``Un honor'', que xenófobos me declaren persona non grata: Goytisolo
César Güemes Ť Exiliado de su España por decisión cultural propia y por conflictos de orden político que él explica, Juan Goytisolo (1931), autor de una cuarentena de libros, está en México a fin de participar en el ciclo de conferencias Una nueva geografía de la novela, que auspicia Carlos Fuentes. El primero de los escritores extranjeros en llegar a México para el efecto conversa con nosotros.
--Vive usted el exilio desde muy joven. En principio cabría pensar que ese tipo de decisiones se toman en otro momento de la vida.
--La atmósfera de represión política y de miseria cultural en aquellos años en España era muy intensa. Empecé a escribir muy joven y pronto me di cuenta que no tenía ninguna posibilidad de desenvolver mi vida ni escribir lo que yo quería dentro de una sociedad como la española de entonces, con una censura que impedía la publicación de lo que pensaba.
--Sin embargo para 1956, el año de su salida, contaba ya usted con dos libros publicados, don Juan.
--Esos dos, más uno que fue censurado. Por otra parte el paso de una España provinciana, como era entonces, a París, era un salto casi obligado. Era una forma de entrar en contacto con una cultura que nos llegaba a cuentagotas y siempre de una forma muy controlada.
Luchar contra la pobreza cultural
--¿Es por Duelo en el paraíso que sufrió censura?
--No precisamente, a Duelo en el paraíso lo que le hicieron fue algunos cortes pequeños. Fue Fiestas, sobre el Congreso Eucarístico de Barcelona, lo que no admitió la censura.
--Entre lo que ha escrito después hay trilogías, como la de El mañana efímero y la de Alvaro Mendiola. No es común en la literatura que se piense en tres libros en grupo.
--Esas son obras que escribí cuando era muy joven. Eran el fruto de la pobreza cultural de España en aquellos tiempos. Sí eran una tentativa de luchar contra esta pobreza pero llevaban todos sus vestigios. La verdad es que asumo todo lo que he escrito a partir de Señas de identidad. Bueno, la trilogía de Alvaro Mendiola ya pertenece a otro ciclo y de ella me hago responsable.
--Señas de identidad es del 66, maestro.
--Y fue publicada precisamente en México porque no era posible sacarla en España. Mi primer editor aquí fue Joaquín Mortiz. Reivindicación del conde don Julián corrió la misma suerte.
--¿Qué es lo primero que le deja su estancia en París?
--La libertad cultural. Era un abismo pasar de la España de aquella época al mundo francés, sobre todo en un momento en que había una literatura francesa espléndida, no como ahora que las letras son muy pobres. Conocí además allá a quien sería mi mujer y que trabajaba para Gallimard. Trabajé para esa casa como asesor literario durante casi 10 años. Estar ahí era encontrarte con Camus, con Sartre, con Genet y con todos los grandes de la literatura francesa.
--¿Personalmente trabó amistad con alguno de ellos?
--Sí, sobre todo mantuve una relación muy estrecha con Genet.
--Su bibliografía es muy amplia. ¿Se sabe incansable?
--No sé hacer otra cosa. Además soy incapaz de manejarme yo solo frente a cualquier dificultad tecnológica.
Alejado del periodismo
--De modo que escribe a mano.
--No me agrada escribir a máquina.
--La corrección, en caso de que exista, ha de implicarle entonces un tiempo considerable.
--Me lleva mucho tiempo porque pienso que no se puede expresar nada sin tener en cuenta la elección del idioma en el que se hace. O sea que soy muy cuidadoso. Aun en los artículos para periódicos procuro escribir como debe hacerlo un escritor. Nunca hago periodismo.
--Para los que habitamos en este hemisferio pensar tan sólo en Marrakesh, donde reside, resulta algo no nada más lejano sino exótico. ¿Cuáles son sus razones para vivir ahí?
--Son una multitud. He pasado la mayor parte de mi vida en Francia, estuve luego cinco años dando cursos en Estados Unidos, era esa una época en la que viajaba mucho a México por la cercanía, entre 69 y 75. A partir de la muerte de Franco alterné mi estancia en París con mis otros viajes. Primero empecé a ir a Argelia, hasta que la situación empezó a ponerse dura, y luego fui a Tánger. A partir del 76 a la fecha, paso parte del año en Marrakesh.
--Un año después del que menciona aparecen, compiladas por Pere Gimferrer, lo que hasta entonces eran sus obras completas. Han transcurrido desde entonces 21 años. ¿No era muy pronto para hablar de un trabajo ya definitivo?
--Desde luego era temprano. No se pueden hacer las obras completas de un escritor hasta que ha muerto. Eso fue una propuesta editorial que incluye parte de mi obra de juventud y lo que podemos llamar ya mis obras adultas.
Escribir de lo que se conoce
--Aunque no se considere un periodista, libros como Cuaderno de Sarajevo sí lo hacen participar del ambiente noticioso. No hay modo de sustraerse al aquí y ahora de cuando realiza ese viaje y ese libro.
--He procurado escribir sobre temas que conozco, y desde mediados de los años ochenta, cuando leí el manifiesto de la academia de ciencias de Belgrado me di cuenta del paralelo increíble que existía entre el lenguaje de la falange del nacional-catolicismo español con el de los radicales serbios. Me di cuenta de que eso resultaba muy peligroso y que podía terminar mal. Era algo que se preveía desde hace tiempo. El buen conocimiento de la historia de España permite acceder a muchas otras situaciones históricas. Me di cuenta, por ejemplo, de que toda la mitología en la que se fundaban los nacionalistas serbios con el apoyo de la Iglesia ortodoxa serbia y la griega, eran exactamente los mitos en los que se fundaba el nacional-catolicismo español y que luego pasaron a la falange. Todo tenía su equivalente. Es decir, la destrucción de la España sagrada, de lo que se habló durante siglos, equivalía a la destrucción de la Serbia celeste. Me encontraba en un terreno muy familiar, con el manejo de unos tópicos y una terminología al servicio de un ``nacionalismo de calidad'', para entendernos, que quería acabar con las otras identidades. Y lo que ocurrió en Bosnia me pareció muy simbólico porque Sarajevo era una ciudad multiétnica, pluricultural, en donde la mayoría musulmana convivía con minorías serbias, croatas y judías, hasta el punto de que los sefaradíes de Sarajevo consideraban a ese punto como la nueva Toledo. Esas similitudes me hicieron ir a Sarajevo, siempre con ese trasfondo cultural.
-¿Tiene interés por ir a Chiapas, lo han invitado?
-En los más recientes 30 años he hecho un esfuerzo que muy pocos escritores realizan, aprender árabe y turco. He viajado mucho por aquellos países, y por eso me siento capaz de escribir de lo poco que sé. No quiero escribir de lo que no sé o que conozco superficialmente. Fui a Argelia al principio de estas matanzas terribles que están ocurriendo. Y lo hice porque es un país que conozco, a donde he viajado docenas de veces. Lo que está pasando ahí creo que es muy parecido a lo que sucede en gran parte de los países de Iberoamérica. Pienso en Colombia, en Perú y posiblemente en México. Es decir, que hay unas luchas podemos decir entre grupos paramilitares y grupos que son guerrilleros, marxistas o leninistas. En Argelia ocurre algo parecido. El pueblo es un poco el rehén de toda esta batalla sangrienta y siempre hay detrás intereses económicos, el control de algo. La experiencia me ha enseñado que cada país vive una situación concreta y que no puedes juzgar con un parámetro universal a todo lo que pasa. Puedes establecer comparaciones, pero no emitir opiniones. No quiero incurrir en la frivolidad de ir a tal sitio a hacerme una fotografía de turista revolucionario. He estado en Chechenia porque conozco muy bien el tema. He ido allí con un conocimiento de los musulmanes del Cáucaso y de toda la literatura rusa del XIX, donde la guerra de Chechenia existía. La actual es ya la quinta. Creo que el mejor reportaje lo hizo Tolstoi en su tiempo. Voy sólo a lo concreto, sabiendo que mi opinión puede aportar algo.
-Acaba de estar Felipe González en México, ¿qué opinión le merece, por último, esto que conoce al día y que es la realidad española?
-La corrupción que hubo durante el gobierno de González acabó con el lema de cien años de honradez que podían justamente exhibir. Fue un ambiente de corrupción y de prepotencia. Yo, que estoy absolutamente a la izquierda, me alegré de que perdieran porque lo merecían. En cierto modo lo que ha ocurrido ha sido lo menos malo, porque la derecha no tiene la mayoría absoluta, se ven obligados a pactar con los nacionalistas catalanes y vascos. Eso les impone una suerte de freno. No es algo ideal pero es menos malo que otra cosa. Lo que yo esperaba es que los socialistas aprendieran de su derrota electoral pero me temo que no han aprendido mucho.
``Y te voy a poner un ejemplo: soy una de las pocas personas en España que se ocupan del tema de la inmigración, además del racismo y la xenofobia que se extiende en nuestro país a través de los nuevos ricos, los nuevos libres y los nuevos europeos, despreciando a los sudamericanos, a los moros y a todo el mundo. Estas personas se sienten con una superioridad que no justifican ni la economía, ni la cultura, ni la realidad española. Mencioné en ese texto lo ocurrido en una comarca de Almería muy pobre que ahora se ha transformado en una zona de cultivo intensivo mediante el sistema de invernaderos y donde están trabajando como esclavas personas de origen africano. Hice una reflexión al respecto sobre la gente de antes, pobre, que me pedía direcciones en Francia para emigrar, y que ahora con una posición económica distinta trata de manera infame a los inmigrantes, porque los quieren dentro de los invernaderos pero no fuera. El resultado fue que los ediles de la municipalidad del ejido, Partido Popular, Partido Socialiasta e Izquierda Unida, deciden proclamarme persona non grata. Exactamente lo que hicieron las autoridades franquistas. Y esto que cuento ha pasado hace exactamente un mes. Para mí debo decir que es un honor ser declarado persona non grata por esta gente, y que eso vale más que todos los premios literarios a los que no he aspirado nunca''.