José Antonio Rojas Nieto
La caída de precios del petróleo
En estos últimos días el precio del crudo en el mercado internacional registró el nivel más bajo de los últimos 11 años. El viernes el ligero de Texas (West Texas Intermediate) se cotizó en el mercado spot de Houston a 12.50 dólares por barril y ese mismo día el pesado pero cada vez más demandado Maya mexicano, en ese mercado tuvo una cotización de apenas poco más de 8 dólares. De mantenerse este nivel de precios, la mezcla mexicana de exportación (casi 2 millones de barriles al día en una proporción de 28 por ciento Olmeca, 13 Istmo y 59 Maya) registrará un precio medio cercano a 10 dólares, que considerando los precios medios equivaldría a tener un promedio anual de apenas 10.50 dólares por barril, lo que exigiría una nueva baja en el presupuesto no menor a 45 mil millones de pesos, es decir, 5 mil millones de dólares si, como parece ser, por cada dólar que baja la mezcla mexicana de exportación es preciso disminuir en 7 mil 500 millones de pesos el presupuesto. Si caemos en cuenta de que el actual nivel de precios es similar al del verano de 1986, en el que las cotizaciones descendieron 15 dólares por barril en menos de seis meses, haciendo disminuir los precios a menos de la mitad del promedio de 1985, entonces notaremos que estamos en una situación muy delicada, de la que es urgente salir, por lo que resulta necesario que México impulse una política de emergencia que coadyuve no sólo a impedir que sigan bajando los precios, sino que, incluso, se recuperen.
En mi opinión, esta política de emergencia exige algunas acciones inmediatas derivadas de reconocer cinco hechos: 1. que la actuación reciente de México en el mercado petrolero afecta de manera significativa la evolución de precios, sobre todo por el creciente volumen de crudo que se exporta a Estados Unidos y que ha hecho de México, junto con Venezuela, uno de los dos proveedores más importantes de crudo para el vecino país, con lo que ha empezado a distinguirse por su irracional comportamiento; 2. que la OPEP, a pesar de todos los inconvenientes, incrementó sus cuotas de producción por encima de las exigencias de la demanda (9 por ciento las cuotas contra 2 por ciento máximo de la demanda); 3. que en este contexto, es inevitable --para fortuna de la sufrida población iraquí-- el retorno del viejo imperio persa al mercado en un monto que le permita solventar su apremiante necesidad de alimentos y medicinas; 4. que hay países como Gran Bretaña y Noruega que también han elevado su producción y su participación en los flujos internacionales de petróleo, sin más visión que sus intereses particulares y los de los grandes consumidores con los que se coordinan, exacerbando las tendencia nocivas que impulsan los precios a la baja; 5. que existen circunstancias financieras y económicas que impiden que, al menos los dos o tres años próximos, se eleve la demanda de crudo acorde con la ampliación de la producción que ya se experimenta.
Por ello, antes de emprender cualquier otra restricción presupuestal --que, sin embargo, puede resultar inevitable--, México debiera impulsar verdaderos esfuerzos de control de la producción, para alentar una decidida recuperación de precios, como acaso se logró en coyunturas anteriores (otoño e invierno de 1986; otoño e invierno de 1988; primavera de 1994) merced, justamente, a los esfuerzos coordinados de racionalización de la producción por parte de productores de la OPEP y de algunos independientes, México entre ellos en esos momentos.
En este contexto, por cierto, no hay que olvidar que el mercado experimenta una profunda transformación estructural de los movimientos y flujos tradicionales de crudo, en dos sentidos. Por un lado, tienden a disminuir relativamente los flujos de crudo del Pérsico hacia Europa y América; a estabilizarse los flujos del Mar del Norte y de Africa a Estados Unidos; y a incrementarse los movimientos de crudo de América Latina y Canadá también a Estados Unidos, y del Pérsico al Medio Oriente. Y, por el otro, hay una clara tendencia a mover un volumen creciente de crudos pesados, revalorizados por las nuevas tecnologías de refinación. Es importante entonces señalar esto para decir que México no debe temer salir debilitado por el despliegue de una política emergente de control de su producción.