Selma Ancira se ha significado desde hace ya un par de décadas por sus traducciones del griego y del ruso. Entre los autores que han despertado su gusto por la transmigración de las almas, destaca Marina Tsvietáieva. Además de Una dedicatoria, Ancira ha traducido los siguientes volúmenes de Tsvietáieva: Cartas del verano de 1926 , El poeta y el tiempo, El diablo, Indicios terrestres y Mi Pushkin. Otros notables intérpretes castellanos de la poeta han sido Elizabeth Burgos, Severo Sarduy y Tatiana Bubnova. Como complemento a estas páginas centrales de La Jornada Semanal, ofrecemos un poema de Tsvietáieva en versión de Selma Ancira y de Francisco Segovia:
Marzo
¡Lágrimas de los ojos!
¡Ay, oscura montaña
Yo me rehúso - a ser.
Yo me rehúso - a aullar.
No necesito el hueco
Con una insistencia que empieza a ser rutinaria, desde el pasado seis de julio se habla de la transición de México a la democracia. No hay duda de que este proceso será una quimera si no incluye a los medios de comunicación. En la hora actual es necesario transformar no sólo nuestras anquilosadas estructuras políticas, sino la forma en que los mexicanos nos representamos a nosotros mismos. El cambio político será incompleto si no pasa por una renovación profunda de la información. Tradicionalmente, el poder de los medios dimana de los favores oficiales. Un canal de televisión es fuerte no por sus contenidos, sino por el tráfico de influencias que lo hace posible. La relación entre la comunicación y el poder empieza a cambiar, pero no deja de haber señales de alarma y signos de retroceso. Uno de los aspectos más amargos de este tránsito es que numerosos ``comunicadores'' prefieren la protectora restricción de la censura a los desafíos de la libertad de expresión. Así, el clima de ``apertura'' en la radio y la televisión (los periódicos siempre han gozado de mayor libertad en un país con pocos lectores) ha consistido, más que en suprimir la censura, en simular su ausencia. En la noche del seis de julio, la televisión ofreció escenas de insólita civilidad en las que el presidente Ernesto Zedillo y el candidato del PRI Alfredo del Mazo reconocían el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas. El cambio en las urnas parecía tener un efecto inmediato en las pantallas. En aras del realismo político, informadores que muchas veces distorsionaron la realidad parecían dispuestos a pronunciar verdades incómodas y hacer que su legitimidad dependiera no del beneplácito del gobierno, sino de la oportunidad y la veracidad de sus reportajes. Sin duda alguna esto atendía a las demandas del público; no se necesita una bola de cristal para saber que la mayoría de los mexicanos están hartos de recibir datos maquillados por las veleidosas oficinas de comunicación social. Como todos los procesos, este tiene su historia. En los últimos años Ricardo Rocha se ha convertido en el más confiable de los informadores de la televisión nacional. A contrapelo del amarillismo y los oficiosos boletines que aún dominan otros espacios informativos, Rocha ha dado voz a las víctimas de numerosos agravios y en sus mesas de discusión ha garantizado la pluralidad de enfoques, evitando las opiniones unánimes que suelen convertirse en una variante mediática del linchamiento. Sus programas sobre las matanzas de Aguas Blancas y Acteal y sobre los secuestros en el estado de Morelos, son pruebas cabales del servicio que la televisión puede brindar en un país que durante demasiado tiempo se ha sometido al siniestro velo de la impunidad. La noticia de que Ricardo Rocha será relevado de su programa de los sábados es motivo de preocupación, sobre todo porque llega en el contexto de la campaña calumniosa de Televisión Azteca en contra de periodistas que han arriesgado su vida para dar una información de primera mano de lo que ocurre en Chiapas. Esperamos que las emisiones del domingo de Detrás de la norticia sigan al aire y que la televisión, lejos de cerrarse a la crítica, preserve y multiplique programas como los de Ricardo Rocha. La democracia, que empezó con el diálogo entre hombres de ideas distintas, no puede prescindir de estos espacios.
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Siento a veces nostalgia de aquellos tiempos en que todo se escribía en verso, el teatro, para empezar, pero también recetas de cocina, tratados filosóficos, de agronomía o de cualquier otro asunto, recados, pensamientos en los abanicos de las señoras, y hasta editoriales en los periódicos. La poesía no tiene por qué confinarse a la queja lírica o al monólogo sentimental y es muy grato que explore y se aventure en otros terrenos. El choque con lo prosaico siempre es revelador. En este sentido, y en otros, conviene frecuentar la poesía de Marco Valerio Marcial, el famoso epigramista romano. El arte de Marcial es amplio y variado, un mundo donde vivir. De la masa de epigramas consideremos sólo un tipo, como ilustración, tanto de la poesía heterodoxa, no lírica, como del arte de Marcial: la vocatio ad cenam o poemas de invitación a cenar. Este tipo de poemas, aunque no lo creas, tenía larga tradición, tanto griega como latina, y el canon establecido mandaba que estuviera dividido en tres partes: a) invitación propiamente dicha, b) menú y c) entretenimiento.
Cenarás estupendamente, Julio Cerial, en mi
casa;
El remate con la promesa de no recitar nada forma parte del canon de este tipo de poemas. Esta liga entre cena y literatura la explotó mucho Marcial, en epigramas, a veces, de salvaje ferocidad. No ha habido cultura más tragona que la romana, salvo, tal vez, la francesa. (Friedlander sostiene en su monumental tratado La sociedad romana que los banquetes franceses del siglo XVIII superaron en esplendor y prodigalidad a los de la Roma Imperial.) La literatura latina está rellena como cerdo de referencias a la comida. El cerdo relleno de gallinas, a su vez rellenas de codornices, a su vez rellenas de piñones, era un platillo tan monstruoso que el Senado, siempre añorante de la frugalidad republicana, lo prohibió. La picaresca española también esta saturada de referencias gastronómicas, pero desde el lado del hambre, obsesiva en esas novelas. Como sea, la glotonería estética es un gran asunto. Veamos ahora otro ejemplo de vocatio ad cenam. Esta vez es de Catulo, y ya desde la antigüedad tenía fama de ser un epigrama delicioso y magistral:
Cenarás bien, querido Fabulo, en mi
casa
Con qué alegre delicadeza juega el apasionado Catulo con los cánones de los poemas de invitación a cenar, contradiciéndolos suavemente. Entre las cosas que me llaman la atención está que le pide, no sólo que lleve la comida, sino también la sal. ¿Hemos de pensar que era muy cara en Roma? No lo sé, pero sé dónde averiguarlo. Después de esto no me queda sino invitarte, no a cenar, por desgracia, sino a escribir uno de estos poemas y enviarlo aquí al suplemento. Recuerda nada más que ha de ser epigramático, obediente a las reglas, breve, porque, como dice Cirilo en la Antología griega :
El dístico es un epigrama excelente; pero si
excedes de tres,
El ideal de acceso a la red impone a muchos países necesidades inalcanzables, costosos requerimientos técnicos y serios conflictos políticos. Lo interesante es que aun las naciones más represivas y totalitarias se sienten inmensamenteÊseducidas por la red, a la cual ven por igual como una poderosa máquina de hacer dinero (aunque no tengan idea de cómo) y como una amenaza a la seguridad nacional y la estabilidad social. Para los gobiernos de los Emiratos çrabes, Corea del Norte o el reino de Bután, el temor de lo que pueda ``entrar'' por la red es comparable a la curiosidad y ensueños que despierta este medio cibernético. Todo mundo quiere gozar de los privilegios y placeres de la red sin tener que pagar las consecuencias, es decir, sin correr el riesgo de perder su control absoluto sobre la información.
El acertijo chino
China tiene en particular una interesante relación de amor-odio con Internet. A pesar de que el 86% de la población no tiene acceso a un teclado de computadora (desde 1994 el número de cuentas de la red ha aumentado a 640,000 -se supone que cada una es usada al menos por 10 personas-), el régimen de Pekín abre y cierra su ``frontera electrónica'' cada vez que se siente amenazado por el uso que los disidentes dan o pueden dar al correo electrónico y sus páginas del www. En 1996, el gobierno chino bloqueó el acceso a ciertas páginas del web (para eliminar la ``contaminación espiritual''), incluyendo la mayoría de las organizaciones humanitarias, sitios pornográficos, periódicos extranjeros y todo espacio crítico de sus políticas estatales. A principios de 1997, el gobierno reabrió el acceso a algunos sitios, pero el 29 de diciembre pasado volvió a imponer serias restricciones al ciberespacio. No obstante, la propaganda oficial sigue lanzando eslogans para promocionar Internet, por ejemplo: ``Es el pasaporte del hombre civilizado y moderno'', ``Internet no sólo es un asunto de información, sino de nuevas maneras de pensar y nuevas formas de vivir''.
Rutas filtradas y de las otras
Desde 1995, Cuba obtuvo una licencia de InterNIC, la empresa cooperativa estadunidense que registra a los servidores de la red. El 11 de octubre de 1996 el Ministerio del Exterior cubano anunció que el país acababa de conectarse a Internet para tener acceso a ``34,000 bases de datos de un amplio espectro de información social, política, económica, científica y deportiva''. Tan sólo existe una conexión por satélite con Cuba: la señal ``baja'' a una estación en Florida, de ahí la compañía Sprint (gracias a un arreglo especial que sortea el embargo) conecta a los 5,500 usuarios aproximados de la isla (incluyendo funcionarios, científicos y organizaciones) con el resto del mundo. El 15 de abril de 1994 la National Science Foundation emitió un comunicado en donde enlistaba 13 países (incluyendo Cuba) a los que se aplicaría una política de ``filtrado de ruta'', es decir, que se les negaría el tráfico por la red. Pero, por paradójico que parezca, los peores enemigos (organizaciones ultraderechistas y los senadores Torricelli y Helms) del régimen de Castro retiraron la prohibición legislativa para permitir que el país se conectara, con la idea de ``liberar a la isla mediante un diluvio de información electrónica''.
Los obstáculos para la red
El año pasado, el acceso a Internet se declaró un derecho fundamental de los cubanos. Pero este derecho resulta relativamente inasible en un país con serios problemas para procurarse las necesidades básicas de electricidad. Aunque la opción más común para adquirir una computadora en la isla es comprarla a un particular (de segunda mano, robada, apropiada, contrabandeada o materializada por algún santero), es muy sintomático que, aun teniendo el dinero, un cubano no pueda comprar una en las tiendas del gobierno, ya que sólo se venden a extranjeros o funcionarios. En cualquier caso, muy pocos cubanos pueden pagar los casi 60 dólares mensuales que cuesta el servicio de conexión. El acceso a la red es ``controlado'' por el Ceniai (Centro de Intercambio Automatizado de Informática -http://www.ceniai.inf.cu/-). Se dice que todo el correo electrónico que entra o sale de Cuba pasa por el Ceniai, donde se queda horas o días, supuestamente para pasar por la censura. Así que, aun superando todos los obstáculos físicos, es muy probable que el usuario se sienta un poco paranoico cada vez que visite el ciberespacio. Los heroicos cibernautas cubanos son la carne de cañón de una de las batallas de la incipiente guerra por la información virtual, un combate que tiene por objetivo la creación de hegemonías cibernéticas estratégicas, las cuales son un medio para convertir a las clases poderosas existentes en clases virtuales (como define Arthur Kroker a las élites de la nueva economía planetaria virtual) del futuro. Así, mientras Estados Unidos ambiciona controlar todos los bytes de Internet, Vietnam, China, Cuba y otros tratan por lo menos de crearse sus propias mini-Internets controladas, asépticas y sumisas.
Una recomendación
http://www.iztapalapa.uam.mx/iztapalapa.www/division.csh/antropol/estud_antropol/
Naief Yehya
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