A medida que se construye en México una ciudadanía fuerte, se han intensificado las expresiones que tienen que ver de forma directa con la acción de elegir. La presencia ciudadana y su capacidad de elegir son ahora un factor de peso y de influencia, que hace unos años no estaban en el escenario político. El pasado domingo 8 hubo dos procesos electorales importantes que expresan estos cambios: uno fue el plebiscito en el estado de Morelos y otro, el proceso abierto del PRI en Chihuahua para elegir a su candidato a gobernador. Estas elecciones se dan dentro de un clima político nacional en el cual se han adelantado los plazos, ritmos y tiempos de la sucesión presidencial.
Para cualquier sistema político democrático sería una locura que el proceso de sucesión presidencial se adelantara prácticamente tres años; sin embargo, para México no sólo no es un arrebato de unos cuantos acelerados, sino una dinámica irreversible que tiende a incrementarse cada día que pasa. Hay varios implícitos que están en juego en el imaginario que se está creando: después del 6 de julio de 1997 quedó registrada la derrota del PRI como una anticipación de que en el año 2000 es posible que la oposición gane la Presidencia, única pieza que falta para completar la anunciada ``transición'' a la democracia; hay una fantasía de que el 2000 es un punto terminal de un largo recorrido político en la búsqueda democrática; terminar el camino significa resolver los problemas que los gobiernos priístas no han podido o no han querido resolver; la democracia es un sistema que pone un dique a los problemas de inseguridad, corrupción y desigualdad que afectan a la mayoría de los mexicanos; para ganarle al PRI hay que empezar a trabajar con mucha anticipación. Todos estos factores necesitan algún tipo de ajuste y de argumentos de cautela. La democracia es un sistema que institucionaliza conflictos, no necesariamente los resuelve; la necesidad de adelantar la lucha de la sucesión es de ciertas élites, grupos y precandidatos, amplificada por los medios de comunicación, no necesariamente de la mayoría de la sociedad; un triunfo de oposición sería importante, pero no va a resolver de manera rápida y eficaz los grandes problemas sentidos de la población, por lo que el 2000 será sólo un punto de inicio. Hay que mirar lo que ha sucedido en otros países y lo que está pasando en los estados con alternancia y en el mismo Distrito Federal, para entender que no se trata de malos oficios de los gobernantes, sino de procesos complicados, lentos, llenos de críticas, con muchos errores y falta de consensos, porque así es la democracia. Además de que la Presidencia mexicana ya no es lo que fue, a pesar de que aún exista la creencia de que sigue siendo el factor central de todo el sistema.
Frente a las anticipaciones del año 2000, hay una sociedad que se organiza y se vuelve contrapeso al poder, lo impugna y le pide cuentas. Eso es lo que ha sucedido en Morelos: mediante un plebiscito la sociedad le ha dicho a su gobernador que ya no debe permanecer en el cargo. En la figura de la Coordinadora Morelense de Movimientos Ciudadanos, se agruparon organizaciones de todo tipo: ONG, empresarios, grupos civiles. El resultado preliminar es que en una proporción de 15 a uno se pide la renuncia del gobernador (La Jornada, 9/III/98). Con esta manifestación y la recomendación del Congreso del estado, podemos preguntarnos cómo y con qué costos podrá seguir en el cargo un gobernador repudiado masivamente por sus gobernados.
En Chihuahua el PRI salió bien librado de su experimento de elección abierta y directa. El triunfo de Patricio Martínez sobre Artemio Iglesias significa que se impuso la lógica de tener un candidato competitivo y no la de quedarse con un priísta de toda la vida. En este sentido, puede ser que el PRI le haya ganado al PAN, porque este último prefirió a un candidato interno (Galindo) y rechazó una opción más plural y competitiva (Romero). Con estos resultados es factible que los chihuahuenses vayan a votar con el criterio personal --el candidato sobre el partido-- y en ese movimiento el panismo puede perder la gubernatura. La sociedad participa cuando en la acción de elegir se juega algo importante; tal vez por eso el 2000 aún está lejos. En tanto, la política en este año se jugará en los comicios regionales.