La Jornada 8 de marzo de 1998

Se cumple en Tila una semana de acoso de Paz y Justicia

Juan Balboa, corresponsal, zona baja del municipio de Tila, Chis., 7 de marzo Ť En esta zona habitada en parte por simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) la violencia resurgió con el mismo rostro, con el mismo nombre: Paz y Justicia.

La súbita aparición de hombres armados --unos cincuenta en la localidad de Huanal-- merodeando por las comunidades zapatistas se ha vuelto cotidiana desde hace una semana; los disparos y las ráfagas de metralleta son un eco cotidiano en la región de Miguel Alemán, y las amenazas de muerte a los habitantes de Masojá Chucjá se volvieron el pan de cada día.

``Si viene otro ataque no tenemos otra salida más que utilizar nuestra fuerza; los compañeros bases del EZLN no aguantan más agresiones'', señala Sebastián Vázquez Jiménez, uno de los veinticinco representantes de las comunidades zapatistas entrevistados.

Sintetizó así el nuevo mosaico de lo que llamó la guerra silenciosa: ``Todos los accesos a la zona --carreteras, ríos y arroyos-- están controlados por los priístas, constituidos como un cerco paramilitar; el Ejército Mexicano se apoderó de nuevas posiciones, unas siete, rodeando a la zona zapatista, entre ellas uno de los principales entronques; paralelamente, la falta de alimentos y atención médica afecta a la población, principalmente a unos cien niños que padecen de desnutrición crónica''.

En unas treinta comunidades habitadas por bases zapatistas se fortaleció la vigilancia y existen grupos especiales para dar la alerta de un ``inminente ataque'' del grupo paramilitar.

Candelario García García, otro de los representantes de Jolniextié, primera sección, expresa:

``Nosotros, las bases (de zapatistas), no queremos seguir muriendo uno a uno, tenemos que cuidarnos.''

Jolniextié, uno de los objetivos

La comunidad zapatista de Jolniextié ha sido y es uno de los principales objetivos del grupo paramilitar Paz y Justicia. Para llegar a ella se necesita viajar hacia el municipio tabasqueño de Macuspana, donde se debe transitar por una carretera de terracería que ha sido diseñada y está siendo construida por el Ejército Mexicano. Se requieren cuatro horas de caminata, tres litros de agua y la compañía de por lo menos unos veinte hombres para atravesar cinco kilómetros de territorio dominado por los miembros de Paz y Justicia.

Las operaciones que realizan los zapatistas para lograr recibir una visita son cada vez más sofisticadas. Cada persona que intenta pasar por el camino donde se ubica el puente Siete pasadas --lugar en donde fue asesinado José Tila López García-- es acompañada por un grupo de lugareños y se ponen en práctica todo tipo de medidas de seguridad para evitar ser emboscados o agredidos.

``La situación es cada vez más tensa y sigue siendo peor la cosa'', señala Pedro Pérez, uno de los cien hombres que acompañó a un grupo de cinco periodistas y representantes de organismos de derechos humanos al atravesar el puente.

López agrega: ``Paz y Justicia actúa cada vez con mayor agresividad; esto nos da la señal de que no hay esperanzas de resolver el conflicto''.

Las autoridades de Huanal, por ejemplo, confirmaron a La Jornada que en la madrugada del domingo pasado (1o. de marzo) unos 50 hombres con ``potentes armas'' aparecieron y rodearon el poblado. Mientras la comunidad se encontraba celebrando una misa, el grupo de priístas armados --integrado por habitantes de las comunidades de Panchuc y Corosil-- se mantuvo en ``posición de combate'' por espacio de más de una hora.

``Trataron de rodear la comunidad para posteriormente entrar como lo hicieron los paramilitares en Acteal, municipio de Chenalhó. Ellos mismos (los de Panchuc) dijeron que querían hacer venganza porque una persona de Huanal señaló a los asesinos de José Tila López Pérez'', precisó el representante Sebastián Vázquez Jiménez.

La semana pasada se escucharon disparos en las comunidades priístas de Miguel Alemán y Tzaquil; hubo también movilizaciones de grupos armados de Paz y Justicia en esas mismas comunidades, además de Panchuc, Masojá Grande y en el camino que conduce del poblado Emiliano Zapata a Jolniextié.

Demandan los priístas armas y aparatos de radiocomunicación

Desde hace dos años, autoridades del Partido Revolucionario Institucional de diez poblaciones del municipio de Tila solicitaron --a través de escritos oficiales-- apoyos económicos para ``vigilancia, armas, radiocomunicaciones y trajes para la defensa''.

En ese mismo lapso, la organización priísta que preside Marcos Albino Torres López realizaba gestiones ante el gobierno del estado para obtener cuantiosos apoyos económicos para ``apoyar y fomentar la actividad agroproductiva'' en las comunidades de la zona Norte de Chiapas.

Con dos oficios diferentes, los representantes de la comunidad de Jimbal, del municipio de Tila, solicitaron al presidente municipal del PRI apoyos para la adquisición de un equipo de radiocomunicación, ``porque cuando hay reuniones de la organización Democracia, Paz y Justicia no llegamos'' y porque ``en todas partes hay peligro por pertenecer al Partido Revolucionario Institucional''.


Juan Balboa, corresponsal, San Cristóbal de las Casas, Chis., 7 de marzo Ť Ante el presunto incremento del número de soldados del Ejército Mexicano en la comunidad de San Jerónimo Tulijá, en el municipio de Chilón, una nueva caravana integrada por representantes de organizaciones de derechos humanos viajó al lugar para constatar la situación que impera ahí y confirmar las nuevas posiciones castrenses

Organismos no gubernamentales informaron de su preocupación por la ``escalada de violencia'', la que está produciendo ``una mayor ingobernabilidad y violaciones a las garantías individuales en contra de los campesinos e indígenas'' que habitan en la zona de conflicto.

Tensa situación

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, el Comité de Derechos Humanos Fray Pedro Lorenzo de la Nada y Enlace Civil, entre otros, señalaron que el Ejército Mexicano ha incrementado el número de sus elementos en la comunidad San Jerónimo Tulijá, municipio de Chilón --sin precisar el número--, en donde presuntamente se apoderó desde el pasado 28 de febrero de los terrenos de la Escuela Primaria Cuauhtémoc.

Los organismos expresaron su inquietud por la tensa situación en la comunidad --ubicada a la entrada de la selva Lacandona-- causada por la presencia del Ejército Mexicano y exigieron el respeto efectivo a las regiones indígenas y el apego al estado de derecho, particularmente al artículo 129 de la Constitución Política y a la propia Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas

El Comité de Derechos Humanos Fray Pedro Lorenzo de la Nada informó que la situación se ha vuelto difícil en la comunidad San Jerónimo Tulijá, pues la población amenaza con retirar la alambrada e ingresar a la parcela escolar para trabajar en ella, a pesar de la presencia militar.

Los habitantes dieron un nuevo plazo para que los militares abandonen la Escuela Primaria Cuauhtémoc y eviten así una nueva confrontación

Por otra parte, una caravana integrada por representantes de organismos de derechos humanos, se trasladó a la comunidad para apoyar el diálogo entre los militares y los indígenas y lograr una salida pacífica al problema ``provocado por el Ejército Mexicano al apoderarse a la fuerza de los terrenos escolares'', dijeron.

En tanto, varios habitantes del poblado Monteflor, del municipio Las Margaritas, dijeron que diez unidades militares y unos 120 soldados fuertemente armados penetraron a la población y ``amenazaron'' al indígena Absalón Morales Hernández

``El general (a cargo del grupo) amenazó diciendo que sabía que (Absalón Morales Hernández) era zapatista y que su gente estaba invadiendo tierras. Además, lo exhortó a dejar esta actitud y lo conminó a comunicar a su gente que dejara de invadir el mencionado predio'', aseguraron los campesinos en su denuncia entregada en esta ciudad. Finalmente, señalaron que los soldados ``sitiaron'' el poblado durante 20 minutos.


Notimex, Madrid, 7 de marzo Ť Un nuevo indigenismo de tintes fundamentalistas se ha hecho presente entre sectores de la prensa y los intelectuales a raíz del fenómeno de Chiapas, señaló el historiador mexicano Enrique Krauze.

En un artículo publicado este sábado por el diario El País, Krauze indicó que el pensamiento indigenista tiene signos positivos, porque contrapesa el proceso de globalización y homogeneidad cultural.

Además, escribió, envía una señal de alerta sobre las condiciones de miseria y marginalidad de 10 por ciento de la población de México.

Pero junto a esto, dijo Krauze, ``se está configurando un proceso político e intelectual preocupante... la formación de una nueva ideología, en el sentido clásico del término, como un remedo de religión y una conciencia falsa de la realidad''.

Agregó: ``Se trata de una exacerbación del indigenismo, que podría llamarse neo-indigenismo (que asumen) con el ardor de una nueva fe intelectuales que en vez de servir a la verdad objetiva se han vuelto sus profetas''.

Este movimiento ha extendido sus raíces a Europa. ``La ideología neoindigenista ha logrado convertir a México en la capital mundial del lavado de conciencia'', subrayó el autor de La presidencia imperial.

En opinión del historiador, ``ahora sucede que un alemán, un italiano o un francés pueden transferir cómodamente sus culpas históricas a México, nueva meca de la discriminación, la opresión y el racismo''.

Krauze aseguró que el neoindigenismo ha elevado a grado absoluto lo que fue parcial, en el sentido de que la conquista de México fue traumática, pero la nueva ideología deja de lado la convergencia de etnias y culturas y las peculiaridades de la colonización española.

``Lo que el neoindigenismo desdeña, en el fondo, es el movimiento social de larga duración más original e importante de la historia de México: nada menos que el mestizaje'', precisó.

``Con este olvido se propaga una distorsión gigantesca que este país no merece. México tiene manchas vergonzosas en su pasado y su presente, pero en su trato hacia los indios fue más sensible o, si se quiere, menos destructivo que cualquier otro país de América'', dijo.

``El mestizaje en México es tan evidente que no se aprecia, salvo allí donde hizo falta: en Yucatán, escenario de la guerra de castas durante el siglo pasado, o en Chiapas, que ha sufrido levantamientos de origen étnico cada fin de siglo desde el XVII'', afirmó.

Los neoindigenistas, explicó, desestiman el valor de cohesión que el mestizaje ha tenido en la historia de México ``y sueñan con una vuelta al ilusorio edén de colectividad culturales y étnicas detenidas en el tiempo, amuralladas en el espacio''.

Los indígenas, dijo, ``tienen pleno derecho a reclamar la autonomía, pero en sus municipios deben garantizar la posibilidad individual de disentir, de cambiar, de escapar''.

Los nuevos profetas, continuó Krauze, parecen más inclinados a favorecer su utopía que a imaginar el funcionamiento de unidades viables que logren conciliar el mapa político contemporáneo de México con los malas tradicionales.

``Esta conciliación debe instrumentarse con suma cautela si no se quiere crear una, dos, tres, mil matanzas como la de Chenalhó'', advirtió.

El neoindigenismo, señaló, con su alianza entre la izquierda huérfana de ideología y la teología de la liberación, ``corre el riesgo de legitimar una especie de fundamentalismo que no sólo alimentará las tensiones étnicas en México, sino que las inducirá, las creará de hecho, allí donde no existían''.

Lo peor de todo, concluyó, es que esto ``arrojará aún mayor confusión sobre el verdadero, el lacerante problema de México, que no es étnico, sino social y económico: la pobreza, esa condición que no respeta las diferencias de raza ni se explica mayormente por ellas, y menos aún se combate enardeciéndolas''.