Julio Moguel
La guerra de fin de siglo

``El EZLN se autoexcluyó de la solución en Chiapas''

Francisco Labastida Ochoa

1. El fusil que hoy apunta hacia la selva de Chiapas no tiene sólo un destinatario local, específico e identificable bajo determinadas siglas, como las del EZLN o la Conai. El sofisticado instrumento de guerra ha sido construido para matar varios pájaros de un tiro, en el marco de una guerra de baja intensidad que en forma abierta o sigilosa se ha extendido ya por diversas áreas vitales de nuestro cuerpo social. Sobre ello dice el subcomandante Marcos: ``El bestiario del Poder ha convertido a Chiapas en una guerra por la nación...'' (``La Mesa de San Andrés: entre los olvidos de arriba y la memoria de abajo'', en La Jornada, 28 de febrero de 1998).

2. El nuevo camino, delineado desde los mandos supremos del país, se enfila sin muchos vericuetos hacia el proceso electoral del ya próximo 2000, concebido por algunos como el ``momento clímax de la resurrección secular del priísmo'' (Manuel Bartlett), y por otros como el punto de llegada de un aséptico proceso de transición hacia la instauración de un ``régimen de alternancia'' entre el Partido de Acción Nacional y el partido de gobierno (la derecha, pues).

3. En cualquiera de los dos casos o vías referidos no caben zapatismos ni cardenismos; no hay lugar para el perredismo ni para aquellas fuerzas populares y de la sociedad civil que pretenden construir formas nuevas de organización política y social desde trincheras y casamatas no necesariamente partidarias.

4. La actual ofensiva gubernamental contra el EZLN y las organizaciones indias no está desligada, por ello, de otra que cada día que pasa muestra sus perfiles más nítidos: la que, orquestada desde televisión Azteca, la Secretaría de Gobernación y el Poder Ejecutivo, se dirige contra el gobierno democrático de Cárdenas y contra el perredismo. No es una casualidad que las horas de mayor violencia política y simbólica contra el zapatismo y el movimiento indígena nacional sean precisamente las que cierran el ciclo de los primeros ``100 días de gobierno'' capitalino.

5. De cara a los procesos electorales en puerta, y a los que siguen para el año 2000, las acciones contra el movimiento democrático nacional se llevan a cabo para minar los campos ideológicos y políticos ``del oponente'', pero a la vez para sellar con broche de oro la santa alianza entre los dinos y los renos del priísmo, así como entre éstos y la derecha organizada en el panismo. Los sueños y la propuesta estratégica de este nuevo bloque de fuerzas fueron tejidos trabajosamente y no sin algunos éxitos relevantes durante los años del régimen salinista. Pero sufrieron un serio tropiezo con el despertar zapatista del 1o. de enero de 1994 y con la insurrección cívica y los triunfos políticos del cardenismo en 1997.

6. Al cuarto para las doce este bloque de fuerzas se recupera y pega: sin inhibiciones ideológicas y desesperado por vencer a la memoria desde el ``olvido de los de arriba'', lanza desaforado sus gritos de un ``ya ¡basta!'' (Labastida dixit) que es más señal de combate que de intenciones de concordia y de reconciliación política.

7. La restauración salinista, con o sin Salinas: tal es el sueño de los actuales gobernantes, huérfanos hoy de liderazgo. Y es por ello que apuntan de nuevo el fusil hacia el sureste, con un dedo bien puesto en el gatillo.