La Jornada 17 de marzo de 1998

MY LAI, A 30 AÑOS

Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 16 de marzo Ť Hace exactamente treinta años, 100 soldados estadunidenses llegaron por helicóptero al poblado de My Lai en Vietnam y, sin encontrar al enemigo, durante varias horas mataron a 350 civiles, la mayoría mujeres, niños y viejos. La matanza de My Lai, en medio de una de las guerras intervencionistas más sangrientas de la historia estadunidense, marcó una tragedia cuya herida histórica aún no se cura.

El reportero e historiador Seymour Hersh cuenta que a menos de cuatro kilómetros de My Lai esa misma mañana, otra agrupación de soldados estadunidenses iniciaron un asalto al poblado de My Khe, y de nuevo al no encontrar a las fuerzas enemigas, asesinaron a todas las mujeres, niños y viejos que se encontraron, entre 60 y 155 civiles.

My Lai no había sido un evento aislado. De hecho, la brutalidad de las imágenes y reportajes de estas masacres formaron parte de uno de los eventos históricos para Estados Unidos que aún no ha logrado enterrar en su memoria nacional; sigue, para millones, como una pesadilla. Estados Unidos mató a más de un millón de vietnamitas para ``salvar'' al sur de Vietnam del comunismo. Unos 55 mil soldados estadunidenses murieron en esta causa.

Más bombas estadunidenses fueron arrojadas en ese país que sobre Europa durante toda la Segunda Guerra Mundial. Y todo terminó con la primera derrota militar de Estados Unidos desde el inicio de su historia. Nadie ha asumido la responsabilidad por la sangre de vietnamitas y sus contrapartes estadunidenses que se enfrentaron. En la masacre de My Lai, la conclusión de una amplia investigación de responsabilidad cayó en un sólo individuo --William Calley, líder del pelotón-- fue culpado de homicidio y encarcelado.

Ningún oficial superior fue responsabilizado. Y la interrogante continúa hasta hoy día: quién giró las órdenes no sólo para My Lai, sino para toda operación de ``detección y destrucción'' en numerosos poblados.

Seymour Hersh, el periodista que ganó el Premio Pulitzer en 1970 por sus reportajes sobre My Lai, reporta hoy en un artículo publicado en el New York Times, que los investigadores oficiales de lo ocurrido en ese poblado concluyeron que tenía que ver con una deficiencia en la capacitación de sus tropas sobre la Convención de Ginebra.

Pero, añade, esto ya se había detectado seis meses antes de los eventos: el Pentágono había hecho una investigación en 1967 que encontró que una mayoría de las tropas estadunidenses en Vietnam del Sur no entendían sus obligaciones y responsabilidades bajo la Convención de Ginebra, la cual establecía normas para el tratamiento de prisioneros de guerra.

Donald Stewart, el encargado de esa investigación, la cual quedó en el olvido deliberadamente, comentó a Hersh que ``la gente estaba enviando a sus hijos de 18 años de edad para allá, y no queríamos que se enteraran que estaban cortando orejas. Yo regresé de Vietnam de Sur pensando que las cosas estaban fuera de control. Algunas de las personas (en combate) tenían su propio sentido de las reglas. Yo entendía a Calley, mucho''.

Los horrores de esa guerra fueron encubiertos por el gobierno de Estados Unidos, la intención era ocultar todo esto a la población estadunidense. Los medios y reporteros extraordinarios como Hersh, rompieron el silencio. Algunos funcionarios, como Daniel Ellsberg, y no pocos veteranos recién regresados de las batallas, revelaron las historias no oficiales y, finalmente, la opinión pública llegó a niveles peligrosos para el gobierno.

Treinta años después, algunos aspectos de esa historia se reconocen, apenas. Hace unos días, el gobierno estadunidense otorgó la Medalla del Soldado (la condecoración militar más alta para valentía en actos no involucrando al enemigo) a tres veteranos estadunidenses de esa guerra: Hugh Thompson, Lawrence Colburn y Glenn Andreotta (quien murió tres semanas después de My Lai).

Los tres fueron reconocidos 30 años después por su acción de aterrizar su helicóptero entre las tropas estadunidenses y algunos de los pobladores para intentar detener la matanza, logrando rescatar a unos cuantos niños y mujeres.

Hoy, los dos veteranos regresaron por primera vez al sitio. Thompson declaró ante unas mil personas reunidas en My Lai para conmemorar el evento que ``algo terrible ocurrió aquí hace 30 años. No puedo explicar por qué ocurrió. Sólo deseo que nuestro equipo hubiera podido haber ayudado a más gente....''.

Su compañero, Colburn, pidió que ``jamás se olvide la angustia y brutalidad de la guerra. Creo en mi corazón y rezo ante Dios para que podamos lograr la paz en la Tierra''.

La guerra de Vietnam continúa como algo no resuelto en Estados Unidos. Para algunos una pesadilla personal, para otros una derrota militar inaceptable. El precio en vidas vietnamitas y el intento salvaje de la destrucción física de un país no es algo que está en la memoria colectiva consciente en Estados Unidos. Pero el fantasma de sangre y terror para los que participaron sigue llenando oficinas de sicólogos y siquiatras y destruyendo vidas todos los días.

La memoria oficial intenta ofrecer diversas versiones de esta historia, pero aún no han logrado callar el eco de los gritos de My Lai treinta años después.

Mientras tanto, en 1998 tropas estadunidenses están en estado de alerta en el golfo Pérsico. Una vez más, jóvenes de 18 años se preparan para la acción militar. Nadie sabe si han sido capacitados en entender cosas como las Convenciones de Ginebra. Es casi seguro que pocos han estudiado la historia de la guerra en Vietnam y no se sabe si entre ellos alguien recuerda qué fue My Lai.