La memoria de campaña aporta claves sobre el caso Colosio
Ciro Gómez Leyva, especial de la revista Milenio para La Jornada Ť Existe una memoria de la campaña de Luis Donaldo Colosio, escrita, seguramente, por el equipo de seguridad y logística. De otra forma no habría tanta precisión en los tiempos de llegada y salida, en la duración de las comidas y las juntas, ni listados tan completos de los participantes en las reuniones de trabajo. Son cuatro tomos de pasta dura titulados Memoria y estadística, que registran minuto por minuto la historia de aquellos 116 días (28 de noviembre de 1993 al 23 de marzo de 1994), todavía cubiertos de misterio; paso por paso, cada uno de los 25 mil 291 kilómetros recorridos; texto por texto, cada una de las 180 intervenciones públicas de Colosio candidato; nombre por nombre, cada uno de los 455 oradores que leyeron discursos ante el sonorense que no sería presidente.
El primero de los tomos registra la historia de noviembre y diciembre de 1993. El segundo, la de enero de 1994. El tercero, la de febrero, y el cuarto la del primero al 23 de marzo. Volúmenes que permiten contar con mejor información, pero que, sin duda, resultarán decepcionantes para quienes quieran llegar rápidamente a esos nefastos atajos en donde se fabrican culpables y se localiza con minuciosidad novelesca a los asesinos. Son libros invaluables para volver a sacudir el polvo y reconsiderar nuevos pasajes de esa campaña accidentada y trágica.
Existen, además, un millar de fotografías, algunas de las cuales reproducimos en este número. La historia, pues, y pese a lo que muchos desearían, sigue viva.
A partir de la recuperación de momentos consignados en Memoria y estadística y de entrevistas con los personajes de la historia, presentamos una reinterpretación de 20 momentos de la campaña. A cuatro años de distancia parece incontrovertible que Carlos Salinas de Gortari sí le pidió a Colosio posponer el arranque de la campaña: que las grandes decisiones en Chiapas se tomaron al margen de los intereses del candidato; que los rumores desquiciaron en todo momento la planeación y organización; que las señales contradictorias de Los Pinos y el curso de los acontecimientos en Chiapas generaron una brutal cantidad de contradicciones en la campaña; que, en efecto, sucedieron cosas raras, como las de Monterrey, el 14 de marzo; que Ernesto Zedillo no entregó una sino varias cartas de crítica a Colosio, y que nada puede probar aún que el candidato recibió telefonemas de Los Pinos el 23 de marzo.
Domingo 9 de enero
Luis Donaldo Colosio sale de Los Pinos. Ya bien entrada la noche, anuncia a la élite del equipo que Carlos Salinas de Gortari le ha pedido que posponga el inicio de la campaña. Colosio es muy prudente. Les explica que la recomendación presidencial es legítima, que Salinas está preocupado por su seguridad. Y a las preguntas de qué van a hacer mañana, lunes, responde con ánimo resuelto:
--Vamos a arrancar, no nos vamos a rajar.
El equipo se marcha motivado. El lunes 10, al mediodía, Salinas de Gortari corre al secretario de Gobernación, Patrocinio González, y nombra a Manuel Camacho comisionado de Paz en Chiapas. En Huejutla, minutos antes de que inicie el primer mitin de la campaña, Colosio recibe la noticia. Dice al equipo que no esperaba eso, que de haberlo sabido, se los habría dicho anoche.
La campaña, en fin, ha comenzado. Reportes: los camiones se pierden en las carreteras; el coordinador general, Ernesto Zedillo, ha extraviado su chamarra; se perdió también el médico de cabecera, Guillermo Castorena; Colosio pierde también la sonrisa de seductor cuando se da cuenta que alguien ha tenido la brillante idea de rematar el mitin con cohetones desalmados. Un caos. Un desastre.
Martes 11 de enero
Samuel Ruiz llega a la ciudad de México. Tiene media docena de entrevistas. Pero el motivo central de su visita es acompañar a Manuel Camacho en su primer viaje a Chiapas en calidad de comisionado para la Paz. Mañana saldrán a las 7:00 en un Fokker 100 de Aviacsa con destino a Tuxtla Gutiérrez. El obispo habla y explica, cuenta y describe. Su frase de batalla es: ``Si no se comprende una cosa, no se comprende nada; la causa es más grande que el grupo''.
La campaña de Colosio vive un segundo, triste día. Al llegar a San Luis Potosí suena un celular. Colosio se tensa. Ordena que todos salgan de la cabina principal del camión. Salen Liébano Sáenz, Domiro García, Mario Luis Fuentes, Guillermo Hopkins, Ricardo Canavati. Es una llamada de Manuel Camacho y de Samuel Ruiz. ``Sí, bien, sí, bien'', se limita a decir. Tres minutos después hilvana una frase.
--Está bien, hay que hacer todo lo posible para que esto se resuelva.
Colosio conoce la noticia de que, en las próximas horas, Carlos Salinas de Gortari anunciará una tregua unilateral en Chiapas. Sus comentarios son profundamente escépticos.
Lunes 17 de enero
Comienza la segunda semana de la campaña
Cada día es más inquietante que el anterior. Hoy, por ejemplo, tomaron fuerza los rumores de que Luis Donaldo Colosio renunciará a la candidatura. Rumores que conspiran no sólo contra la autoestima y el ánimo, sino contra la planeación y el orden.
Colosio está desfondado. La agenda marca una comida privada con veracruzanos notables con la laguna de Catemaco de fondo. Pero no quiere convivir con ellos. Hoy no. Llega a las carreras. Pasa por algunas mesas. Intercambia breves comentarios con Ernesto Zedillo, con Roberto Hernández, con alguien más. Y se va a una cabañita a comer con sus asistentes y con los dueños del hotel.
Miércoles 19 de enero
Suena un celular. Es el gobernador Manuel Cavazos Lerma. El camión está a punto dedejar atrás Veracruz para adentrarse en Tamaulipas. En la carretera está esperando Cavazos Lerma. Quiere hablar con Colosio:
--¡Que se vaya a la chingada, no tengo nada que hablar con ese cabrón! --dice negándose a tomar el celular--. Ya les dije, chingada madre, que no quiero gobernadores en la campaña.
Pero esos recados nunca se transmiten de manera textual, así que al entrar a territorio tamaulipeco ahí está el gobernador con su sombrero. Lo acompaña el futuro diputado Antonio Sánchez Gochicoa. El camión se detiene. Suben los dos. Colosio apenas cuida las formas. Tres minutos. Baja el gobernador, se queda Sánchez Gochicoa. Lo mandan a los asientos de atrás para que le curen una jaqueca. El candidato se encoge. Son días muy tensos. Repasando unas tarjetas, saca una conclusión que transmite a su equipo:
--Salinas se está equivocando. Está muy nervioso y muy asustado.
En la noche, Colosio recibe en su habitación a Cavazos Lerma.
Miércoles 26 de enero
A las 20:30, en las oficinas del PRI, el candidato recibe al flamante gobernador interino de Chiapas, Javier López Moreno. Colosio le expone la urgencia de que la campaña pase por Los Altos y las cañadas. Al marcharse López Moreno comienza una junta con el grupo de evaluación. Participan María de las Heras, Liébano Sáenz, Samuel Palma, Javier Treviño, José Luis Soberanes, Cesáreo Morales, Guillermo Hopkins, Melchor de los Santos, Marco Antonio Bernal y el presidente del PRI, Fernando Ortiz Arana. Colosio sigue de muy mal humor. Su diagnóstico es que la campaña no despega. El grupo desliza críticas contra el concepto de campaña ciudadana del coordinador general, Ernesto Zedillo, ausente esa noche. Quieren mítines y relaciones más tradicionales, ruido, acarreos. Los más severos dicen que las ideas de Zedillo pueden ser muy afortunadas para ganar votos en Suecia. Colosio sonríe, pero los detiene:
--No es por ahí. Hablen con Ernesto.
Miércoles 9 de febrero
La campaña parece escapar del engranaje desolador de los primeros días. Hay un mitin concurrido y cálido en la populosa colonia Insurgentes de Guadalajara. Mario Luis Fuentes aplica los criterios que Colosio ha subrayado hasta el empalago: que no se vean los guaruras, no meter templetes, aprovechar los montículos, los escalones; no alterar, en fin, la fisonomía de los lugares por donde van pasando.
La muchedumbre arrincona al candidato. Un indefenso Colosio queda prensado contra una pared de ladrillo a medio terminar. Una señora trata de bendecirlo pero termina provocándole una pequeña herida en la barbilla. Nada de cuidado. El jefe de asistentes, Germán González Castillo, le pasa un pedazo de algodón. El doctor Castorena lo inyecta más tarde contra el tétanos. Por la noche, Colosio cena con empresarios locales en casa de Jorge Martínez Güitrón, cabeza (junto con su hermano José) del poderoso Grupo Sidek, que en menos de un año caerá en desgracia. ``El empresariado mexicano es priísta'', brinda el anfitrión. ``En donde no gane el PRI, paramos las inversiones, como le hicimos en Michoacán''.
Miércoles 16 de febrero
Una mañana con los ex presidentes. Desayuna en la biblioteca de Luis Echeverría, en Santiago 216, San Jerónimo. Hora y media de charla. Sale de buen humor. A las 10:25 llega a la Casa del León Rojo, en Francisco Sosa, Coyoacán, para tomar café con Miguel de la Madrid. Por la noche, en el hotel Nikko, en Polanco, tiene lugar la que será la primera reunión pública de financiamiento de la campaña. Organiza una hermosa mujer: Dalia Conde, junto a Ernesto Zedillo y el secretario de Finanzas del partido, Oscar Espinosa, se pasean célebres apellidos de la ciudad. Colosio departe con Estéfano Conde, Raquel Bessudo y un largo etcétera.
Más adelante se registrará que Dalia Conde no entregó el dinero recaudado en esa cena sino hasta semanas después del asesinato de Lomas Taurinas, que fue la propia Diana Laura quien tuvo que recordárselo y que el dinero se depositó en una cuenta a nombre de los niños Colosio Riojas.
Jueves 17 de febrero
Después de vaivenes y extravíos, la gira llega al puerto de Acapulco. Saben que la prensa sólo tiene ojos para Manuel Camacho, quien a esas horas debe estar atestiguando la liberación de Absalón Castellanos y escuchando algún elogio zapatista. El candidato viene de muy mal humor. En la noche, camino a una reunión con el obispo de la ciudad, Colosio le pide unas tarjetas de apoyo al general Domiro García, quien horas antes, en los empujones, se había roto el dedo meñique. El general las busca trabajosamente en el pequeño portapapeles que siempre cargaba consigo. A los cinco, seis, siete segundos, Colosio pierde la calma ante la pazguatería del nervioso militar que, sin fortuna, pasaba y repasaba tarjetas.
--¡Qué pasó, general! --lo apura de mala manera.
--Un segundo, señor --responde Domiro pasando y repasando tarjetas sin levantar la vista.
Colosio tira un zarpazo para arrebatarle el portapapeles con tan mala fortuna que las tarjetas terminan en el suelo. Domiro se arrodilla para recogerlas, Colosio explota:
--¡General, no se hinque, un general nunca debe estar de rodillas!
Hincado, humillado en público, Domiro le alza la voz a su jefe por primera vez en la campaña:
--¡Y cómo quiere que las busque, señor!
Martes 22 de febrero
Termina mal el mitin en la explanada del Injudet, en Villahermosa. Vuelve a fallar el ``esquema Colosio'' de seguridad. Unos jóvenes apedrean las camionetas de la comitiva. Reina otra vez la incertidumbre y el desánimo. Camacho está en todas las primeras planas. La foto en que aparece tomando la bandera nacional con el subcomandante Marcos es recuperada por los diarios extranjeros. El jueves 24, en un trayecto entre Campeche y Yucatán, aparecen intermitentemente encapuchados al borde de la carretera. No son agresivos, simplemente saben que Colosio pasará y quieren mostrarle su fe marquista.
--Es la moda --comenta el candidato mientras saluda desde la ventanilla a otro grupo disfrazado con pasamontañas de estambre--. Las izquierdas andan entusiasmadísimas. No me cae mal ese Marcos. El problema son sus métodos.
Jueves 3 de marzo
Día de prensa y preparativos para el ``estratégico'' viaje a Chiapas. Colosio recibe en la mañana al editor español Jesús de Polanco y en la tarde al reportero Elías Chávez, de Proceso, así como a un crew de la televisión canadiense. Todavía en la mañana, Ernesto Zedillo le había aconsejado eludir el compromiso con Proceso.
--Pinche Ernesto, dice que me van a madrear --comentó de muy buen humor.
Horas después de la entrevista, el reportero de Proceso telefoneó al candidato para decirle que había olvidado hacerle una pregunta sobre José Córdoba. Y a pesar de que Colosio tenía preparada la respuesta (la ya muy difundida ``Trabajará en el gobierno hasta el último día de la gestión de Carlos Salinas''), decidió no contestar.
--Que se chingue, pa' que aprenda --dijo mientras revisaba la minúscula lista de quienes lo acompañarían a la zona de conflicto de Chiapas.
Ni siquiera informarían a los reporteros que cubrían la campaña.
--¿Para qué? --explicó Colosio--. Los que importan ya están allá desde hace dos meses.
El general Domiro García fue el encargado de hacer las llamadas de medianoche para comunicar que la gira se cancelaba de nuevo.
Colosio no dio explicaciones al equipo. Se registró en el IFE a las 10 de la mañana y se encerró en el edificio del PRI. A la hora en que debería estar volando a Chiapas, concedió audiencia al chiapaneco Roberto Albores.