La Jornada Semanal, 15 de marzo de 1998
En este texto, el gran novelista español Javier Marías expresa su indignación por la interminable cadena de asesinatos perpetrados por la organización terrorista ETA. Conocido frecuentador de Shakespeare, el autor de Todas las almas se apoya en un parlamento de Otelo para entender el significado profundo de una atroz realidad política.
Pues nada, pues ya está, ya tenemos bien empezado el año y nada ha cambiado, como estaba previsto, o acaso para un poco peor. Ahora no ha sido un modesto concejal de algún lugar del País Vasco, sino uno de la ciudad de Sevilla y por el mismo precio su mujer que lo acompañaba andando de vuelta a casa. Tiro en la nuca y fuera. Tiro en la nuca y fuera, ya está, dos menos, dos personas menos en el mundo, dos que por lo visto le sobraban al asesino y a sus patronos, los que dan la orden: Mira, tú, tiro en la nuca y fuera, y de paso a ella también, tiro en la nunca y fuera, total, y así verán cómo nos las gastamos y que nos llevamos por delante a quien sea, ancianos, mujeres o niños, el Conflicto y la Patria están por encima de todo, faltaría más, qué es una tía casada con un político al lado de Eso, y además una meridional de mierda, es como el polvo que se sacude uno de los zapatos, no es nada, su vida es una abstracción, nada cambia porque viva o muera, y la Causa es la Causa. ``Es la causa, es la causa, alma mía, no dejéis que os la nombre, castas estrellas: es la causa.'' Eso recita Otelo antes de asesinar a Desdémona, al comienzo de su monólogo que muchas veces he citado. Y se hace la reflexión siguiente, después de decir ``Apaga la luz, y luego apaga la luz'': si yo apago la antorcha, puedo devolverle luego su luz anterior, si me arrepintiera; pero una vez apagada la tuya, no podré ya volver a encenderla, y cuando haya arrancado la rosa no podré insuflarle su crecimiento de nuevo, y se marchitará por fuerza. Y aún así cree Otelo que debe matar a su mujer Desdémona y así lo hace, a sabiendas de lo irreversible del acto, si hubiera de arrepentirse.
No creo que los asesinos del concejal sevillano y su esposa actúen ni siquiera a sabiendas, no creo que reflexionen nada parecido a lo que se dice a sí mismo Otelo, o a Desdémona en su sueño. Porque ni siquiera es cierto que creyeran que debían, ni que les sobraran sus víctimas, ni a ellos ni a sus patronos (porque ETA es una empresa, y no pequeña ni mediana, qué creían). Ni sobre todo a los 150 mil individuos que votan cada cuatro años por el partido que defiende y justifica a aquéllos y les presta voz y argumentos, si es que puede así llamarse a la repetición incansable y hueca: el Conflicto, la Patria, el Pueblo, la Causa. También ellos salen a cenar los viernes y a tomarse unas copas con los amigos, y sin duda se sienten seguros de que nadie va a venir por la espalda a pegarles un tiro en la nuca, porque saben que ``los otros'' no hacen eso ni quieren que lo haga nadie en su nombre, y que cuando unos desalmados empezaron a hacerlo tiempo atrás, la reacción de la mayoría, una vez que se supo, fue de rechazo y condena y vergüenza y desprecio hacia esos supuestos salvadores que hasta se dieron nombre: GAL. Cada uno de los votantes del partido interpuesto entre ellos mismos y los asesinos puede ir por la calle tranquilo y montar en su coche sin miedo y no temer por sus padres o hijos si se retrasan y no llegan. Nadie va a ponerles una bomba-lapa, ni a secuestrarlos, ni a destrozar sus comercios ni a prenderles fuego. Nadie va a ir tras sus pasos con un solo pensamiento repetitivo y sencillo: tiro en la nuca y fuera, tiro en la nunca y fuera, uno menos, dos menos, sobraban. ``Los otros'' no tienen Causa.
Ese inicio del monólogo de Otelo es uno de los pasajes más célebres de la obra de Shakespeare y también uno de los más oscuros. ¿Qué significa eso, qué quiere decir Otelo, a qué causa se refiere? Porque ni siquiera dice ``Esta es la causa'', sino ``Es la causa'' tan sólo. Sostienen algunos exégetas que el sentido es más o menos equivalente a esto: ``La causa es lo único que importa ahora.''
Hace siglos que se piensa y piensa cómo terminar con esto. Parece claro que los únicos que pueden lograrlo son los que lo fomentan y apoyan, los que lo quieren. La única posibilidad es que dejen de quererlo un día. Son 150 mil ciudadanos. Bastaría acaso con que se pararan a pensar un momento como Otelo, y vieran que para ellos no hay causa ninguna por la que matar a marido y mujer que regresaban el viernes de madrugada a casa. A ellos no podían sobrarles, no hasta el punto de asentir sin un pestañeo a la orden: tiro en la nunca y fuera, tiro en la nuca y fuera. Y de cumplirla.