La Jornada 12 de marzo de 1998

Según PRI y AN, hay ``inexperiencia'' y ``protagonismo''

Daniela Pastrana Ť Los primeros meses del gobierno electo de Cuauhtémoc Cárdenas han sido marcados por la falta de condiciones políticas.

Al cumplirse cien días de su toma de posesión, la ciudad está atrapada en una guerra abierta y creciente entre un PRI que se resiste a no tener el poder y un PRD que no aprende a tenerlo.

En su punto máximo, el líder local del tricolor, el ex regente Manuel Aguilera, presentó una denuncia penal por calumnia en contra del oficial mayor del gobierno, Jesús González Schmal, quien a su vez lo señaló como probable responsable de espionaje. La disputa más cruda baja a la estructura vecinal: paros de labores en dependencias públicas, diálogo suspendido con organizaciones de ambulantes agremiados al PRI, amenaza de transportistas, toma de oficinas, desalojos, acusaciones mútuas.

Pese a todo, el diálogo en el primer nivel se mantiene. La instalación de la mesa de la reforma política --para muchos ``el último jalón'' para transformar al Distrito Federal en el Estado 32--, a poco más de dos meses de asumir el poder, es la medalla política del gobierno perredista.

Pero ni eso le conceden sus opositores. ``La instalación de la reforma no es un logro del gobierno, es una iniciativa que surgió de los partidos políticos y de la propia presión de la sociedad'', afirma Carmen Segura, secretaria general del PAN-DF, que replegado en su posición de tercera fuerza se ha mantenido alejado del enfrentamiento entre los dos primeros.

PRD: la línea entre el gobierno y el partido

Para los perredistas, lo más difícil de estos cien días ha sido definir la línea entre el gobierno y el partido. ``Hay claridad en los objetivos y confusión en los cómos'', señalá el secretario general, René Arce. Pero no se preocupa. Es un periodo natural de ``asentamiento en las posiciones'', dice, en un partido que siempre se ha caracterizado por la diversidad de corrientes internas y en el que siempre aflora la discusión.

Martí Batres, líder parlamentario en la Asamblea Legislativa, especifica: ``El PRD todavía tiene una fuerte inercia de partido de oposición que en este caso no es funcional, ha faltado coordinación y comunicación interna, más homogeneidad política''. En cambio, destaca, el gobierno ha sido respetuoso y receptivo. ``Podría pedir del partido mayor apoyo y no lo ha hecho, esa es la diferencia fundamental''.

Más optimista, el líder local Armando Quintero, asegura que en lo escencial se está logrando construir una nueva relación partido-gobierno. ``No podemos ser el opositor del gobierno, pero al mismo tiempo se han estado haciendo esfuerzos por ubicar al partido en un margen de autonomía relativa'', define. Y refiere al caso de Jesús Carrola y de Jesús González Schmal, donde el PRD ha manifestado una posición crítica al gobierno.

Insiste: ``Hay que hacer el balance del primer año, no de 100 días, porque el entramado institucional está carcomido. No hay zonas sanas''. Y en el reconocimiento de que los resultados de las elecciones vecinales de este año serán fundamentales en la definición de posiciones partidistas, los perredistas confían en un encontrar para entonces el justo medio.

``¿Habrá más fallas?, claro, pero no nos han acusado de desonestidad y la ciudad está funcionando un gobierno que está trabajando con tanta suerte que no un día de contingencia hubo en invierno'', resume René Arce.

PRI: La novedad de ser oposición

Jorge Schiaffino, líder del sector popular priísta señalado como el principal promotor de la pugna contra el gobierno, reconoce su asombro: ``Es novedoso ser oposición, extraño''. Pero lo más difícil, sostiene, es enfrentar a un gobierno de ``piel delgada'', inexperto, nervioso, y que no quiere reconocer su propia inexperiencia ni la fuerza de las otras organizaciones políticas. ``La disputa no es el gobierno y el PRI es el gobierno y gobierno por sus propias inconsitencias'', asegura.

Opinión que comparte su líder local, Manuel Aguilera Gómez, ex regente, ex senador por el DF, gran conocedor de los abrazos que el sistema daba a los dirigentes priístas: ``Estan utilizando la primera de tres cartas predecibles, que es la de echarle la culpa al antecesor''. Las que vienen, dice, son ``cambia a tu gabinete'' y ``escribe las tres cartas''. Rechaza una y otra vez las acusaciones de ``conspiración priísta''. Y asegura que hasta ahora no se ha visto más que una ``inmovilidad administrativa''.

Situación peligrosa al corte de los 100 días, admite el diputado local Luis Miguel Ortiz Haro. ``Nos han utilizado como la mejor explicación para no hacer las cosas y como ese argumento se va desgastando y se les han ido cerrando las posibilidades percibimos que poco a poco que la actitud de indiferencia y desprecio ha ido variando y se ha convertido en una relación de agresividad''.

PAN: incertidumbre

El PAN se mantiene al margen. ``No vamos a hacerle el juego a aquellos que fueron primos-hermanos, como dijo alguna vez Oscar Levín'', afirma Carmen Segura.

Conscientes de ser los beneficiarios indirectos del pleito entre priístas y perredistas, alentados por los resultados de la semana nacional de afiliación --en la que triplicaron su militancia--, los panistas están concentrado en la reestructuración de sus programas y su orientación a la gestión ciudadana.

Pero hay incertidumbre. ``No hay una definición de línea conceptual en el gobierno del DF que permita tener una relación sana'', sostiene la secretaria general panista. ``En ocasiones descalifica a la oposición, en ocasiones pareciera que soslaya la posibilidad de llegar a consenso y de suma coincidencias para la reforma, y en otras, las menos, convoca al diálogo''. El balance, dice, no debe servir para justificar omisiones, sino para revisar objetivamente las fallas y reorientar el trabajo.

Desde la óptica del blanquiazul, ha faltado oficio político, ``simplemente para escuchar'', coordinación, canales de comunicación fluidos, y en cambio hay un exceso de protagonismo y mucha ambiguedad para responder a los cuestionamiento. Sobre todo, insiste, hay una negativa absoluta de los gobernantes a reconocer la fuerza de los partidos. ``Todavía piensan que el porcentaje de votos les da una carta al infinito''.