Una moneda en el aire

Tras cinco años de permanencia en Italia cursando sus doctorados, Laura Baca (doctora en historia de las instituciones y doctrinas políticas) e Isidro Cisneros (doctor en ciencia política) decidieron acogerse, a finales de 1994, al Fondo de Repatriados del Conacyt para regresar a México. Su testimonio resulta ilustrativo, ya que al ser un matrimonio su experiencia como repatriados ofrece dos caras de la misma moneda: mientras Cisneros pudo incorporarse inmediatamente y sin ningún problema a la sede mexicana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), donde se desempeña como coordinador de Investigación, Laura Baca ha tenido que luchar a brazo partido para abrirse sus propios espacios: en primer lugar, la plaza prometida en El Colegio de México nunca se abrió y fue a dar a la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM,) donde da clases a los alumnos de primer ingreso.

A cuatro años de haber regresado a México apenas va a optar -mediante concurso- a una plaza definitiva, y hasta la fecha no ha podido dar siquiera una conferencia sobre el tema de la especialidad -la participación de los intelectuales italianos en la construcción de la democracia- que obtuvo en Italia bajo la tutela de uno de los intelectuales más influyentes de nuestra época, considerado ya como un clásico contemporáneo: Norberto Bobbio. Laura ``regresó con muchas expectativas y se topó con pared: una comunidad académica muy cerrada''.

Sin embargo, el matrimonio Baca-Cisneros agradece el apoyo del Conacyt para traer a México las toneladas de libros que reunieron durante su estancia en Italia, y coincide en la importancia de la ``función social'' del repatriado: el vínculo entre docencia e investigación, ``inyectando'' a las nuevas generaciones pasión por el conocimiento. No obstante, consideran que sería importante que el programa ``garantizara cierta estabilidad laboral'' para que los repatriados pudieran continuar sus investigaciones: ``No tiene caso traer de regreso a gente hiperespecializada si no se aprovechan al máximo sus conocimientos. Si el Conacyt sabe que becó a un ingeniero, desde el principio debe empezar a crear las condiciones para su regreso''. También sugieren integrar una red de comunicación entre ex becarios repatriados para intercambiar opiniones y enriquecer el programa con diversas propuestas.

El doctor Juan Fernández Ruiz decidió interrumpir su estancia posdoctoral en el National Institute of Mental Health, en Maryland, Estados Unidos, para continuar sus investigaciones -aprendizaje y memoria en primates y humanos- en México. Repatriado a través de la Facultad de Medicina de la UNAM, elaboró ``un protocolo'' en que se establecía su trabajo con primates, a realizarse en un laboratorio que estaría en el nuevo edificio de dicha facultad, construcción que fue pospuesta y que hasta la fecha continúa en obra negra.

``Afortunadamente -señala el especialista-, tengo una línea de investigación en humanos, y el doctor René Drucker me abrió un pequeño espacio en el Departamento de Fisiología, gracias a que otros investigadores se fueron a Querétaro.''

A pesar de todo, el doctor Fernández Ruiz considera: ``Me ha ido muy bien en México y se me ha facilitado hacer investigación; he concursado por donativos y la UNAM y el Conacyt me los han dado. Lo que me parece una lata que te hace perder mucho tiempo es que nuestras percepciones se dividen en un salario básico, en estímulos y en la beca del SNI, y en cada una de esas instancias tienes que hacer trámites y meter papeles. No se por qué no unifican todo en un solo salario y ya, eso nos ahorraría mucho tiempo''.

Lo que de plano resulta kafkiano es lo siguiente: ``En febrero del año pasado mi jefe en Estados Unidos me donó como regalo de despedida un equipo de cómputo, el cual todavía esta embodegado en algún lugar de la aduana porque no dejan entrar al país equipo usado. ¡Me parece increíble: me regalan un equipo que yo mismo usé para mis experimentos y no lo puedo traer al país¡ ¿De qué se trata?'' (Patricia Vega)