No es necesario demostrar el enorme desafío que está representando la elevación de los niveles de empleo en diversas regiones del mundo. A partir de mediados de los años 70, Europa se ha enfrentado a un desempleo creciente y de largo plazo, que en la actualidad ha conducido a que, en promedio para la Unión Europea, la tasa de desempleo ascienda al 10.7 por ciento de la población económicamente activa. En algunos países el problema es mucho más grave, particularmente en España, nación en donde la tasa de desempleo es cercana al 20 por ciento. También en Finlandia, Francia e Italia el desempleo supera el promedio de la Unión.
Este problema puede ser aún más grave en América Latina.
Aunque en muchos casos los datos de desempleo abierto indicarían que en nuestro continente existe pleno empleo, la ausencia de seguro de desempleo determina que el problema de la falta de ocupaciones se manifieste a través del sector informal. En México, por ejemplo, hay diversas estimaciones que indican que alrededor de la mitad de los ocupados se encuentra en el sector no estructurado de la economía. Evidentemente la calidad de estos empleos es muy inferior a la que ofrece el sector formal, tanto en términos de ingreso como de estabilidad.
Uno de los dogmas de la economía contemporánea, el que es promovido activamente por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, es que la causa fundamental del desempleo radica en la rigidez de los mercados laborales. Con esto se están refiriendo a las dificultades que tienen las empresas para expulsar trabajadores, a las limitaciones de los contratos por tiempo determinado y a jornada parcial y a los costos extrasalariales que se derivan de la seguridad social. De aquí que, de acuerdo con esta posición, la clave para aumentar el empleo radica en la flexibilización de los mercados de trabajo. Algunos gobiernos han promovido la modificación de la legislación protectora de la seguridad en el empleo. Sin embargo, los resultados de estas medidas en términos de empleo han sido insignificantes o nulos. También en México, desde hace ya tiempo, se comenta la necesidad de modificar la Ley Federal del Trabajo con el propósito de eliminar las rigideces del mercado laboral que dificultan la creación de empleos.
Para comprender las posibilidades y límites que tiene la flexibilización del mercado laboral como medio para resolver el problema del desempleo, es necesario distinguir entre diversas variedades que puede asumir este problema. Convencionalmente, la ciencia económica distingue entre el desempleo clásico, el keynesiano y el estructural. Cada uno de ellos tiene causas que son específicas y debe ser atacado por medios diferentes. El desempleo clásico es el que tiene su causa en el mercado laboral inflexible que, en último término, determina que el salario sea más elevado que el que equilibra la oferta con la demanda de empleo. Por lo tanto, la flexibilización del mercado laboral sólo podrá resolver el desempleo de este tipo. El desempleo keynesiano está determinado por otra causa, que es la insuficiencia de demanda efectiva. Por lo tanto, si en una economía el desempleo es de esta variedad, la mayor flexibilidad no tendrá efectos sobre el nivel de empleo. Lo que se requiere en este caso es una política encaminada a aumentar los niveles de demanda efectiva, o sea, el manejo de instrumentos fiscales y monetarios que estimulen a la economía.
Por último, el desempleo denominado estructural tiene causas diversas, conectadas con cambios que tienen lugar en la economía. El declive de ciertos sectores genera el cierre de plantas y, por lo tanto, desempleo. Esto se ha manifestado, por ejemplo, en las zonas mineras del carbón y en las ramas del hierro y del acero. En México, la crisis del algodón generó también desempleo estructural. Otra forma contemporánea de este desempleo lo constituye el causado por la apertura económica. Ciertas empresas, al no poder enfrentar la competencia externa, reducen sus niveles de actividad, generando desempleo. La variedad estructural que asume el desempleo requiere de la aplicación de medidas específicas para reducirlo, las que se engloban bajo la denominación de políticas activas de desempleo, que van encaminadas a favorecer la movilidad geográfica y por ocupaciones de la fuerza de trabajo. Por lo tanto, si un país está enfrentado a este tipo de desempleo, la mayor flexibilidad no es la medida adecuada.