a Carlos Pereda
Las utopías tienen el privilegio de no existir y perdurar como invenciones literarias. El mundo amoroso de Fourier, con sus pequeños húsares recolectores de basura y su mar con sabor a limonada, perdería mucho si se rebajara a volverse real. Ya sabemos que Morelos es la capital mundial del secuestro, la matriz de las gestas zapatistas y una intensa zona de disputas sociales. Hagamos, por unos minutos, abstracción de los fraccionamientos verídicos en los que el hombre es lobo del hombre, y destaquemos los ingredientes utópicos de Tepoztlán. Acaso por el influjo mineral del Cerro del Tepozteco, en ese apacible pueblo se han celebrado rituales que van de la edificación de una pirámide al borde del abismo a la caída libre como forma de rezo y reintegración orgánica a la naturaleza. Escenario de humos sagrados y desplomes sacrificiales, Tepoz combina el buen gusto con la falta de agua, es decir, que el lujo y el descanso pasan por el respeto a la ecología y a las tradiciones atávicas. Si alguien construye una cisterna de muchos metros cúbicos, le dice ``apantle''. El cielo tepozteco no sólo es atravesado por gallitos de badmington sino por buenas vibras. Gracias a esta atmósfera trascendente, las molestias que en otros sitios reciben la benigna calificación de ``pintorescas'', ahí se vuelven francamente ``mágicas''. Con la cítara y los manteles adecuados, el calvario digestivo de comer flores empanizadas es una comunión que transforma en botana a los dioses vegetales. Si uno va a Miami y descubre que está hospedado en un hotel de brujos, no es difícil pensar en excesos narcosatánicos y en un vudú que incluye cuernos de chivo. Pero las amenazas de otros lares son positivas en Tepoz, donde la brujería contribuye tanto como el aire a purgar los intoxicados espíritus capitalinos. Ciertos visitantes buscan un alivio parcial para los males de la civilización. Durante el fin de semana, meditan a la sombra de un tabachín y beben té de pelos de elote. A las diez de la noche del domingo, estos lamas de ocasión se ponen los zapatos y manejan con furia rumbo a la ciudad de México. A juzgar por su bronca fama, los lugareños no parecen muy enterados de estar en un centro de energía positiva. Quienes dan el toque cultural definitivo a Tepoztlán son los transterrados que han abierto escuelas, librerías y panaderías en las que se usan más semillas que harinas. No es de sorprender que entre estos pioneros prosperen oficios que armonizan con el cosmos: la astrología, la medicina naturista, la agricultura sin fertilizantes. A diferencia de lo que ocurre en tantas tierras vírgenes vejadas por la especulación y la codicia, mudarse a Tepoztlán supone la simultánea exaltación del adobe y el ecosistema. Sin embargo, como ocurre en toda empresa humana, el proyecto de colonización no ha estado libre de esnobismos ni del muy espontáneo afán de embaucar al prójimo. El empeño de pasteurización espiritual ha creado ``profesiones mixtas'' que por su condición ocultista no se acreditan ante academia alguna, como la danzoterapia, la jardinería simbólica y la decoración de interiores psicológicos. Estas disciplinas se fundan en la idea de que el entorno y la marea de las cosas deben provocar un influjo benéfico en la mente. En otras palabras, si tienes un sofá, no sólo debes pensar, a la manera de Jean Baudrillard y su ``sistema de los objetos'', que los cojines representan un compuesto familiar (por ejemplo, al padre y a un sobrinieto), sino que su ubicación en la casa determinará la conducta de los habitantes. Cambiar el rectángulo de formica por una mesa redonda de ayacahuite puede solventar más neurosis de la que uno imagina. En este esquema, la carpintería y el diseño le dan la mano a la esoteria. Desde Lineo y Le Notre, los jardineros tienen una amplia tradición en el cultivo de campos simbólicos. El rasgo más singular de la presente utopía aparece en los oficios que antes se manifestaban como exterioridad pura, como una práctica sin filosofemas. Ahora, los cargadores de gas, los electricistas y los artesanos se han vuelto alternativos. El plomero alternativo sabe que el ondulado cespol bajo el lavabo deriva su nombre de cesspool (cloaca selectiva que ``deja pasar los líquidos y retiene los sólidos''), que esta palabra fue un insulto socorrido en el teatro isabelino, que su trabajo es escatológico porque atañe a las deyecciones finales y que los pelos y los objetos perdidos tienen valor oracular. ``La vida se conoce por sus restos'', es el lema de uno de estos chamanes de tubería. El plomero alternativo es perfecto para saber qué dicen de ti las entrañas de tu casa. Ahora bien, si lo que necesitas es que te destapen el excusado, más te vale salir de la utopía y volver al escabroso mundo real, dominado por la sosa cáustica, las bombas de hule y los plomeros meramente clásicos.
|
¿Cómo se inventa un juego como el ajedrez? La prueba de que no ha de ser fácil está en la ardua dificultad de idear otras piezas con movimientos diferentes a los del ``alfil oblicuo, la torre directa y los peones agresores''. Una pieza se define por sus reglas de movimiento. Esta dificultad puede apreciarse si se dibuja un tablero, no con las acostumbradas 8 casillas, sino con 12 por lado. Situadas en ese supertablero las 8 piezas conocidas, 2 torres, 2 caballos, 2 alfiles, rey y reina, tienes tú que inventar las reglas de movimiento de las 4 faltantes. Supongamos que las duplicas, como torre, caballo y alfil, de todos modos está picudo que diseñes los movimientos de 2 piezas de modo que resulte algo tan (aparentemente) sencillo y tan interesante y consistente como las piezas ya conocidas. Una de estas piezas nuevas y nunca vistas podría llamarse, por ejemplo, ``el bombardero'' y puede, con ciertas reglas, pasar, como el caballo, por encima de otras piezas. Ahí hay una idea, pero encontrar esas ``ciertas reglas'' de movimiento es lo que, quién lo diría, tiene su chiste. Este juego en tablero desmesurado existe y se jugaba. Alfonso X el Sabio lo llama en su libro sobre el ajedrez ``gran juego'', y en la India se lo describe en el Bhavishya Purana: sus piezas representaron animales mitológicos. El ajedrez nos parece ahora un juego absoluto, por eso nos sorprende que haya conocido muchas vacilaciones y variantes, antes de alcanzar su forma actual. De hecho esta forma definitiva no se estableció sino hasta mediados del siglo XVII. La reina, por ejemplo, dice el artículo sobre el tema en la Enciclopedia Británica, sólo podía moverse una casilla, hacia los lados, y era, por tanto, una de las piezas más vulnerables del tablero. Tampoco se llamaba ni era reina, sino ``ministro'' o ``consejero'' (secretario de gobernación lo llamaríamos nosotros), en árabe mudabbi o wisir (el famoso visir de los cuentos) y en persa fersan o fers, pero, dicen, el término fersan pasó al francés como fierce, y luego vierge, virgen. Cómo sea, el cambio de sexo y el aumento de poder de la superheroína actual fue un acto de galantería occidental, desconocida en Oriente. El alfil se llamó en persa pil, que quiere decir elefante. Y se movía diagonalmente, pero sólo dos casillas como máximo. ¿Qué tanto se complicaría para los grandes maestros el juego si volviéramos a esta vieja regla limitadora? Ahora bien, como en árabe no hay letra p, pasó de pil a fil que, con su pronombre árabe dice al-fil. En los países del norte el elefante se hizo obispo. Parece ser que eso obedeció, entre otras cosas, a decisiones de los que tallaban las piezas en hueso o marfil. En la actualidad, si en un ajedrez se representa un elefante,Êla pieza nunca es el alfil, sino la masiva y poderosa torre, pero la torre, en la India, era el carro de combate, destinado a proteger el flanco. Titus Burckhardt especula que ``si se traspone el significado de las diferentes piezas del juego al orden espiritual, el rey será el corazón o espíritu y las demás figuras serán las diversas facultades del alma. Sus movimientos, además, corresponden a diferentes maneras de realizar las posibilidades cósmicas representadas por el tablero: hay el movimiento axial de las `torres' o carros de combate, el movimiento diagonal de los `alfiles' o elefantes, que siguen un solo color, y el movimiento complejo de los caballos. La marcha axial, que `corta' de través los diferentes `colores', es lógica y viril, mientras que la marcha diagonal corresponde a una continuidad `existencial' y, por lo tanto, femenina. El salto de los caballos corresponde a la intuición''. ¿Será cierto? Desde su origen, hay tendencia a formular complejas interpretaciones alegóricas del ajedrez. ¿Cuál es el origen del juego? Todo indica que nació en la India, y ya su legendario inventor, el príncipe Balhit, mandó hacer un libro, el Bhavishya Purana, ya mencionado, que encierra interpretaciones metafísicas y lecciones morales del ajedrez. No entraremos en las delirantes alegorías que crecen desde el ajedrez como selva del Indostán. Basta decir que empiezan con el tablero de 8 por 8, el sagrado ashtapada, donde el Vastu-mandala hace cristalizar el tiempo y el espacio, y se desenvuelven por los rumbos del espacio no los acostumbrados 4, sino 8 para ellos, hasta abarcar los cuerpos celestes, los ``planetas'', también 8 (el sol, la luna, los cinco planetas visibles a simple vista y Rahu, ``el astro oscuro'' de los eclipses), los signos del zodíaco y los ciclos del universo. Examinaremos otras cosas, pero será hasta la próxima vez.
``¡La información debe ser libre!''
Como muchos otros eslogans y máximas que a fuerza de repetirse pierden su significado, estamos olvidando lo que quería decir este grito de guerra ciberpunk. La libertad de la información equivale a que el acceso a la misma debe ser irrestricto, debe estar al alcance de todos y debe ser gratuita. Este ideal ha guiado a generaciones de hackers (piratas cibernéticos) y a millones de cibernautas, que rechazan la idea misma de tener que pagar por cualquer material o servicio en Internet. El problema es que las grandes corporaciones están colonizando la red y en general no comparten el idealismo democratizador de los demás cibernautas. Internet fue abierto al público cuando se pensaba que no se podría convertir en negocio. Pero desde la aparición del World Wide Web en 1990, las posibilidades comerciales de la red han aumentado de manera apabullante; en Estados Unidos esto se ha traducido en varias ofensivas legaloides, destinadas a proteger los derechos de autor y crear los mecanismos para llenar la ``superautopista de la información'' de casetas de cobro virtuales.
La ley NET
La evolución de la red de comunicaciones digitales podría compararse a un edificio que construyen muchas personas sin un plano general. Cada quien tiene su propia idea de cómo debe ser y para qué va a servir el edificio. Los constructores hacen lo que consideran necesario para llegar a su objetivo sin ponerse de acuerdo con los demás, por lo tanto tienen confrontaciones continuas y tratan de imponer su voluntad por cualquier medio. Nadie sabe ni siquiera si algún día el edificio va a quedar terminado, y aunque así fuera nadie podría afirmar si va a servir para algo o si se derrumbará en cuanto pongan el último ladrillo. Esta incertidumbre resulta muy incómoda a la gente y empresas que hoy están invirtiendo millones de dólares en Internet: necesitan que sus intereses sean protegidos y muchos de ellos están dispuestos a comprometer la libertad de este singular medio a cambio de los posibles beneficios económicos que recibirán. Entre todas las conspiraciones que circulan por Internet, destaca la ley NET (No Electronic Thef: ``No al robo electrónico''), un verdadero complot entre legisladores, empresas trasnacionales y defensores radicales de la ley del derecho de autor, la cual fue aprobadaÊdiscretamente por Bill Clinton el 16 de diciembre del año pasado. Esta ley determina que es un crimen federal distribuir o poseer sin autorización copias electrónicas de material protegido con valor superior a 1,000 dólares. La ley determina que hay tres niveles de gravedad de la falta, que dependen del valor del material y de violaciones anteriores existentes. Las penas pueden llegar a la imposicion de multas de 250 mil dólares y seis años de cárcel. Lo más interesante es que esta ley no contiene exenciones, como aquellas que permiten que instituciones educativas o bibliotecas hagan fotocopias de libros, que se citen párrafos en otras obras y que se permita prestar o revender libros de segunda mano.
Las líneas de crédito
Las reproducciones digitales (ya sea de textos, imágenes o software) son fáciles de hacer, casi gratuitas y absolutamente fieles al original. Esto es grave para los productores grandes y chicos de ``contenido'' (término genérico que se aplica a cualquier tipo de obra intelectual), quienes están exigiendo la creación de mecanismos que los ayuden a proteger sus materiales. El problema es que la protección de los derechos de autor seguramente estará relacionada con la aplicación de tecnologías que vigilen en permanencia al cibernauta y le cobren directamente a su cuenta de crédito todos los derechos que le correspondan. De esa manera podremos leer un texto en línea por una tarifa y por otra podremos imprimirlo o bajarlo a disco. Nuevos chips en nuestras impresoras podrán contabilizar (a la manera de taxímetros) el número de páginas, el costo, y eventualmente enviar el pago correspondiente (incluso sin requerir nuestra autorización). En el otro extremo tenemos las ideas que propone la tecnogurú Esther Dyson, hija del famoso científico y futurólogo Freeman Dyson. En su reciente libro Release 2.0 A Design for Living in the Digital Age, la presidenta de la exitosa empresa Edventure, asegura que, en vez de tratar de proteger los derechos de las obras intelectuales, los creadores deberán regalar sus obras con el fin de ganar reputación en el espacio virutal y de esa manera obtener trabajos como asesores o conferencistas. Dyson considera que el negocio principal de la era de la red será diseñar nuevos productos, nuevos procesos y nuevos modelos comerciales: ``...en un mundo donde la ventaja competitiva viene ya sea de nuevos diseños o de la atención del público, los triunfadores serán aquellos que se hagan notar''. La lideresa del famoso PC Forum no es ingenua (como lo demuestra su enorme talento para vender sus ideas acerca del futuro); no obstante, su perspectiva optimista no parece menos inquietante e inaceptable que la sórdida amenaza de una red que sólo se pueda recorrer a bordo de una tarjeta de crédito.
Naief Yehya
|