Seré pionero de una nueva generación: De la Hoya
Rosalía A. Villanueva / II y última Ť Oscar de la Hoya jamás olvidará las cuarenta mil voces que lo abuchearon en la Plaza México. ``Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, me dio dolor, impotencia. ¿Por qué me hacen esto? Yo me siento orgulloso de mis raíces, mis padres son mexicanos, nacieron en Durango. Cuando gané la medalla de oro en la Olimpiada de Barcelona subí jubiloso con las banderas de México y Estados Unidos. Esa noche (la del sábado) sentí lo que miles de indocumentados mexicanos viven en suelo estadunidense''.
No hay resentimientos en la voz del pugilista, pero entiende que el rechazo de los mexicanos es ``deportivo'' y no una guerra de ``nacionalidades''. Sin embargo dijo, que mucha gente no sabe lo que hay detrás de la imagen boxística de Oscar de la Hoya, el atleta que levantó nombre en los barrios pobres de la comunidad latina de Los Angeles y donde toda la Unión Americana lo ve como un gran ídolo.
Hace dos años De la Hoya creó la fundación que lleva su nombre para dar becas, estudios, atención médica, deporte y cultura a niños de padres mexicanos nacidos o no en los Estados Unidos. Cada presentación de Oscar en los cuadriláteros mundiales va directo al fondo de ayuda. Esta labor humanitaria no es muy conocida en el terreno deportivo en el que se maneja el quíntuple campeón del mundo, como tampoco las campañas publicitarias que hace contra las drogas en el primer país consumidor de estupefacientes.
``Lo que hago es de corazón y no un afán de publicidad. Si mi imagen representa el lado positivo del deportista, eso es bueno y debe ser aprovechado. Eso motiva a los niños y a los jóvenes que hoy en día ven violencia en las calles, imágenes nocivas en la televisión o son incitados a pervertirse. Es un programa social que lleva un mensaje directo: no a las pandillas, no a las drogas'', señala el Golden Boy, quien este año construyó un gimnasio de boxeo donde reclutó a 150 niños a los que les pide únicamente buenas calificaciones para poder entrenar allí.
Y abunda: ``Quiero ser el pionero de una nueva generación de boxeadores y sé que lo estoy logrando porque mi vida deportiva y personal no está ligada en nada con lo malo que hubo o hay en el boxeo. Trato de ser un modelo positivo y sé que lo tengo que hacer porque la juventud, los fans son los que me hacen y les doy las gracias por ayudarme en hacer todo esto''.
De la Hoya considera que ha llegado el momento de comenzar hacer más labor en México, aunque lo ha hecho discretamente como la ayuda económica que envió a los damnificados de Acapulco y Oaxaca tras los estragos del huracán Paulina o la construcción de una iglesia y una escuela en Durango. ``He hecho mucho en el pueblo de donde es mi papá (Joel) y si me dan tiempo yo voy a dar mucho a los niños, ayudando con becas, ropa, dinero, lo que sea. Si lo hago en Los Angeles por qué no hacerlo también aquí''.
--¿Te interesa la política?
--Me encantaría pero mis asesores me aconsejan que no me meta porque me puede causar problemas, que cuide mi posición de atleta y que debo estar en medio; me gustaría ayudar a mi gente y decir que estoy en contra de la Ley 187.
--¿Qué sabes de Chiapas?
--Lo que veo en las noticias estadunidenses o me platican de lo que está pasando allá. Oigo que la gente quiere tomar control de su propia gente y no quieren que el gobierno se meta pa' nada. Ellos tienen razón quieren controlar sus vidas y para qué se va a meter el gobierno en algo que no le importa: yo apoyo a la comunidad indígena.
De la Hoya termina la entrevista, mientras su padre, su hermano menor Joel, el mánager Robert Alcazar y su promotor Bob Arum lo esperan para abordar las dos limusinas frente al Angel de la Independencia que los llevó al aeropuerto de Toluca para regresar a Los Angeles. En dos semanas le retirarán las vendas de su brazo izquierdo. Su próxima defensa será ante el francés Patrick Charpentier.