La Jornada Semanal, 8 de marzo de 1998
He causado la ruina de los demás pájaros
Antes de que yo me eligiera fui señalado para el vuelo,
Ahora pienso cuánto me hubiera gustado pasar la vida en
tierra
Casi nadie es lo que su gusto pide
Compartí la cebada y el trigo,
Mientras, ellos se defendían del acoso de un monstruo marino
En realidad fue algo sangriento,
Espaldas de ángel, susurraban las muchachas
Otros al menos cantan con varios tonos y su canto se transmite
A mí lo que me sucedió es que me castigaron los
dioses,
¿Estaban entretenidos haciéndolo o lo hicieron por oficio,
indiferentes?
¿Por qué los dioses se la toman con uno y lo hacen como quieren?
Me entrenaron. Una cuerda amarrada a mi pata
Desde el puño de amos implacables
y las palomas me tienen
pavor;
he aquí por qué se dice que hay que pensar bien las
cosas.
no tuve la
oportunidad del mamífero ni del reptil
ni se me permitió escoger
el agua
en cualquiera de las tumultuosas formas que la
habitan.
recolectando los alegres frutos y compartiéndolos con los
demás,
haciendo labores con las manos,
como sacar el metal de
entre las piedras, fundirlo,
pelear con él con toda valentía y
rudeza
-las mismas que en ocasiones se usan para perpetuar una
especie-
y acabar dándole forma:
la aguzada punta de la flecha
que puede si es certera
inventar que alma y cuerpo sean dos cosas
distintas,
llenar todo lo ancho y lo largo de una simple vida
humana:
otros he visto que encuentran la irradiación de las piedras
preciosas
de un pajar, de un lodazal, de un cuerpo,
que perciben
y formulan a plenitud y en euforia cada instante
y el universo
particular de cada atisbo,
pero o no supe o me faltó la fuerza para
oponerme
y sucumbí al destino.
y a la luz de la pequeña
historia de nuestro siglo personal,
apenas es verdad lo que se da
por cierto y por sabido,
las mismas cosas vuelven a suceder sin que
uno caiga en cuenta,
cada vida puede tener las raíces puestas en
vidas que ya fueron,
con iguales fibras si se trenzan se hacen
hilos
con que se tejen telas para cubrir imágenes y cuerpos
y
cuando se arrojan en suspensión irracional
se fabrican hojas de
papel conservadoras de enigmas,
ni siquiera la distancia etérea del
vuelo es suficiente para ver
porque el aire del tiempo es
denso,
he ahí lo que los disgustó sobremanera:
que les hubiera
dado lo que ellos querían que no tuvieran,
que preferí a la gente,
que me ensoberbecí
mirándome en el espejo de mi especie,
de la
que fue mi especie.
doné ovejas y corderos,
les
regalé canastos de peces y moluscos
que muy trabajosamente aprendí
a gustar
y aun sugerí que para mayor utilidad los sazonaran
con
ciertas hierbas que les dije.
Además del cilantro y el perejil
remotos,
les propuse la albahaca fresca cuando sus hojas al simple
tacto
se extrovierten en aromas verdes,
el acuyo perfumado de
complexión lunar,
bello como una visión egipcia,
les enseñé a
utilizar el epazote y el papaloquelite
y hube de transmitirles el
secreto sencillo
de tostar previamente las hojas de aguacate
y
hacerlas luego emanar su gusto por medio de vapor.
Siempre andaba
yo haciendo esas risueñas cosas.
que
los socarrones dioses les instrumentaron para sancionarlos,
nada
que ver conmigo.
me dolió muchísimo el nacimiento
de cada una de mis plumas,
me punzaban como remordimientos en la
piel,
yo no sentía ni pude gozar su ligereza,
su parte
metafórica,
y contrario a lo que todos piensan
la primera
experiencia de volar fue desastrosa
ni siquiera en sueños me había
imaginado nunca lo terrible
que es alejarse de la tierra;
para
aquellos que conocieron el amor quizá sea más fácil entenderlo.
y sus palabras con alas
eran siempre mucho más ligeras;
por eso no discierno entre el mal y
el bien como quisiera
y apenas puedo hablar de mí entre graznidos
sordos,
esos que son el tiempo.
como
un ramo de alegría.
El gorrión es uno de ellos
cuyo trino
acuático permea los muros sólidos del desencanto,
de la impiedad,
de los amaneceres lúgubres del insomne;
puede convivir con el
jilguero sin que los afilados cuchillos
de sus cantos, montescos y
capuletos, se entrecrucen.
Yo grazno.
Yo una voz rasposa.
Yo
ruido ingrato.
El clarín o el zenzontle, piezas para mí
insignificantes,
son el opósito,
el reverso,
el antípoda de
mis desgarraduras guturales.
mortificaron mi piel, deformaron mi tamaño,
con muchas
lastimaduras crujientes mi estructura cambió
y vine a ser lo que no
era, lo que no iba a ser.
Veo mi esqueleto reconstituido y en él
están patentes
los ligeros cambios que a mí tanto me
dolieron.
¡Ya qué!
Nunca lo sabré.
¿Y qué son, qué paquete de
inconsistencias los conforma?
Son la memoria y su doblez: el
olvido.
Yo
tenía la apariencia de un hombre normal,
por lo menos cumplía con
mis obligaciones y era pacífico y pródigo,
no excedía en estatura a
nadie ni me quedaba corto
entre las filas de cualquier
formación,
me levantaba antes que los demás
después de haber
soñado cuanto era necesario en mis sueños
y era el primero en
encender el fuego cumplidor para los ritos;
tanto entre los dioses
como entre los hombres
siempre que se me necesitaba se contó
conmigo,
se referían, por supuesto, con su gracia natural y
fresca
a mi desnaturalización traviesa;
mi musculatura no
alcanzaba nunca a sostener lo que decían de mí,
yo sólo sentía
laceración, dolor pues, mucho dolor.
me enseñó el alfabeto
con que podría en adelante
nombrar los destinos posibles de
cualquier desplazamiento,
cegaron los ojos de mi instinto,
me
pusieron para cubrir todos mis sentidos una negra capucha
que sólo
me es retirada para cumplir mi cometido.
-tales son las fuerzas que me
tienen-
salto a las mayores alturas para caer en forma vertical
sobre mi presa,
lo que vuela me aterra y me da hambre
y en lo
último en que quiero pensar es en mí mismo en el vacío,
mi
elemento
desde que la metamorfosis vengadora me tornó en
cernícalo
y tuve que olvidar la risa para siempre.
Pero el
sufrir más grande, el que no tiene soborno,
es el dolor mismo del
vuelo:
lo que se rasga es uno cuando tiene que atender
asuntos
que no son de su especie.
He aquí por qué se dice que
hay que pensar bien las cosas.
Por un filo te vas
en el vacío
tan contento de ser
a sueño
puro
equilibrio y verdad
y maravilla.
Quien te ha visto y te ve
desde tan lejos
por los aires
venir
ensimismado
y al silencio después
irte liviano;
de la sombra a la luz
y tan sereno
a la sombra otra vez
como si nada
nos dejases por fin
para consuelo;
quien te ha visto ya vio
toda la magia
del estar y no estar
a la ventura
y el prodigio feliz
de la memoria.
¡Lágrimas de los ojos!
¡Llanto de ira y amor!
¡Oh, la Bohemia en
lágrimas!
¡En la sangre - España!
¡Ay, oscura montaña
Que eclipsas - toda luz!
Es tiempo - es
tiempo - es tiempo
De devolver el boleto al Creador.
Yo me rehúso - a ser.
En este caos de los inhumanos
Yo me niego
- a vivir.
Con la jauría de lobos.
Yo me rehúso - a aullar.
Junto a los tiburones de los llanos
Me
niego a navegar - torrente abajo -
Con la corriente que hacen las
espaldas.
No necesito el hueco
De los oídos, ni ojos proféticos.
A tu
insensato mundo
Una respuesta: no.
si no puedes soñar, escribe.
haz que la página sea una
sábana
bajo la que puedas reposar
mientras meditas
qué será
lo que conviene.
escribe,
la noche es una tinta magnífica
para poner las cosas en
claro.
escribe,
no hay otra forma de ordenar lo que te obsede.
escribe.
y cuando hayas terminado el catálogo de tus asuntos
y
tus apuntes te hayan devuelto la calma,
escribe para soñar,
la
escritura es el sueño de la especie.