En muchos hogares del país comúnmente se usan insecticidas, aceites para coches, raticidas, destapador de caños, aceites para madera, pinturas, algunos cosméticos en aerosol, esmaltes para uñas, medicinas, encendedores, grasa para calzado, pilas, acumuladores, anticongelantes, sosas, amoniacos, limpiadores de pisos, tintes, alcohol, pegamentos epóxicos y thiner, entre muchos otros productos cuyos ``residuos peligrosos'' generalmente son depositados en los tiraderos de basura sin la aplicación de un programa adecuado.
La doctora Elvira Santos, investigadora de la Facultad de Química de la UNAM, señaló recientemente que México es uno de los pocos países que aún no legislan sobre el tratamiento de los residuos peligrosos que se generan anualmente en los hogares mexicanos: 22 millones de toneladas de basura, de las cuales, 22 mil son residuos peligrosos.
Se considera que un producto es de alto riesgo cuando su uso o aplicación se hace incorrectamente y ocasiona daños a la salud, así como al medio ambiente. De acuerdo con la ley, esos materiales son clasificados como corrosivos, reactivos, explosivos, tóxicos, inflamables y biológico-infecciosos, pero sólo algunos productos como las pilas, aceites para motor e insecticidas indican su composición química. La gran mayoría de los productos únicamente señalan qué hacer en caso de accidentes, pero esa información no es suficiente para evitar su uso inadecuado.
En opinión de la doctora Santos, los fabricantes tienen el deber de informar la forma correcta de usar sus productos, así como su composición química; también deben impulsar la investigación para desarrollar productos menos tóxicos. Y los consumidores deben conocer las propiedades químicas y toxicológicas de los productos, leer los instructivos de uso, almacenarlos en lugares seguros e inaccesibles a los niños, comprar sólo la cantidad que se va a usar y, si es posible, disminuir su uso y saber los procedimientos a seguir en caso de accidente.