Tras varios días de intensa discusión en la dirección nacional de Refundación Comunista, las posiciones mayoritarias del secretario general, Fausto Bertinotti, y las minoritarias del presidente del partido, Armando Cossutta, ex dirigente histórico del viejo Partido Comunista Italiano (PCI), serán discutidas (y zanjadas) a mitad de 1999 en el Congreso nacional del PRC. En éste, por lo tanto, no sólo estará en juego la estabilidad y supervivencia de la actual mayoría gubernamental, sino también la colocación política de una muy influyente fuerza social y sindical (que tiene 10 por ciento de los votos, pero que pesa más que eso en la sociedad) tanto en Italia como a nivel de toda la izquierda europea y mundial.
En esencia lo que se discute es lo siguiente: Cossutta dice que el Partido Democrático de Izquierda (PDS) --vieja rama mayoritaria del ex PCI que ha abandonado ahora toda traza de su pertenencia comunista y, adoptando el símbolo de la rosa, se integra en la Internacional Socialista-- no es ``liberalsocialista''. Por lo tanto hay que mantener ante ellos a toda costa una política única, aunque deriven a la derecha. Por otra parte, según el presidente del PRC, éste no puede basarse en los movimientos (juveniles, de desocupados, de mujeres, etcétera) ni en la rebelión de las capas sociales radicalizadas, sino que deben, por el contrario, prestar gran atención a la actividad institucional (parlamento nacional y órganos legislativos locales) y buscar un frente con los sectores tradicionales (cooperativas y organizaciones campesinas en particular). Para Cossutta, el clásico partido de Togliatti ``de oposición y de gobierno'', moderado e institucional, es el ejemplo. De ahí se desprende que, frente al gobierno de centroizquierda donde es mayoría el PDS, el PRC debe ser la izquierda crítica, sin suspenderle el apoyo aunque lleve a cabo una política con resultados sociales muy adversos a los trabajadores y los más pobres, porque representaría el mal menor frente a la derecha clásica.
Para Bertinotti, en cambio, el partido no puede reducirse a una actuación parlamentaria dentro del régimen y como conciencia crítica del mismo, ni debe subordinar su acción de masas y en la sociedad al sostén del gobierno neoliberal y al trabajo parlamentario. Sostener indefinidamente un gobierno neoliberal aunque de centro que no adopte al menos alguna medida importante para aliviar los trabajadores llevaría, dice, a aparecer como cómplices de la política que se critica, buscando sólo moderarla. El partido, además, debe ser un partido-movimiento, enraizado en la sociedad, y su fuerza institucional y parlamentaria debe surgir de su capacidad de ofrecer una alternativa. En ese camino, de discusión y enfrentamiento con los partidarios del PDS, se construirán la unidad con ellos y una nueva izquierda anticapitalista sin retroceder hacia el neoliberalismo ni aceptar como modelo el Partido Demócrata de Estados Unidos, como hace el PDS. Las implicaciones políticas del debate son evidentes: o la izquierda, en nombre del realismo, se ubica como parte del sistema o trata en cambio de ofrecer y organizar una alternativa; o gana con maniobras apoyos parlamentarios, o construye sobre posiciones claras fuerzas y voluntades en la sociedad; o busca el gobierno a toda costa o, por el contrario, crea desde abajo posiciones de poder. De ahí la importancia mundial de este debate.
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