Astillero Ť Julio Hernández López
La tranquilidad proverbial de los yucatecos ha sido alterada en estos días por partida doble: por un lado, con el congreso nacional magisterial, cuyas pugnas internas por el poder entre los grupos institucionalistas han llevado a la senadora Elba Esther Gordillo (que así se ha manifestado sin remilgos como un poder tras el trono, pálida pero evidente resurrección del estilo jonguitudista en el que se formó) a trasladarse a la capital yucateca para negociar la elección del nuevo dirigente nacional de los maestros. Por otro, con el agotamiento del plazo legal para el registro de candidatos a presidentes municipales (este domingo venidero) que, en el caso del PRI, ha traído al gobernador Víctor Cervera Pacheco a la capital del país para negociar sobre todo la postulación del candidato a alcalde de Mérida.
En el caso del congreso magisterial ha sido clara la exacerbación de los ánimos, al grado de que en la sesión inaugural se dio un abierto enfrentamiento físico entre los profesores llamados institucionales y los disidentes. Aun cuando el número de los inconformes es reducido en comparación con el total de los asistentes (600 de 2 mil 577), ciertamente su representación real es mayor, aunque fue cuidadosamente acotada a lo largo de los congresos seccionales en los que, de manera sistemática, se usó la amplísima tecnología, acumulada a lo largo de décadas, para (con las excepciones notables del Distrito Federal, Oaxaca, Chiapas y Michoacán) hacer ganar a los delegados oficialistas.
Anfitrión de los trabajos magisteriales, el gobernador Víctor Cervera Pacheco se llevó su dosis de agravios el día de la inauguración, pues antes de que se liaran a golpes los dos bandos principales, los disidentes habían coreado consignas contra Dávila (a quien acusaban de ``ratero'', presuntamente por el mal manejo de los fondos sindicales, de los que, por ejemplo, habría destinado 3 millones y medio de pesos al mantenimiento de un avión) y Cervera, a quien repetidas veces lo tildaron de ``dictador''.
Jefe sin discusión del priísmo yucateco, Cervera lucha hoy para definir el perfil del candidato que pudiese romper la racha de triunfos panistas en la capital del estado. Tres veces ya ha sido ganada la presidencia municipal meridana por Acción Nacional, y en distintas ocasiones ha ganado también ese partido los comicios de diputados locales y federales de mayoría. Por ello, la decisión que tome el PRI habrá de ser producto de alianzas y acuerdos intensos, si es que aspira a la victoria.
En ese sentido, Erick Rubio Barthel, actual secretario general de Gobierno y representante número uno de la corriente de Emilio Gamboa Patrón en la entidad, aparece como el principal aspirante a la postulación. La visita de Cervera a México el pasado miércoles (dando aéreo ejemplo de la sana distancia: a la misma hora salieron de Mérida tanto el gobernador Cervera -en un jet privado que le prestó Mario Villanueva, gobernador de Quintana Roo- como el presidente del PRI estatal, (que lo hizo por vuelo comercial), y los jaloneos internos por causa de la estratégica postulación meridana habrán de mostrar cuáles serán las alianzas locales que haga o deshaga el semanas atrás designado como gran aliado presidencial.
Panista confeso de votar en el proceso priísta en Chihuahua
Las sospechas de que panistas inconformes con su candidato a gobernador, Ramón Galindo, habrían votado en el proceso interno del PRI a favor de Patricio Martínez, quien resultó ganador, fueron confirmadas ayer públicamente por el militante del blanquiazul Carlos Ricaud Schmall.
En una carta publicada ayer en el Diario de Chihuahua, Ricaud Schmall establece que a él y a otros panistas no les quedó ``otra alternativa'' que votar en la elección interna del PRI a favor de Martínez.
La explícita injerencia de panistas en el proceso priísta fue explicada a partir del ``pésimo ejemplo de ineptitud y corrupción que nuestros representantes han sentado en las gestiones gubernamentales de estos últimos años en el poder''. Sin citarlo por su nombre, Ricaud Schmall se refiere al candidato panista a gobernador, Ramón Galindo, como alguien que ``no reúne el mínimo requisito'' para representarlos, pues ``basta analizar su muy pobre labor al frente del ayuntamiento (de Ciudad Juárez) y sus totalmente viscerales decisiones que han afectado a la ciudadanía''. Todo ello llevó a esos panistas a manifestarse ``a favor no precisamente del PRI, sino de Patricio Martínez''.
La confesión de ese panista confirma la enorme sospecha de los seguidores del senador priísta Artemio Iglesias (que fue el principal perdedor del experimento tricolor de Chihuahua), en el sentido de que ciertos segmentos del panismo de aquella entidad habrían participado en una maniobra para favorecer al diputado Martínez.
Dicha confesión también alienta las especulaciones de que el grupo proclive al gobernador Francisco Barrio Terrazas (enfrentado, o cuando menos ampliamente alejado de Ramón Galindo) estaría participando en una jugada de varias bandas en la que Los Pinos y el palacio de gobierno de Chihuahua estarían aliándose para sacar adelante a un priísta cómodo (Martínez) en la gubernatura de la entidad, y a un panista cómodo (Barrio) como candidato presidencial.
Justamente, como una respuesta (tardía) a la extendida sensación de fractura en el panismo de aquella entidad, el propio candidato Galindo reculó en su original postura de apoyo a Vicente Fox para que sea candidato a presidente de la República y, en cambio, se declaró convencido promotor de la candidatura de Barrio Terrazas.
Por otra parte, ayer también se dio a conocer la carta que a título personal envió el presidente Ernesto Zedillo al presidente del comité directivo del PRI chihua-huense, Oscar Villalobos, en la que, en su condición de priísta, el primer mandatario exhorta a sus compañeros a trabajar con apego a la ley y con convicción partidista para recuperar Chihuahua.
El presidente Zedillo también expresó por esa vía epistolar su satisfacción por el proceso interno priísta del pasado 8, al cual consideró como un acto sin precedentes dentro y fuera de la vida del PRI, y que prueba ``que nuestro compromiso y nuestro rumbo están en la convicción democrática''.
Astillas: Miguel Angel Rodríguez, presidente electo de Costa Rica, está de visita en México para reconstruir parte de la relación dañada luego de la polémica visita que cuando era virtual candidato hizo a la finca de Carlos Hank González, en el estado de México, para ``hablar de inversiones''. Don Miguel Angel no escogió para sus propósitos, en aquella ocasión, a una representación institucional de empresarios mexicanos, ni a hombres de negocios ajenos a la actividad política sino, en realidad, como ha quedado ampliamente demostrado, al pleno del Grupo Atlacomulco, es decir, a políticos que al amparo del poder que ejer-cían se enriquecieron, disfrazando el saqueo del erario con mecanismos empresariales diversos. Ese grupo tenía, y tiene, el interés de influir en el proceso de la sucesión presidencial de un país en el que manejan fuertes intereses económicos y que, además, por su marco jurídico, ofrece una atractiva alternativa de residencia para mexicanos que acaso se viesen metidos en problemas en su patria. ¿Alguien puede probar que hubo dinero del Grupo Atlacomulco para la campaña de Rodríguez en Costa Rica? Nadie, pero igualmente nadie puede ignorar que los intereses políticos y económicos mexicanos reunidos en Santiago Tianguistenco, en mayo del año pasado, bien podrían desprenderse de algunos cuantos millones para ayudar a quien más delante repitiese en tierras centroamericanas el muy ensayado y exitoso numerito del uso del dinero público para favorecer negocios privados.
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