Estaba hace un par de días en la UNAM para participar en un seminario. Terminada la reunión tomé el ascensor junto con varios jóvenes que también bajaban a la realidad, o por lo menos a su versión cotidiana. Y ahí, en el ascensor, siguieron las preguntas. Una situación angustiosísima la de intentar respuestas telegráficas mientras la cabina corría veloz hacia la planta baja. Y además las preguntas llevaban cierta carga polémica. La palabra más frecuente era neoliberalismo, pronunciada con un tono irrefutable de condena moral.
Y ahí está la juventud: necesidad apremiante de verdades perentorias que puedan orientar la vida hacia la salvación o la condena. En el ascensor, y después en los pasos apurados frente a la Torre II de Humanidades, intenté explicar que capitalismo y neoliberalismo no son sinónimos, pero no creo haber convencido a nadie. Vaya esta nota a tratar de poner orden conversando a distancia con aquellos jóvenes de la UNAM. Y me disculpo de antemano por lo lapidario de las afirmaciones que siguen.
1. El capitalismo no es la encarnación del mal. Es sólo uno de los padres de una edad moderna que tuvo el otro en la democracia como reto de autogobierno. Una edad en la cual los dos padres (capitalismo y democracia) han convivido en casi permanente conflicto, encontrando un punto de equilibrio en lo que conocemos como democracia liberal.
2. Los intentos de este siglo para superar el capitalismo hacia una economía más eficiente, una sociedad más justa y una política más representativa, han fracasado dejándonos la vergüenza de líderes carismáticos, economías desestructuradas y montañas de retórica nacionalista. Probablemente la única excepción sea China, que ha sido expresión de un mestizaje cultural y económico único.
3. El neoliberalismo es un credo laico que confunde la realidad con los mitos ideológicos. Cuando se piensa que el mercado es depositario de casi todas las virtudes y el Estado un receptáculo de vicios (un mal necesario), se olvida que no ha habido ejemplos en el mundo de desarrollos económicos que pudieran sostenerse en el tiempo en ambientes estatales corroídos por el clientelismo, el peculado y la baja eficacia de la administración pública.
4. Productivas son las sociedades más que las empresas y los individuos tomados uno a uno. Y decir sociedades significa decir interacciones entre empresas, burocracia pública, centros de investigación científica, escuelas primarias, sindicatos, partidos políticos, instituciones. O sea, todo aquello que hace de una sociedad una sociedad.
5. El subdesarrollo es fractura, segmentación, dualismo, precariedad. Dificultad a integrar tejidos sociales capaces de alimentar, al mismo tiempo, eficiencia productiva y bienestar social. Subdesarrollo como condena a recomenzar siempre desde el principio después de los estragos dejados por los hombres providenciales.
6. Aunque capitalismo y subdesarrollo sean primos no son hermanos. Creer en su inmediata coincidencia produce tentaciones de fugas hacia adelante que han alimentado milenarismos al final de cuyo trayecto encontramos a menudo los sueños convertidos en delirios.
7. Un desarrollo económico capitalista (¿hay otros?) que no produce bienestar en el corto plazo, tampoco lo producirá en el largo. No obstante los mecanicismos de los economistas para los cuales antes se acumula y después se consume.
Se me permita una anotación final. Del capitalismo saldremos algún día pero lo haremos en virtud de nuestra inteligencia, creatividad e imaginación, no confundiendo la historia con la moral y reduciendo la acción política e intelectual a mero ``testimonio''. Dejemos que los ancianos cultiven la dignidad de sus derrotas, pero los jóvenes no pueden convertirse en vestales de las utopías derrotadas de sus padres. No hay en eso decencia ni ética ni, mucho menos, intelectual.