El diseño y montaje de la estrategia para tratar el problema de Chiapas por parte del gobierno (Segob, domingo 1o. de marzo) se encamina en línea recta hacia su naufragio, con el concomitante desgaste de los actores involucrados. Con una lógica de esquema leguleyo, impermeable a la crítica y apoyada por abundante publicidad, la postura adoptada por Labastida se ablanda no en el choque contra el EZLN sino que va siendo pulverizada por el avance y la solidez de una nueva cultura de esa sociedad mexicana que emerge con rostro definido y talento innumerable.
Así, el peso de la iniciativa elaborada por la Cocopa se va abriendo paso en la mente colectiva, por la sencilla razón de que fue elaborada con base en diagnósticos realistas y en discusiones y acuerdos pensados y replanteados por una parte consistente de la inteligencia nacional. Los cuatro famosos conjuntos de objeciones ``irrenunciables'', que en realidad son más de una veintena, se van desgranando ante los atónitos ojos de los ciudadanos con velocidad superior a las peores expectativas de fracaso envisionado por sus mentores.
Las autonomías no son intentos de independencia y peligro balcanizador de iluminados; no se introduce un cuarto nivel de gobierno; el disfrute del hábitat de los pueblos indios no discrimina las formas de propiedad porque tal concepto, según una auténtica interpretación del acuerdo de la OIT, sencillamente no hace referencia a la tenencia de la tierra.
El gobierno difícilmente enviará una segunda iniciativa porque se toparía con serias oposiciones, ningunearía al EZLN, rompería con los acuerdos de San Andrés y prolongaría la agonía chiapaneca. La inclusión de cortapisas dignas de una ley reglamentaria de los medios de comunicación, no caben en el cuerpo constitucional y, en el mismo fondo, la versión de la Cocopa sí recoge, con aceptable fidelidad, el espíritu y detalle de los famosos acuerdos que, por lo visto, se quieren esquivar.
Más todavía, ha quedado claro que el EZLN cedió bastante para llegar a aceptar la iniciativa de la coadyuvancia y, también, que el tiempo transcurrido desde que se interrumpió la negociación es responsabilidad del gobierno. Dado lo anterior, la salida factible que se visualiza es el envío, a la brevedad posible, de la iniciativa que anda rondando el único horizonte político factible para la reanudación del diálogo y evitar mayores polarizaciones y sus concomitantes masacres que tantas repercusiones ocasionarían alrededor del mundo.
Dentro del Congreso y mediante un rejuego adicional de discusiones, bien se pueden pulir aquellas aristas que son convenientes y que muy poco tienen que ver con las traídas y llevadas sospechas y premoniciones gubernamentales. El no mover ni una coma, acento o letra, no se refiere al fruto de la discusión en el seno del Congreso, sino exclusivamente al texto que se pretende corregir, de manera unilateral: el de la Cocopa.
El talento invertido en el transcurso de las negociaciones de San Andrés es reconfortante del ingenio, la intención de dar respuesta a los legítimos reclamos indios, resolver las controversias y hacer justicia por parte de aquellos participantes en los foros mencionados.
En cambio, el alegato del Ejecutivo federal que se da con posterioridad a la firma de San Andrés y sobre la iniciativa de Cocopa, peca de argucias tramposas y desviadas apreciaciones de la real intención de los indios y de los que negociaron con el afán de evitar la guerra, recoger las demandas y circunscribir la disputa entre y para los mexicanos.
El canal que corre entre la Presidencia de la República y la Secretaría de Gobernación para dar forma y contenido a sus respuestas, va aprisionado por visiones de un mismo grupo de personas que repiten sus mismos fantasmas, atienden los ecos de una cúpula ideologizada en lo privatizable, sirven a intereses contrarios a la justicia o simplemente ignoran, no sólo el esfuerzo de solución llevado a cabo en las negociaciones y los foros, sino los intríngulis padecidos para conceptualizar una problemática monstruosa por sus oportunidades quebradas, la carencia de recursos, la ausencia de derecho y esa machacada humanidad como la que prevalece en Chiapas.
Insistir en una iniciativa priísta coincidente con otra panista es jugar, en realidad, contra la marcha indetenible de muchísimos mexicanos y mexicanas para resarcir las tropelías cometidas contra los indios.