Dos años y medio después de haber celebrado su III Congreso, en agosto de 1995, durante el cual se hizo el balance de las pérdidas y derrotas que había sufrido el Partido de la Revolución Democrática (PRD), durante prácticamente todo el sexenio de Carlos Salinas, llega hoy a su IV Congreso Nacional en una situación muy diferente. En agosto de 1995, el radicalismo --que se origina en la derrota y en el alejamiento del gobierno-- era parte fundamental del horizonte de ese partido que había obtenido malos resultados electorales en 1994. En marzo de 1998 el panorama ha cambiado sustancialmente: el PRD ha ganado importantes municipios y las elecciones de julio pasado le dieron una entrada firme al terreno de la competencia electoral a nivel nacional, una gran victoria en la ciudad capital y buenas expectativas para el año 2000. En el ámbito de los votos todo ha sido ganancia para el partido del sol azteca; en tres años pasó de gobernar a una población de 4 millones, a otra de casi 20 millones de personas, es decir, el 20.47 por ciento del país (Masiosare, 15/3/98).
Hay al menos tres áreas importantes en las cuales el PRD tendrá la atención de la ciudadanía en estos días: los cien días de gobierno en el Distrito Federal; su papel en el Congreso con motivo de las iniciativas de ley del gobierno federal y del PAN sobre derechos indígenas; y, dentro de la celebración de su IV Congreso, la discusión sobre lo que es, necesita y puede ser en el futuro próximo, en donde será muy importante el tema de las candidaturas externas a puestos de elección popular.
1. El gobierno del Distrito Federal es, sin duda, un gran aparador de lo que es el perredismo en el gobierno, y de sus resultados dependerá una parte significativa de sus posibilidades futuras como fuerza política. Hay en las evaluaciones ciudadanas, que se han realizado con motivo de la simbólica fecha de 100 días de este gobierno, una suerte de empate, porque mientras permanecen expectativas no satisfechas, al mismo tiempo se tiene conciencia de que todavía no hay cambios significativos en los principales problemas. La percepción ciudadana expresa que un 44.6 por ciento de los habitantes del DF votaría por el PRD en el año 2000 y 58 por ciento considera que ``todo sigue igual'' (La Jornada, 14/3/98). En una escala de 1 a 10, Cárdenas obtiene la calificación de 5.6 (Reforma, 15/3/98). La pregunta es si en este breve tiempo podrían haberse dado cambios importantes y visibles.
2. En el Congreso de la Unión el PRD se va a enfrentar a un problema importante ahora que el gobierno y el panismo han decidido darle un giro al conflicto de Chiapas, para lo cual han elaborado un proyecto muy similar de reformas sobre derechos indígenas. El perredismo puede quedar fuera de jugada, y lo más grave es que no sólo perderá este partido, que ha mantenido una posición institucional y de respeto a las reglas de la Ley para el Diálogo y las instancias de mediación (Cocopa y Conai), sino que perderá la posibilidad de reiniciar el diálogo y de pacificar Chiapas; ante la incapacidad gubernamental de cumplir con lo pactado en San Andrés, ahora lanza una iniciativa bastante menor a los acuerdos de 1996, con lo cual da un supuesto golpe de imagen, pero en el fondo no resuelve el conflicto y puede ser que lo agrave. El PRD estará ante la disyuntiva de apegarse a las reglas y con ello perder políticamente en esta coyuntura, o hacer una contrapropuesta y apostar a un futuro próximo.
3. De las resoluciones del IV Congreso perredista, una será de vital importancia: fijar una política sobre las candidaturas externas, porque hasta la fecha el resultado ha sido poco institucional y la aceptación o rechazo ha dependido de la empatía o rechazo de los grupos y de las diferentes interpretaciones entre ``oportunismo'' y/o ``oportunidad'', con los cuales se aceptan o se rechazan a los ex priístas. No se trata de algo menor, porque en el futuro inmediato este intercambio de partidos se profundizará.
Los ánimos de llegada a un Congreso Nacional siempre serán mucho mejores con una perspectiva de triunfo y de subida, como la actual, que con un horizonte de derrota como la de hace unos años. De la forma en la que el PRD se mueva en estos tres ámbitos, sin negar la existencia de otros, dependerá su perfil como un partido más institucional e inclinado hacia una vocación de poder y de gobierno, o un partido más de carismas y de denuncia.