Horacio Flores de la Peña
Tiempos de canallas /I

En agradecimiento a los extranjeros que vinieron a compartir nuestros

problemas.

Los acontecimientos políticos de las últimas semanas, me recuerdan un incidente que le ocurrió a la autora norteamericana Lilian Hellman, cuando fue convocada por el Comité de Actividades Antinorteamericanas para interrogarla sobre las actividades políticas de su esposo y de sus amigos lo que le daría base ``legal'' al senador Joseph Macarthy para desencadenar una cacería de brujas.

Ella se negó a contestar arguyendo que en Estados Unidos se vivían tiempos de canallas que deseaban dividir a la sociedad en dos, los perseguidos y los delatores y que en este juego de canallas no participaba y asumía sus responsabilidades.

Algo parecido les pasó a los periodistas acusados por el gobierno de ser antimexicanos y otras cosas peores, utilizando a los múltiples granaderos de la pluma de los medios de comunicación; me gustó que no hubiera una respuesta directa porque hay cosas que, al contestarlas, entra uno al juego sucio de la delación y de los juicios falsos.

Por culpa del gobierno, México vive en un macartismo que aún no representa un gran peligro, no tanto por la intención, como por la torpeza con que se ha manejado, hasta ahora no ha logrado el propósito de dividir a la sociedad en perseguidos y delatores, pero esto no implica que la campaña está cargada de riesgos políticos graves para la sociedad y aún más, para el gobierno porque reduce su grado de confiabilidad frente a la sociedad y patentiza que ha hecho de la mentira su forma de gobierno.

Es necesario parar este macartismo nativo que se inicia para que no nos haga pedazos. La campaña antiextranjera desatada por el gobierno está a punto de abrir un capítulo negro de intolerancia y delación muy lejano de la vida cotidiana del México moderno y de los principios de la Revolución, que tanto prestigio nos dieron en el exterior y que ahora está irremediablemente dañado mientras esta política persista.

Daniel Cosío Villegas publicó un ensayo, La crisis de México, que es quizá de lo mejor que escribió y que al referirse a la Revolución Mexicana afirma: ``...México ha debido tener apenas otras dos fiebres nacionalistas, la primera formó el clima necesario para la Independencia; la segunda dio el triunfo a la Reforma y el mate a la intervención extranjera. En 1910, el nacionalismo se asoció con la elevación cultural del indio exaltando sus virtudes... el nacionalismo jamás degeneró en xenofobia... En realidad puede decirse que no fue el menor ni el más insignificante de sus frutos hacer de México el primer país de habla española, consciente de su cultura, de su lengua y de su raza mestiza e indígena, una actitud y un espíritu que se había perdido en toda la América hispánica, hacía ya un largo siglo''. (Ed. Tezontle, 1949).

En estas tesis crecimos y nos educaron a muchas generaciones que sentimos orgullo en el mestizaje, logrado como en ningún país de América y quizá del mundo. Somos un país mestizo que no repudia nuestras raíces indígenas, europeas y africanas. Nuestro país no ha buscado imitar a ninguno porque estas tres corrientes nos dieron una personalidad cultural propia.

En esto creemos aún, a pesar de los neoliberales; cada día nos parecen más certeras y válidas las tesis de Cosío Villegas y que el chauvinismo es oficial. Ahora, hasta las viudas de Cosío Villegas, y vaya que dejó muchas, les ha de molestar leerlo de nuevo y darse cuenta que la personalidad de un país es algo que no puede cambiar un gobernante, porque es resultado de la cultura y la herencia de siglos y no del capricho político y grotesco del gobernante en turno.

En la realidad se ha hecho de los indígenas los enemigos encubiertos de la unidad nacional y del progreso; muchas gente, imitando a los norteamericanos, cree que el mejor indio es el indio muerto como sostiene la patronal de Nuevo León. Estos al menos son sinceros, racistas y aspiran a ser fascistas y lo admiten, el gobierno lo encubre, pero lo que han hecho en Chiapas lo confirma.

Hoy parece ignorarse que la razón y el talento, tarde o temprano, abandonará a quien se entrega en forma total y sistemática a la mentira. La ideología de la enemistad racial, por indio o extranjero, y buscar un chivo expiatorio como en el caso de los extranjeros, expresa incapacidad para resolver un problema complejo y un enfoque simplista orientado a ocultar la verdad, porque todas las intenciones y actos de mala fe se encuentran en el otro lado, en los demás, y los defectos propios se ocultan o minimizan y aun se justifican. La responsabilidad por los actos negativos siempre es de otro, en este caso de los extranjeros, ellos son los culpables de que no se resuelva el problema de Chiapas, esto de paso elimina la necesidad de reconocer las propias fallas.

El primer signo de madurez en una sociedad democrática es la tolerancia en todos los aspectos de la vida social y política y por toda la población, nacional o extranjera, y el respeto a los valores morales porque, en una sociedad en crisis como la nuestra, muy frecuentemente se sustituyen por perjuicios y éstos son como los dientes, entre más viejos y decadentes más duele tocarlos.