Jaime Martínez Veloz
Certidumbre
Ante el riesgo de enfrentamientos armados, toda estrategia debe aspirar como primera tarea a dar certidumbre a la sociedad de que se sigue el camino adecuado.
La negociación entre partes armadas, independientemente de las simpatías que pueda haber hacia uno u otro lados, siempre es mejor que su enfrentamiento. Aun cuando una de ellas tenga superioridad militar sobre la otra y pueda reducirla en unos días o semanas, el costo social, económico, humano y hasta histórico es impagable. Además de los rencores que se generen, en la medida en que no se resuelven las causas últimas del levantamiento, esos mismos rencores pueden evolucionar con el correr de los años a nuevos grupos armados, tal vez más radicales.
Todo este razonamiento que parece tan elemental, da la impresión de que está sepultado en un mar de discursos, bravatas, descalificaciones y hasta amenazas más o menos encubiertas. Es urgente recuperar ese activo que mencionamos al principio: la certidumbre hacia la sociedad.
Una negociación puede ser difícil o casi intolerable, puede ser larga o larguísima y estar sembrada de provocaciones, pero en la medida que la sociedad advierta que hay la intención de ambas partes por llegar a una misma dirección a través del diálogo, se dan las certezas que la sociedad requiere para continuar su convivencia. Se dan las seguridades para que el factor económico invierta y la economía se consolide; se establecen las bases firmes para llegar a acuerdos internacionales y hasta para que los altos funcionarios salgan al extranjero y no sean duramente vituperados.
Como parte de una nación que fue ejemplo de asilo a los perseguidos políticos, que supo ser impulsora fundamental de acuerdos de paz entre partes beligerantes de otras naciones, me parece que el actual espectáculo de vernos como república bananera, xenófoba y violatoria de derechos, es triste e intolerable.
Desde marzo de 1995 y hasta febrero de 1996, con todos sus problemas, la negociación entre gobierno federal y EZLN daba certidumbre a la sociedad. Hoy la pregunta es: ¿la estrategia seguida por las partes, en especial la del gobierno federal, da esas mismas certezas?
No puede haber certidumbre cuando antes se aseguraba que no se enviaría al Congreso de la Unión una iniciativa en materia de derechos y cultura de los pueblos indígenas sin consultarla con el EZLN, y ahora se dice que se mandará una iniciativa con la suma de las posturas de los partidos, las observaciones del propio gobierno, los acuerdos de San Andrés y la propuesta de la Cocopa. Documento mágico que se antoja imposible.
Se descubre, además, que las ``concesiones unilaterales'' al EZLN son como bordar en el vacío, en un acto de desmemoria en el que se omite que algunas de esas concesiones unilaterales se pactaron y se firmaron no sólo con el EZLN, sino ante la Cocopa, la Conai y de cara a la ciudadanía. Las leyes, se asegura, no se hacen en la selva, pero desgraciadamente la historia nos enseña que tampoco se hacen en San Lázaro, sino en las oficinas públicas, desde las cuales se nos condenaba a los priístas a conocer, aprobar y hasta defender apresuradamente iniciativas que muchas veces atraían sobre nosotros el descrédito.
En la 56 Legislatura, los priístas ganamos todas las votaciones camarales, pero perdimos en las calles, en sindicatos, en campos, en colonias y en las ciudades el aval que como partido necesitábamos. Con esas tácticas, por qué sorprendernos que entre 1994 y 1997 nuestro partido haya perdido aproximadamente 7 millones de votos.
Ahora que se avisa que probablemente el PAN y el PRI retirarán sus legisladores de la Cocopa si no se reanuda el diálogo, posición que encierra un ultimátum, los priístas asistimos al hecho de que no sólo se pretende que obedezcamos acríticamente los lineamientos del gobierno sino que ahora los panistas también nos marcan línea. Retirar los legisladores es la peor decisión en el peor momento. Cuando más se necesita de la Cocopa, dos de los principales partidos amenazan con hacer un movimiento que la desarticularía definitivamente. Otra vez parece cocinarse a trasmano una alianza con el PAN para sacar adelante una iniciativa en materia indígena que no desatorará el conflicto y lo llevará a un punto más peligroso.
Ganar las votaciones en el Congreso y perder a los ciudadanos es algo que los priístas no podemos seguir haciendo. Hagamos un llamado a fortalecer la Cocopa, la vía del diálogo, la autonomía del Poder Legislativo, y a retomar una estrategia que recupere ese bien tan preciado que ahora la sociedad reclama: confianza como condición para la paz.
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