La Jornada Semanal, 8 de marzo de 1998



MILLENNIUM


Enrique Semo



Nezahualcóyotl y Yaroslav, déspotas ilustrados

Sabemos que un monarca es una persona, rey o reina, inserta en un orden dinástico, en cuyas manos está concentrado el poder supremo. Pero eso no basta. Repasando la historia, descubrimos que detrás de esa figura universal se esconden modos muy diferentes de ejercer el poder. Las atribuciones de un rey inglés del siglo XIV, constreñidas por la constitución de Clarendon (1164), no eran las mismas que las de un tlatoani azteca del siglo XV. En el primer caso, la asamblea de barones -que al principio tenía funciones muy imprecisas- acabó por transformarse en el parlamento inglés. Entre los aztecas, en cambio, el poder del rey sobre sus súbditos era prácticamente ilimitado y no existían instituciones representativas de la nobleza que lo condicionaran.

Una de las formas de la monarquía es el despotismo. Desde Aristóteles hasta Hegel, el término fue usado en forma peyorativa como sinónimo de mal gobierno. Designaba una forma de dominio en la cual el Estado se imponía aplastantemente a la sociedad civil, y el rey tenía sobre sus súbditos el mismo poder que el señor sobre sus esclavos o sus siervos. En contraste, estaban otras formas de monarquía, en las cuales la autoridad del rey era limitada por costumbres, leyes o instituciones representativas que consagraban ciertas libertades a los súbditos.

En el siglo XVIII, los fisiócratas, pensadores franceses progresistas, le dieron al concepto un nuevo sentido. Hablaron de un despotismo ilustrado. Con él se referían a aquellos monarcas de su tiempo que, sin dejar de trabajar para concentrar en sus manos el máximo de poder posible, tomaban medidas audaces para modernizar a sus países introduciendo las artes y las ciencias de la Ilustración. La teoría sostenía que un monarca absoluto, educado por sabios que le enseñaban la existencia de leyes naturales y que usaba ese conocimiento para dictar leyes positivas que aseguraban el bienestar y la felicidad de sus súbditos, ejercía un despotismo ilustrado. Y esa era la mejor forma de gobierno posible.

Ejemplos destacados fueron Carlos III de España (1716-1788); la emperatriz rusa, de origen alemán, Catalina Grande (1729-1796), y Federico II de Prusia (1744-1794). Estos monarcas se rodearon de representantes destacados de la Ilustración tanto en el pensamiento filosófico y social como en la ciencia. Su ambición fue introducir desde el Estado lo que en Francia, Holanda e Inglaterra surgía en las entrañas mismas de la sociedad. Su mérito fue introducir reformas en la legislación, la educación, la agricultura y el comercio, que alentaron el ascenso de las clases medias, el desarrollo del mercado y el aprovechamiento de nuevas tecnologías.

Pero el despotismo ilustrado no apareció de la noche a la mañana. Tuvo sus precursores, reyes que si bien no conocieron la Ilustración, introdujeron vastas reformas que acabaron impulsando el desarrollo de la civilización y el bienestar de sus pueblos. Tales son los casos de Nezahualcóyotl (1402-1472), rey de Texcoco, y de Yaroslav el Sabio (978-1015), gran príncipe de Kiev. En una era en la cual sólo se podía escoger entre una u otra forma de absolutismo: arbitrario o ilustrado, ellos fueron exponentes brillantes del segundo.

Los primeros años de la vida de Acomixtli (``brazo o fuerza de león'') Nezahualcóyotl (``coyote hambriento''), señor del pueblo acolhua, hijo de Ixtlixóchitl, sexto señor de Texcoco, estuvieron llenos de incertidumbre y zozobra. La guerra y la despiadada lucha por la sucesión mantuvieron su vida en perpetuo peligro.

En 1414, cuando apenas tenía 12 años, fue designado príncipe heredero por los electores de la corte de Texcoco, pero sólo cuatro años más tarde, debió presenciar la derrota y muerte en combate de su padre a manos de los seguidores de Tezozómoc. Mientras éste usurpaba el trono, Nezahualcóyotl se vio obligado a huir y esconderse en tierras extrañas.

El 2 de febrero de 1427 murió Tezozómoc y la batalla por la sucesión se reinició. Amenazado de muerte, Nezahualcóyotl fue objeto de dos intentos de asesinato, pero saliendo airoso de todas las celadas, encabezó a finales del mismo año una gran campaña militar que le permitió reconquistar su trono de manos de los tecpanecas.

Poco después, se unió a Izcóatl y Moctezuma Ilhuicamina, para derrotar definitivamente a los tecpanecas y participar, a mediados de 1431, en la fundación de la Triple Alianza, que habría de ser el centro del mayor imperio de Mesoamérica.

Nezahualcóyotl emprendió trabajos gigantescos para proteger a su pueblo de las inundaciones y proporcionarle agua potable suficiente para vivir al borde de un lago salado. Estableció un consejo supremo de 14 señores, un tribunal para juzgar a los nobles y otro para los comunes, y promulgó un código de 80 leyes que puso nuevas bases institucionales a la sociedad. Durante su reinado conquistó 44 reinos, nombró generales a 43 de sus 60 hijos y mandó matar a otro por desobediente y soberbio. No dudó en mandar matar a Cuacuatzin para apoderarse de la mujer que deseaba, pero también reunió alrededor de sí a todos los sabios y filósofos de su tiempo. Castigó con severidad los delitos, pero con frecuencia fue misericordioso y siempre agradecido.

Filósofo que impulsó sin mucho éxito el culto de un solo dios desconocido, fue autor de muchas composiciones poéticas, de las cuales se conservan unas 30 que según Miguel León-Portilla tratan de la ``fugacidad de cuanto existe, la muerte inevitable, la posibilidad de decir palabras verdaderas, el más allá y la región de los descarnados, el sentido de flor y canto, el enigma del hombre frente al dador de la vida y la posibilidad de vislumbrar algo acerca del inventor de sí mismo''. Hay algo en la personalidad de ese conquistador, estadista, poeta y déspota, que lo hermana a los príncipes medievales de la España de la reconquista, o incluso a los potentados orientales, dueños y señores de inmensos imperios.

Yaroslav el Sabio, como había de recordársele más tarde, nació cuatro siglos antes que el príncipe de Texcoco, hijo del rey Vladimiro que introdujo el cristianismo en Rusia. Como su homólogo texcocano, Yaroslav conoció, antes de ascender al trono, años difíciles. Según la tradición rusa, al morir el rey, el poder y los territorios debían repartirse entre todos los hijos varones, y a la muerte de Vladimiro la lucha fratricida estalló violentamente. Su hermano Sviatopolk se apoderó de Kiev y mandó matar a otros tres de sus hermanos. Yaroslav se salvó porque tuvo la habilidad de contratar guerreros escandinavos, ajenos a las luchas locales, para su defensa. Más tarde, gracias a sus dotes militares, logró expulsar a Sviatopolk, quien acabó muriendo en el exilio. Pero las luchas continuaron y no fue sino en 1036 cuando pudo coronarse zar de toda Rusia.

Yaroslav hizo grandes esfuerzos para integrarse al occidente europeo. Para ello, casó con la hija del rey Olaf de Suecia, quien jugaba un papel decisivo en las cortes europeas. Un hijo suyo casó con una princesa sajona, una hija con el rey Enrique I de Francia, y otra se unió en matrimonio con un príncipe de Hungría.

Durante su reinado emprendió importantes obras de urbanización en Kiev y Novgorod. Trajo a arquitectos y artistas bizantinos para construir la catedral de Santa Sofía de Novgorod, que es una copia de su modelo bizantino, y otras iglesias importantes en ambas ciudades. Fundó numerosos monasterios que se transformaron en centros vitales de pensamiento y enseñanza, y rodeó la ciudad de Kiev con una imponente muralla. Formó equipos para la traducción al ruso de las obras del hebreo, el griego y el latín, y creó planteles para la educación popular.

A su periodo se atribuyen, además, dos de las obras más antiguas de legislación de la cultura rusa: la Ordenación Eclesiástica (Ustav) y la Verdad Rusa o Verdad de Yaroslav (Russkaya Pravda o Russkaya Yaroslava). En la primera, que contiene principios que vienen desde la época de Vladimiro, se regula la relación entre la Iglesia y el Estado, se especifican las atribuciones de ésta y las medidas necesarias para asegurar la armonía en la sociedad. En la segunda, se codifica la vida social, los derechos de las diferentes clases que componen a la sociedad y los privilegios de los boyardos (miembros de la alta nobleza).

Sabemos más de la vida privada del príncipe de Texcoco que de la del de Kiev y Novgorod, cosa normal si se recuerda que el primero fue poeta. Pero en ambos casos, en los albores de dos grandes imperios, se asoma la figura enigmática del déspota ilustrado que ayudaría a formar su identidad espiritual. Sólo que en Mesoamérica el imperio habría de desaparecer para siempre cinco décadas más tarde, mientras que el ruso habría de crecer y fortalecerse sin cesar, hasta convertirse en una gran potencia mundial.