La Jornada Semanal, 8 de marzo de 1998



UNA CARTA


Marina Tsvietáieva


La editorial Poesía y Poética publica en estos días Una dedicatoria de Marina Tsvietáieva, en versión de Selma Ancira. Ofrecemos una carta en la que la poeta rusa recupera entrañables memorias de su infancia.



Feodosia, 8 de abril de 1914.

Tercer día de Pascua.

Querido Vasili Vasílievich:*

Ahora todo es alegre, brilla el sol, sopla un viento frío. Estuve corriendo por el amplio sendero del jardín, frente a las finas acacias. El viento acariciaba mis cabellos cortos, me sentía tan ligera, tan libre...

Una vez sentada a la mesa tomé de inmediato la pluma y he aquí que todavía no sé sobre qué voy a escribirle.

- Hace un momento se me acercó Alia, con su abriguito rizado amarillo-claro - rubio -, y alzando hacia mí sus enormes ojos esplendentemente azules, me dijo: ``Adiós''; luego se quedó un momento pensativa, y con una sonrisa angelical añadió: ``hi-ho'' (el grito del burro).

- Le escribiré sobre papá. Nos quería mucho, consideraba que éramos ``talentosas, dotadas, despiertas'', pero se horrorizaba ante nuestra pereza, independencia, petulancia, amor por lo que él consideraba ``excentricidad'' (a los 16 años yo amaba a Napoleón y había puestoÊsu retrato en la urna para los iconos - ¡hubo muchas cosas por el estilo!) Asia tenía ocho años y yo 10 cuando nos fuimos al extranjero: a mamá le habían descubierto una tuberculosis en los pulmones. Vivimos en el extranjero durante tres años - mamá, Asia y yo. El primer año estuvimos todos juntos en Nervi, luego papá volvió a Rusia, Asia y yo fuimos a una pensión en Lausana, y mamá se quedó un segundo año en Nervi. Después de Lausana nosotras - mamá, Asia y yo - nos mudamos a la Selva Negra. Pasamos el verano con papá. El siguiente invierno Asia y yo lo pasamos en una pensión alemana en Friburgo, mamá vivía cerca de nosotras. En febrero reapareció la tuberculosis (había cedidoÊpor completo en Nervi), y entonces tuvo que ir a un sanatorio de la Selva Negra.

El invierno de 1905-1906 transcurrió en Yalta. Fue el último invierno de mamá. En marzo comenzaron los vómitos de sangre y la enfermedad, antes apenas perceptible, comenzó a desarrollarse cruelmente rápido. - ``Quiero volver a casa, quiero morir en Triojprudny'' (el callejón en donde estaba nuestra casa).

Mamá murió el 5 de julio de 1906, en Tarusa, en la provincia de Kaluga, en donde pasamos los veranos de toda nuestra infancia. Ella previó con claridad su muerte. - ``Ahora comienza la agonía''.

La víspera de su muerte nos dijo a Asia y a mí: ``Y pensar que cualquier tonto las verá adultas, y yo...'' Y después: ``¡Sólo lo lamento por la música y el sol!'' Tres días antes de su muerte se atormentaba terriblemente, no dormía ni un minuto.

-Mamá, tendrías que dormir un poco..

-Ya tendré tiempo de dormir en la tumba.

Mamá era hija única. Su madre, de estirpe principesca polaca, murió a los 26 años. El abuelo le dedicó su vida entera a mamá, que se había quedado huérfana siendo una niña muy pequeñita. Su infancia transcurrió entre el abuelo y la institutriz suiza. Fue una niñez reservada, fantástica, enfermiza, no-infantil, libresca. A los siete años conocía la historia y la mitología universal, deliraba con los héroes, tocaba maravillosamente bien el piano.

Casi no conocía niños, salvo a una pequeña a la que habían llevado a vivir a su casa, para que supliera la ausencia de una hermana. Pero esta niña carecía de personalidad y mamá, queriéndola mucho, de todas formas estaba sola. A su padre, Alexander Danílovich Mein, lo idolatró durante toda su vida. ƒl también la adoraba. Tras la muerte de su esposa - ni una relación, ni un encuentro que pudiera hacer que mamá se avergonzara de él cuando creciera y se enterara.

Su juventud, como su niñez, fue solitaria, enfermiza, agitada, profundamente reservada. Sus hérores: Wallenstein, Possart, Ludovico de Baviera. Un paseo en noche de luna por el lago en donde él murió. De su mano se resabaló un anillo - el agua lo recibió - esponsales con un rey difunto. Cuando Rubinstein le estrechó la mano, estuvo dos días enteros sin quitarse los guantes. Sus poetas: Heine, Goethe, Schiller, Shakespeare. - Más libros extranjeros que rusos. Repulsión - puramente femenina - por Zola y Maupassant, y en general por los románticos franceses, tan lejanos.

El espíritu de la educación era alemán. Fascinación por la música, un talento inmenso (¡jamás volveré a oir tocar así ni el piano ni la guitarra!), facilidad para los idiomas, una memoria prodigiosa, un verbo espléndido, poesías en ruso y en alemán, dedicación a la pintura.

Orgullo, que con frecuencia era tomado por sequedad, pudor, reserva, locura por la música, tristeza.

A los 12 años conoció a un joven - se llamaba Seriozha E. (no conozco el apellido, ¡las iniciales son las mismas que las de mi Seriozha!). ƒl tenía entonces unos 22 años. Juntos montaron a caballo en noches de luna. - A los 16 años ella entendió, y él también, que se amaban. Pero él estaba casado. El abuelo consideraba que el divorcio era un pecado. - ``Tú y los niños, si los tuvieran, me seguirían siendo cercanos. ƒl para mí no existe.'' Mamá amaba demasiado al abuelo y no estuvo de acuerdo en casarse en esas condiciones. Seriozha E. se fue a algún lugar lejano. Durante seis años mamá vivió de su añoranza por él. Una reverencia hecha de lejos en un concierto, dos cartas - ¡eso fue todo! - a lo largo de seis años. La tía (¡la institutriz suiza, con la cual el abuelo no tenía una relación!) adoraba a mamá, pero no pudo hacer nada.

El abuelo se obstinaba en su silencio.

A los 22 años mamá se casó con papá, con el fin manifiesto de desempeñar el papel de madre de sus hijos huérfanos: Valeria de ocho años y Andréi de un año. Papá tenía entonces 44 años.

Ella quería infinitamente a papá, pero durante lo dos primeros años la atormentaba de una manera terrible el amor todavía vivo de él por V.D. Ilováiskaia.

- Nos casamos en una tumba - escribió mamá en su diario. Sufrió mucho con Valeria, intentando amansar a aquella pequeña de ocho años, del todo ajena a su espíritu y que idolatraba a su madre muerta y repudiaba a su ``madrastra''. ¡Hubo mucho dolor! Mamá y papá eran personas absolutamente diferentes. Cada uno llevaba una herida en el corazón. Mamá tenía - la música, la poesía, la añoranza; papá - la ciencia. Sus vidas corrían paralelas, sin fundirse. Pero se querían mucho. Mamá murió a los 37 años, insatisfecha, no resignada, sin haber llamado al sacerdote, aunque no negara nada e incluso le gustaran los ritos.

Su alma torturada vive en nosotras - pero nosotras sí desvelamos lo que ella ocultaba. Su rebelión, su locura, su avidez alcanzan en nosotras el grito.

Papá nos quería mucho. Teníamos 12 y 14 años cuando murió mamá. De los 14 a los 16 yo deliraba con la revolución. A los 16 años amaba demencialmente a Napoleón I y a Napoleón II, viví todo el año aislada, sola en mi pequeña habitación, inmersa en mi vasto universo.

Pero de este periodo mejor que le cuente Asia.

Yo le escribiré sobre papá.

Murió el 30 de agosto de 1913, de una vieja enfermedad del corazón, que se había venido manifestando durante los últimos años. El último año sintió nuestro amor, antes había sufrido mucho por causa nuestra, sin saber qué hacer con nosotras. Cuando nos casamos, se preocupó por las dos. No conocía ni a Seriozha, ni a Boris. A Seriozha después le tomó cariño, convencido del deseo que éste tenía de recibir educación superior, que para papá era lo más importante.

No conoció ni a S(eriozha), ni a B(oris) como personas, no sabía en absoluto quiénes eran aquellos a quienes nosotras amábamos.

A Alia y a Andriusha los quiso mucho, se alegraba de verlos y, según nos enteramos después, a todos les hablaba de los niños. Pero los dejó de ver pequeñísimos, no cumplían un año. ¡Es una lástima!

¡Qué extraño que le esté contando estas cosas!

Yo llegué a Moscú alrededor del 15 de agosto, para alquilar la casa (de Seriozha y mía).

Papá estaba en una finca cerca de Klin, en donde había vivido todo el verano en excelentes condiciones.

Hacia el 22 nos vimos en Triojprudny, el 23 fuimos juntos a Miur - él quería regalarme algo. Elegí una manta que era de un lado café y del otro dorada. Papá estuvo extraordinariamente amable y cariñoso.

Cuando pasábamos frente a la plaza de los Teatros, reluciente de flores, de pronto se detuvo y, señalándome con la mano un conjunto de malvas, con una tristezaÊpoco habitual en él, dijo: ``¿Te acuerdas que en la dacha teníamos malvas?''

Se me encogió el corazón. Quería acompañarlo a la estación, pero él no lo consintió: ``¿Para qué? ¿Para qué? Todavía debo pasar al Museo.''

``Dios mío, ¿y si fuera esta la última vez?'' - pensé, y para no creer lo que me cruzabaÊpor la mente, fijé un día, el 29, para que Asia y yo fuéramos a verlo a la dacha.

¡Oh, Dios, se me encoge el corazón! El 27 por la noche lo trajeron de la dacha agonizante. El médico dijo que un 75% de las personas habría muerto en el trayecto. Al entrar no lo reconocí: su cara blanca, blanca, enflaquecida. Me recibió con enorme dulzura, en general siempre fue dulce y cariñoso, me preguntó por la casa, con voz sofocada me dictó una carta para un colaborador joven (conocido suyo) a quien él quería. Todo el tiempo estuvo hablando, aunque no debía pronunciar ni una sola palabra. Habló de Seriozha, de sus clases, de su salud; de Alia, de Andriusha - ``quiero ganar para cada uno de ellos 10 mil'' - habló de su enfermedad, dijo que los ``médicos habían exagerado'', y hacían planes respecto a sus futuras conferencias. Musitó algo del museo - Asia le preguntó qué había dicho - ``¡Hablo del Museo Rumiántsev, de donde me echaron!''

Vivió todavía dos días y medio. Todo el tiempo estuvo hablando de las cosas más ordinarias, nos suplicaba que fuéramos a dormir, que no nos agotáramos, se interesaba por el clima. Le conté algo sobre un castillo feudal.

``¡Ya pasó el tiempo de los castillos feudales, ahora estamos en la época de la gente que trabaja!''

Un día - ¡no, incluso menos! - antes de su muerte me preguntó: ``¿Y cómo está tuÉ esaÉ tu mantita?''

¡Oh, Dios!

El último día había perdido casi completamente la memoria. Murió a la 1 y 3/4 del día. Andréi y yo estábamos en su habitación. Se ahogaba. Su respiración se perdía exactamente por 1/3 de minuto cada minuto. Respiraba entrecortada y extrañamente fuerte: ``¡Ah! ¡Ah!''

Desde el primer momento y hasta el último no habló de la posibilidad de la muerte. Murió sin sacerdote. Por eso pensamos que en realidad no se dio cuenta de que moría: era un hombre religioso. En realidad es un misterio. Ahora ya no sabremos jamás si sintió la muerte o no.

Su final es para mí absolutamente sorprendente: un heroismo silencioso -¡tan discreto!

Dios mío, me dan tantas ganas de llorar...

Todos nosotros: Valeria, Andréi, Asia y yo estuvimos cerca de él gracias a una especie de milagro: V(aleria) por casualidad llegó del extranjero, yo por casualidad de Koktebel (a alquilar la casa), Asia por casualidad de la provincia de Vorónezh, Andréi por casualidad regresó de una cacería.

Papá en el féretro tenía un bello rostro luminoso.

Unos cuantos días antes de su enfermedad se rompieron: 1) un aparador de vidrio, 2) su farol, que siempre - ¡hacía ya 30 años! - había estado colgado en su despacho, 3) dos lámparas, 4) un vaso. Era un continuo tintinear de cristales que se rompían.

Yo todavía, sin creerlo, me consolaba pensando que aquello traería ``buena suerte''. Todo esto - antes de su enfermedad.

Bueno, termino. çmenos a Asia y a mí, nosotros lo amamos tierna, muy tiernamente. Alguien me dijo que a usted le gustaba hacer ``preguntas indiscretas''. No las haga, le responderíamos con brusquedad, habría ofensa, a todos nos dolería.

Leí su Gente de luz de luna, me es ajeno, hostil, pero en Solitario es usted es otro, querido, familiar, nuestro. Sea con nosotras así y no nos haga ``preguntas'' a las que no nos sea posible responder. Para qué? ¡Que las respondan otros! -

Nos compramos Hojas caídas. ¡Qué bueno que trae fotografías!

Le enviaremos las nuestras.

[...]

M.E.

P.D. De pronto me acaba de cruzar por la mente lo ridículo que sería enviarle en Pascua una tarjeta de visita con felicitación.

*Vasili Vasílievich Rózanov (1856-1919). Filósofo, ensayista y crítico ruso.