Oyendo y leyendo a Felipe González me siento abrumado. Transmite la sensación de que lo único que puede hacer la izquierda es lo mismo que hacen las derechas: ``apapachar'' a los capitalistas, ya que si éstos no están contentos se viene encima el desastre económico. Adopta una visión tan ``resignada'', tan aceptante del chantaje del capital (aunque diga lo contrario), que los fenómenos sociales cobran en sus palabras las características de leyes naturales. Sería absurdo criticar la ley de gravedad. No nos queda más remedio que aprender a vivir con ella. Esta es la postura que adopta ante los fenómenos económicos el hombre que encabezó el gobierno español durante casi tres lustros: ``No hay fórmulas para contener ni hay fronteras para limitar la libertad de movimientos de capitales''; ``tenemos que acostumbrarnos los políticos a gobernar el `capital humano', porque el `capital' sin más lo gobiernan otros''.
Asume acríticamente (como si estuviese ante la ley de la gravedad) el corolario de la tesis monetarista sobre el déficit público y la inflación: ``las políticas económicas sanas --equilibrio fiscal, baja inflación, control estricto del gasto público según las capacidades reales de financiarlo-- son una obligación del gobierno. Más aún: el gobierno que no es capaz de trabajar por una política macroeconómica sana es un gobierno que puede ser tachado de irresponsable''. Lo peor de todo es que se cree poseedor de la verdad y expresa el dictum de que no se discute más el asunto: ``no hay discusión posible, creo, en torno a la necesidad de una política económica que busque los equilibrios fundamentales de la macroeconomía como una condición indispensable de salud económica'' (Nexos, marzo 1998). El ``socialista'', sin embargo, se pregunta para qué las políticas económicas sanas y contesta que la función del Estado es crear capital físico (infraestructura) y humano (educación). Una respuesta casi idéntica a la de los libros de texto sobre finanzas públicas, que justifican la necesidad del Estado sólo ahí donde el mercado tiende a subinvertir.
Los argumentos de González los ha retomado Aguilar Camín (La Jornada, 09/03/98) para prevenirnos de la amenaza que representa para el país la postura económica alternativa del PRD, puesto que ``asusta a los inversionistas y a los mercados (sic); recuerda que uno de los consensos básicos de la transición, el de la solidez de la política económica no está debidamente pactado''.
Como señalé al principio, no debe decirse, ni hacer nada, que disguste a los inversionistas (o al nuevo sujeto acuñado por Aguilar Camín: el mercado). La dictadura del capital. Le recomienda al PRD que mire las cosas de otro modo, que siga el ejemplo del PSOE, para asumir como ``instrumentos de gobierno y datos de la realidad lo que en México todavía se discute como dogmas y perversidades del neoliberalismo''. Entre estos ``datos'' enumera, como si fuesen leyes naturales: ``la necesidad de mantener una rígida política de equilibrios macroeconómicos'' o de ``tener economías abiertas, competitivas y exportadoras''. Todas éstas, señala, son ``parte de la realidad, no de la ideología neoliberal''. Una realidad que nadie construyó y que por tanto es inmodificable, como la ley de la gravedad. Una realidad en la que según el director de Nexos, la izquierda debería aceptar que fue derrotada y asumir ``las realidades del triunfo y la expansión de las fuerzas del mercado, la tecnología y el capital trasnacionales''. En síntesis, si la izquierda mexicana acepta las reglas de la dictadura del capital, acepta que todo lo que pueda asustar a los inversionistas se vuelve tabú, no se discute más, entonces la izquierda será ``moderna'', como Felipe.
Desde luego que las ``rígidas políticas de equilibrios macroeconómicos'' no son indiscutibles. Su necesidad no es una realidad sino una opinión con muy poco fundamento científico. La postura de Aguilar Camín, de Felipe González y de muchos otros significa en los hechos que la política económica no es materia de la política. Que está definida de antemano por el llamado Consenso de Washington (acuerdo de los organismos internacionales con sede en esa ciudad y el gobierno estadunidense), fundamento ideológico del neoliberalismo práctico, de las ``realidades'' que quiere Aguilar Camín que asumamos como inmodificables. Es la misma lógica que está detrás de la anunciada ampliación de las facultades autónomas del Banco de México para que defina la política cambiaria. Para que la dictadura del capital funcione adecuadamente es necesario independizar las decisiones de política económica de los procesos electorales, ya que en ellos votan los pobres, los trabajadores y toda esa ``gentuza'' que no entiende de las ``realidades'' o leyes naturales que rigen el universo. Después del fracaso de la dictadura del proletariado, quieren que aceptemos sin críticas la dictadura del capital.
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