Astillero Ť Julio Hernández López
Es posible que el presidente Ernesto Zedillo haya tomado a destiempo la decisión de colocarse explícitamente como jefe del priísmo.
Durante tres años dejó correr la sensación de una especie de abandono y desdén que con lentitud, pero también con firmeza irreversible, fue siendo asumida como una realidad política plena que, por tanto, generó sus propios anticuerpos, sobre todo mediante la aparición de gobernadores deseosos de tomar el timón abandonado y de ofrecer a los alicaídos priístas una esperanza de redención.
Y a estas alturas, con los tiempos sucesorios increíblemente adelantados (señal inequívoca de falta de control), el presidente Zedillo se ha lanzado de pronto a la reconquista del papel de jefe de la pandilla tricolor. Jugando vencidas verbales con los genuinamente duros, el doctor Zedillo pretende (cuando menos fuerzas tiene, cuando su sexenio de poder real ha quedado en mero trienio) tomar el control que antes desdeñó.
Sin embargo, la reconciliación presidencial con el priísmo no dependerá sólo de piezas oratorias o de frases endulzadas. Por más emoción que mostrasen los maestros del histrionismo presentes en el acto de aniversario del PRI, lo cierto es que la mayoría de ellos hacen del lapso zedillista un saldo muy negativo y, además, saben que el intento presidencial de asumirse como gran jefe no tiene sustento político real ni fuerza coercitiva verdadera. Hoy hay otros personajes (Bartlett, Madrazo, Cervera, Villanueva, sólo para mencionar algunos) que concentran simpatías y poder.
Tal problema de rijosidad por el mando tricolor no afecta, sin embargo, sólo a los priístas, sino que por desgracia contamina el resto de la actividad gubernamental, particularmente en el terreno referido al conflicto de Chiapas.
Aparte de la tozuda y cerrada visión que ha mantenido en los meses recientes, el gobierno federal parecería actualmente aplicado a demostrar al Ejército mexicano que también en este rubro puede reconquistar la confianza de los duros. La expulsión de extranjeros, la campaña contra las ONG, la arremetida contra el PRD, la equiparación de la disidencia con la delincuencia, los embrollos creados para la Conai y la Cocopa y el despliegue de una estrategia autoritaria y excluyente, parecen provocar en ámbitos castrenses la sensación de que el Presidente de la República se está definiendo con claridad por el mando firme.
Ambas posturas, las relacionadas con el PRI y el Ejército, tienen sin embargo el riesgo de convertirse en meras barcas a merced de tormentas desatadas, de aguas sin control, y de rutas que no variarán sólo porque alguien a estas alturas quiera montarse las insignias de capitán.
Si no se tiene un proyecto político claro, y las capacidades operativas suficientes, la intención de convertirse en el líder puede acabar en una incursión oratoria más o, peor, en la apertura de un flanco político en el que las fuerzas reales establezcan condiciones, y acaso hasta secuestren la voluntad de quien o quienes con inocencia crean que a estas alturas del conflicto nacional pueden así jefaturar los monstruos de la guerra y de la antidemocracia.
Pantomima, el consejo de guerra, dice el general Gallardo.
El general José Francisco Gallardo Rodríguez ha escrito, en el número de la revista Forum correspondiente a marzo, una carta dirigida al general Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa Nacional, en la que, preguntándose ¿Qué desean mis carceleros y perseguidores?, entre otras cosas expresa su punto de vista respecto al consejo de guerra que actualmente le juzga.
Fechada el 8 de enero del presente año, desde la prisión militar, el general Gallardo Rodríguez recuerda en su epístola los cargos por los que se ha abierto en su contra el consejo de guerra y argumenta en contra de ellos. También menciona el hecho de que lleva diez años de estar procesado, cinco encarcelado y, a la fecha de escribir el texto referido, la comenzado su segregación.
Para mantenerlo en prisión, señala, se han abierto en su contra 16 averiguaciones previas y nueve causas penales, que a su vez han generado 17 resoluciones de la Suprema Corte de Justicia demostrativas de los abusos cometidos en este proceso que ha llevado inclusive a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a tipificar un ``desvío de poder'' del Estado mexicano para reprimir al promotor de la creación de un ombudsman militar.
Con respaldo en las múltiples resoluciones judiciales en su favor, el general Gallardo pregunta al general Cervantes Aguirre: ``¿Acaso la justicia militar es la última solución? ¿Será que la Suprema Corte de Justicia de la Nación no es la que da la última palabra a los conflictos de derecho? Yo esperaría que usted se atuviera a la verdad de las constancias de las causas penales, en las que se han desvirtuado las falsas acusaciones en mi contra''.
Y añade el general Gallardo: ``Contrariamente a esta expectativa, es bien sabido por todos que los juzgadores no son jueces sino simples instructores que fraguan, sustancian y tienen decidida, a priori, una sentencia que, contra todo derecho, en la pantomina de una reunión de consejo de guerra, al igual ignaros del derecho, únicamente tiene como función legitimar en una votación la consigna de mis encarceladores''.
Y es que, lo buscado, ``¡No es el aplicar la ley, la jurisprudencia y los principios generales del derecho, para resguardar y fortalecer la disciplina!, sino, a decir de estos impartidores de justicia, proteger las líneas de mando''.
Por ello, ``ésta abominable interpretación, por cierto errónea y peligrosísima, que los corifeos de la justicia militar hacen de su propia y fatídica función, configura una desviación de poder que es fomentada, tutelada y encubierta perversamente por todas las líneas de mando''.
Curiosamente, agrega, ``a los criminales y pillos, mis perseguidores y carceleros, nuevamente, contra toda pretensión, la historia los ha colocado en su lugar, ahora como jueces y magistrados militares, como narcoinvolucrados, asesinos, carniceros, encubridores, polis, zorros y jaguares que por excesos de poder se llevaron a su paso el honor y el prestigio del Ejército y de México.
El general Gallardo ha sido colaborador asiduo durante 53 meses de Forum, revista mensual de la que es director Eduardo Ibarra y subdirector Mario García Sordo. Justamente el motivo de su persecución fue el haber publicado allí un extracto de su tesis de maestría en la que propuso la creación de un ombudsman militar.
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