Revertir la fuga de cerebros
Patricia Vega
No hay cifras disponibles en el país que permitan saber con exactitud cuántos científicos mexicanos han decidido quedarse a vivir en el extranjero. Es un fenómeno que se conoce como fuga de cerebros.
La agudización de la crisis económica, a mediados de los 80, obligó a muchos científicos mexicanos a salir al extranjero en busca del apoyo y la infraestructura requeridas para continuar sus investigaciones; en otros casos optaron por quedarse, al término de sus doctorados, en los países en los que obtuvieron dicho grado académico.
De acuerdo con datos del Instituto Internacional de Educación, Open Doors, en 1991 había unos 6 mil 500 estudiantes mexicanos matriculados en instituciones de educación superior de Estados Unidos. La cifra se vuelve apabullante cuando se compara con la cantidad oficial -para ese mismo periodo- de integrantes del Sistema Nacional de Investigadores (SNI): 6 mil 165 científicos.
Se calcula que en la actualidad unos 15 científicos mexicanos realizan, cada año al concluir sus estudios, trámites para quedarse en Estados Unidos, cifra considerable comparada con la modesta dimensión de la comunidad científica nacional.
Esos son, a grandes rasgos, los antecedentes del ambicioso Programa de Repatriación de Investigadores Mexicanos creado en 1991 por el gobierno federal, a través del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), con el fin de revertir la fuga de cerebros mediante ``la creación de un mecanismo que facilite el regreso de los científicos mexicanos que se encuentran en el extranjero, y que busque su incorporación a las instituciones de educación superior y hagan investigación científica en el país''.
Recientemente, el presidente Ernesto Zedillo se ufanó, durante la entrega en Cancún del Premio México de Ciencia y Tecnología 1997, de que en los últimos años se había conseguido el regreso de mil 11 científicos mexicanos que se encontraban en otros países.
Se trata, sin lugar a dudas, de uno de los programas estrella del Conacyt. Sin embargo, la principal crítica es que no basta con sólo abrir una plaza en la institución receptora, sino que tendrían que financiarse la infraestructura, laboratorios, equipos e insumos necesarios para garantizar la continuidad de los proyectos de investigación emprendidos por el repatriado.
Características del programa
Marcial Bonilla Marín, director de Fomento y Desarrollo Científico del Conacyt, explica en entrevista que la dependencia firma un convenio en el que ``asume con el investigador solicitante de repatriación el compromiso de pagarle los gastos para regresar al país -transporte propio y de sus dependientes familiares, así como el menaje de casa-, y con la institución que lo absorbe, por un periodo máximo de un año, el pago del salario del investigador, las prestaciones de ley e institucionales, estímulos a la productividad y la beca de investigación equivalente al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), de acuerdo con la categoría que corresponda al científico.
``Una vez concluido ese lapso -continúa- la institución receptora del repatriado se compromete a incorporar al investigador de manera definitiva a su plantilla regular de personal académico, y el Conacyt impulsa al repatriado para que se integre al SNI.''
Bonilla Marín afirma que de los mil 400 científicos repatriados, 97 por ciento ha permanecido en el país y más de 50 por ciento ``ha ido a parar a diversas instituciones de educación superior del interior de la República, lo cual significa que se trata de un programa que en buena medida ha contribuido a la descentralización. A muchos repatriados les ha tocado ser punta de lanza en universidades que apenas están creando sus programas de posgrado, y su activa participación en la formación de recursos humanos es algo invaluable''.
A pesar de que por su impacto social se trata de uno de los programas más importantes del Conacyt, datos proporcionados, en su tesis de grado, por el sociólogo Jorge Arenas Basurto indican que, al menos en el periodo 1991-1994, el presupuesto destinado al Fondo de Repatriados representó apenas 2 por ciento de los egresos globales que el Conacyt destinó al apoyo de la ciencia y la tecnología. Interrogado al respecto, Marcial Bonilla señaló no contar con las cifras actualizadas a la mano.
En otro orden y a título personal, el funcionario señaló, de manera crítica, ``la casi nula participación de las universidades privadas en el programa de repatriación, señal de que esas instituciones -conocidas en el medio académico como money makers- ven a la educación más como un negocio que como una inversión a largo plazo que contribuya a la solución de los problemas nacionales''.
Las limitaciones
De acuerdo con la tesis de Arenas Basurto -Aspectos sociales y laborales de la política científica de repatriación de investigadores mexicanos en el extranjero: el programa Conacyt de repatriación y su desarrollo en la UNAM durante el periodo 1991-1994-, una de las principales limitaciones de dicho programa radica en que ``el apoyo temporal del fondo hacia la institución (receptora) no incluyó recursos para la ampliación y equipamiento de los espacios donde se verifican las labores de los científicos incorporados''.
Asimismo, indica que otra limitante del programa radica en ``que el número de investigadores que se puede incorporar al aparato científico y tecnológico del país está condicionado por la capacidad de crecimiento de los recursos de las instituciones de educación superior o de investigación del sector público''.
El sociólogo agrega que ``la capacidad del fondo para incrementar el número de repatriados está ceñida por la disponibilidad y capacidad de crecimiento de los recursos de esas instituciones, las cuales deben gestionar ante la administración federal ampliaciones a sus presupuestos, en un contexto nacional de limitaciones al gasto público y baja participación en éste del sistema educativo y el de apoyo a la ciencia y la tecnología''.
Justamente, el drástico e inesperado recorte presupuestal anunciado recientemente por el gobierno federal -ocasionado por la baja en el precio internacional del petróleo- registró, tan sólo en el sector educación, la disminución de 961 millones de pesos, hecho que se traduce, entre otras consecuencias inmediatas, en el diferimiento de la construcción de laboratorios y talleres de investigación en la UNAM.
Los retos
Por las cifras (ver recuadro), Marcial Bonilla considera que la inversión en el Fondo de Repatriados ha sido ``útil'' para el país. Sin embargo, reconoce que el programa requiere una especie de segunda fase que articule, a través de diversos programas, una estrategia que permita que desde que un estudiante sale becado al extranjero el Conacyt prepare su reincorporación -plaza, material, insumos, equipo y laboratorio- al país. Para ello es necesario ``que las instituciones que absorben a los repatriados compartan esas responsabilidades con el Conacyt y se asuman como una especie de padres de los científicos que regresan a casa''.
A pesar de sus bondades, el futuro del programa de repatriados es incierto, sobre todo a la luz de una drástica caída en los precios del petróleo que aún continúa y que muy probablemente signifique una mayor reducción en los recursos asignados para el desarrollo de la ciencia y la tecnología.