José Agustín Ortiz Pinchetti y José J. César Arzani
El perfil de una reconciliación nacional

La enorme dosis de sentido común, de autocontención en todo aquel proceso, la capacidad para improvisar, para superar obstáculos, para no plantear venganzas, para no hacer planteamientos vindicativos... esas cosas que hicieron que la Transición fuera casi obra maestra.

Felipe González

La reconciliación nacional y el perdón parecen cuestiones de realismo pragmático (no una idea propia de apaciguadores); sin ellos México no podrá completar su transición política. No podrá restablecerse la confianza que nos permita mantener el ritmo de la actividad económica y que impida otra crisis de final de sexenio.

No podremos garantizar la paz; la rijosidad de los protagonistas y la confusión que provocan sus disputas irán en aumento, con consecuencias que podrían ser desastrosas. Se impone imaginar el perfil de un acuerdo de reconciliación. No se puede describir a detalle en un artículo como este, pero a título de ejemplificarlo y por sentido común, significaría al menos:

1) Un acuerdo general que le sirva de marco. Incluso es probable que fuera necesaria una ley de transición semejante a la ley del diálogo para la paz en Chiapas, como sugiere uno de sus autores más destacados, Alberto Shekely.

2) Un nuevo sistema de exigibilidad, rendición de cuentas y control gubernamental que sea ejercido por un órgano de Estado ciudadanizado como en el modelo del IFE.

3) Una amnistía completa de los delitos políticos cometidos por opositores al régimen, incluso los de actividades subversivas, salvo a los culpables de homicidio comprobado.

4) Una amnistía respecto de responsabilidades de servidores públicos en faltas y delitos que no impliquen atentados contra la economía nacional, traición a la patria, o ataque de las personas. No podría incluir el perdón de los delitos graves derivados del narcotráfico. Esta es la renuncia a la vindicación, un trago amargo pero necesario para eliminar resistencias y dejar atrás el pasado.

5) Amnistía fiscal gradual y proporcional; no sería tan benigna con los grandes causantes como con los medianos y pequeños; trataría de favorecer sobre todo a las empresas pequeñas, micro y causantes personales. No podría significar la descapitalización del gobierno. Sería indispensable obtener un financiamiento internacional blando, en intereses y plazos que permitiera garantizar simultáneamente la lenta absorción de los adeudos y la recuperabilidad de los recursos sin detrimento de los servicios que el Estado debe prestar a la comunidad. El fin del terrorismo fiscal significaría superar uno de los mayores agravios padecidos por los mexicanos en los últimos años.

6) La revisión del gasto social orientado al desarrollo, para favorecer la creación de empresas y el arraigo de los trabajadores y sus familias y el crecimiento económico en las zonas más pobres o proclives a la violencia. Es muy probable que estas medidas no pudieran ser financiadas sin una renegociación de la deuda externa, de sus servicios y de la ampliación de créditos externos blandos y altamente controlados en su origen y en su administración por el Congreso y la sociedad.

7) Otra medida que se antoja indispensable es la reducción drástica de la inseguridad, flagelo máximo que han soportado los ciudadanos. Esto implica la reorganización a nivel nacional de la policía. Es evidente que los ``cuerpos de seguridad'' son factores decisivos en la organización del crimen. Hay medios tecnológicos para controlar a los agentes de ``seguridad'' y eliminar a los delincuentes. La reorganización de la policía debería ir acompañada por una campaña de relegitimación de estos cuerpos.

8) Es indispensable, también, que las reformas del artículo 16 que está en curso, sirvan para reforzar y no para destruir las garantías individuales de vida, seguridad personal, domicilio, propiedad, etcétera.

El eje de todas las medidas que podríamos imaginar, sería la voluntad juarista de evitar que uno u otro bando se proponga aniquilar políticamente al contrario. Es indispensable imbuir un espíritu de mayor respeto al derecho ajeno y de relativización del derecho propio, para dejar atrás el pasado y lograr con generosidad, autocontención y eliminación de la venganza, concesiones y renuncias mutuas, una nueva Restauración de la República.