``No debo más respeto al gobierno de México que a los indios de Chiapas''
César Güemes, enviado /I, Guadalajara, Jal., 8 de marzo Ť Está en México por muchas razones, pero fundamentalmente por dos: porque es un ciudadano interesado en los conflictos que aquejan al mundo, y porque es escritor.
Candidato natural al Premio Nobel desde hace varios lustros, don José Saramago (1922), portugués radicado en Lanzarote, España, acaba de cumplir, en cierto sentido, 50 años de ejercer su oficio de novelista.
Su amplia obra va, por lo pronto, de La tierra del pecado (1947) a la recientísima Todos los nombres. Nos recibe en la casa perteneciente a la Cátedra Julio Cortázar, ciclo que desde luego cumplirá de lunes a viernes en esta ciudad con una serie de ponencias sobre escritores portugueses y con una conferencia magistral.
Irá luego, en algún momento, a Chiapas, no necesariamente a encontrarse con Marcos, pero sí por necesidad a observar esa realidad que le incumbe y lo mueve. Por eso es muy probable que haga nuevamente un trabajo al alimón con Sebastián Salgado, el fotógrafo a quien prologara el volumen Terra, destinado en sus ganancias a realizar obra civil para las personas más necesitadas de Brasil, los sin-tierra.
Muy recientemente, apenas al tocar suelo mexicano, giró en las redacciones la pregunta de si justo por eso, por su interés respecto de los ciudadanos en condiciones difíciles, habría de ejercerse en su perjuicio alguna acción. Antes de conversar sobre literatura, se vuelve urgente conocer su posición al respecto.
-Abrimos la plática con una inquietud que se tiene en México, maestro, la posibilidad de que las personas responsables de Migración lo molesten. ¿Comparte esa inquietud?
Injerencia, figura retórica que usan los gobiernos cuando les conviene
-No tengo ninguna inquietud. No me entra en la cabeza que me molesten. Me parecería indigno que eso ocurriera. No vengo aquí a provocar ni al gobierno ni a las instituciones. Vengo como cualquier persona puede ir a cualquier parte del mundo a informarse, a saber lo que pasa si es algo que le interesa. Si los periodistas, en el cumplimiento de sus obligaciones profesionales tienen que hacerlo, yo diría que los ciudadanos, en el cumplimiento de sus obligaciones cívicas, pueden y deben hacerlo.
``Por lo tanto yo lo tengo muy claro. Lo que puede ocurrir es que no haya una coincidencia entre lo que desde el punto de vista del gobierno mexicano son los límites que están dispuestos a admitir o dentro de los cuales yo tengo que comportarme, y los que a mí me parecen humana y lógicamente mis propios límites. Puede que ocurra eso, pero no creo que se cometa algo que yo calificaría francamente como un disparate y me digan váyase de aquí.
``Y quiero decir más: toda esa historia de la injerencia es algo de lo que los gobiernos abusan siempre, dicen que `no podemos aceptar una injerencia en los asuntos internos de nuestra patria'. Esa es una figura de retórica que se usa cuando conviene. Pero yo pregunto si no es injerencia en los asuntos internos de un país que los poderosos de este mundo, sean de la política o del dinero, den sus órdenes. No son personas que vienen aquí a México a dar esas órdenes, porque las dan en todo el mundo, ¿eso no es injerencia?
``En cambio un ciudadano que se emociona con lo que ocurre en Chiapas, como muchísimos ciudadanos que han venido a este país, viene aquí porque quiere mostrar solidaridad, ¿eso es injerencia?
No debo más respeto al gobierno mexicano que a los indios de Chiapas
``Si un embajador o el presidente del Banco Mundial o del FMI dice que las condiciones a partir de ahora son tales o cuales y hay que cumplirlas, ¿eso es injerencia? Entonces vamos a dejar de ser hipócritas y vamos a decir que tenemos la obligación de interesarnos, con todo respeto, por lo que sucede en nuestro derredor. Y aquí tengo que decir que no debo más respeto al gobierno de México que a los indios de Chiapas. Eso lo tengo clarísimo''.
-Hace prácticamente 50 años publica La tierra del pecado, su libro inicial. ¿Le resulta agobiante la tarea del escritor a lo largo de medio siglo?
-No, la verdad es que cuando miras al calendario aparentemente he sido un escritor a lo largo de 50 años, pero no es así. Entre 1947, que es cuando se publica esa novela, y 1966, no di a conocer nada más. Entonces yo diría que son 50 años tomando en cuenta varios espacios vacíos de escritura. En realidad son 30 años de vida literaria. E incluso podríamos reducir ese lapso, porque pienso que escritor con el grado de responsabilidad, actividad y compromiso con lo que sucede, eso ocurre en el 77 con Manual de pintura y caligrafía. Por lo tanto, para resumirlo todo, yo diría que soy un joven escritor de la vieja generación. Por la edad estoy en un marco temporal que tiene que ver con los contemporáneos míos que tienen ahora entre 70 y 75 años, que es mi edad, pero en el fondo soy contemporáneo casi casi de los más jóvenes.
-Este periodo entre La tierra del pecado y Manual de pintura, ¿es formativo o a qué se debe ese silencio editorial?
-No creo que se pueda decir que resultó formativo porque eso significaría que yo aproveché ese tiempo para alimentarme y después empezar a ser escritor. No fue así. Lo que pasa es que me callé durante casi 20 años porque después de esa novela primera llegué a la conclusión, quizá no de una manera muy consciente, de que no tenía nada importante para decir. Cuando una persona no tiene nada importante para contar, vale más que se calle. A partir del 66 me pareció que podía tener algo que decir, a lo mejor no era importante pero quizá sí fuese interesante.
``Luego, observo que mi vida de escritor se puede dividir en partes muy claras. La inicial, en el 47, que parece que anuncia algo y en realidad no anunció nada. Luego del 66 a 1980, que es cuando se publica Alzado del suelo. Y digamos que hay un tercer período, desde mi punto de vista, que me es verdaderamente importante, y que empieza después del 80.
``De modo que son estos 18 años los que para mí han sido de suerte. Imagina que hubiera escrito en mi juventud todo esto que ahora hago, pues ahora estaría bastante aburrido, no tendría nada más que decir, ya lo habría dicho todo, tendría una vejez un poco triste. Pero la historia es otra, las realizaciones que hago con más ganas y conciencia y fuerza, son las actuales. Mejor eso que haberlo hecho antes y pasar el resto de vida recordando lo hecho. Ahora no tengo nada que recordar salvo los intentos fallidos o más o menos fallidos que tuve. Reconozco que atravieso por un periodo de mi vida creadora que está bien''.
-En algún momento del inicio de la respuesta mencionó usted la palabra compromiso. ¿Este compromiso además de que es interno con las historias que cuenta, es de orden social?
-Yo encuentro un poco raro que sólo se hable de compromiso cuando se habla de un escritor o, como se acostumbra decir, de un intelectual, pero no se habla de compromiso cuando se habla de un ciudadano común y corriente. Lo que quiero decir es que el compromiso del ciudadano como cualquiera de nosotros, y el del intelectual en tanto ciudadano, son iguales, idénticos.
``La diferencia está en que el intelectual o el escritor tienen una voz y lo que dicen más o menos contribuye para hacer opinión. Pero eso no cambia nada en lo que tiene que ver con el compromiso en esencia. Esto es, hablamos de una diferencia de grado, no de fondo.
Mi compromiso, dentro de la situación política y social en que escribo una obra
``El escritor al poder intervenir, al poder opinar, se vuelve más visible, pero no es distinto del resto. Lo que a veces pasa es que los intereses supuestos o los presumibles intereses de un escritor pueden pasar por encima de las responsabilidades del ciudadano.
``Por eso algunos dicen que su compromiso es con su obra. Bueno, tienen todo el derecho de decirlo y de practicarlo. Pero desde mi punto de vista no me parece bien. El compromiso con mi obra es que está escrita en un momento, un lugar y una situación política y social determinadas.
``Esto no significa que hay que hacer de los escritores una especie aparte. Doy un ejemplo, en China, el año pasado, cuando estuve en el congreso del Partido Comunista Chino, alguien, creo que el secretario general, había dicho que los escritores son los `militantes del entusiasmo', lo que recuerda la infeliz frase de Stalin cuando dijo que los escritores eran los `ingenieros del alma'.
``Me parece que todo eso es un disparate como la copa de un pino, como decimos en la península Ibérica. Con esa posición la política no gana y con toda seguridad la literatura pierde. Ahora, lo que puedo decir es esto: en mi caso personal el compromiso es el que digo, pero no por eso estoy recomendando a los demás que así está bien y que por lo tanto tienen que seguir esa ruta.
``Lo que puedo decir de mí al respecto es muy sencillo y cabe en poquísimas palabras: a donde el ciudadano va, el escritor va con el ciudadano; y a donde el escritor va, el ciudadano irá con el escritor. No separo uno del otro. Nada más sencillo''.