los demás. Es muy alucinante que una persona o una sociedad sienta que su estabilidad depende de factores ``exógenos'' antes que de su propia capacidad de producción, víctima de una interminable y ficticia cadena de ``necesidades''. Lo cierto es que nada alivia al que está ahorcado con los préstamos, forma de vivir que sólo favorece a los pocos que han conquistado la ``estabilidad''. Pero al resto, esto es la mayoría, sólo le queda, de cara al futuro, el sometimiento a una opción cruel y peligrosa: comprar o morir. ¿Seremos realmente dueños de lo que hemos adquirido? ¿Hemos pagado su precio verdadero? ¿O toda nuestra realidad material y existencial ya está unificada para siempre y jugada en esa categoría fundante llamada ``estabilidad'' cuyo único fin, cuya única justificación moral es el pago puntual de las mensualidades?