Hace un par de semanas, en este espacio, di noticia de una estupenda sesión de música persa con el Sexteto Hallaj, llegado directamente de Teherán. Y comenté que lo más atractivo de ese recital fue la presencia, como ancla sonora, del santur, especie de salterio que se toca con pequeños mazos y que tiene capacidades expresivas insospechadamente complejas. Mencioné otros instrumentos de la misma familia, pertenecientes a otras culturas, y como por arte de sincronicidad, dos días después de la música persa apareció en esta ciudad, por primera vez, el equivalente del santur en la cultura tradicional finlandesa.
Esto ocurrió en el Museo Nacional de Arte (Munal), donde actuó con éxito una pequeña orquesta formada por una decena de niñas y jovencitas de Finlandia (más su directora) que ejecutan el instrumento nacional finés: el kantele. Así, fue interesante ver ese instrumento de cerca, no sólo por su parentesco con la familia del salterio, sino porque pese a la posición horizontal del kantele y su especial técnica de ejecución, tiene un parentesco más que incidental con el arpa.
El kantele tiene 48 cuerdas, número parecido al de las cuerdas de un arpa de concierto; tiene, además, siete palancas que sirven para subir o bajar un semitono las cuerdas asociadas con cada nota de la escala para hacer que el instrumento sea cromático, función idéntica a la de los siete pedales del arpa; además, se toca a dedo limpio, sin plectros o mazos, es decir, igual que el arpa. Para algunas de las piezas interpretadas esa noche, las niñas finlandesas utilizaron una versión más sencilla del instrumento, el kantele de cinco cuerdas, que puede ser afinado en distintas escalas.
El repertorio de este recital fue amplio y variado: Weber, Mozart y el indispensable Sibelius en la parte de música de concierto; y numerosas piezas populares y folclóricas finlandesas. Entre estas, resultaron destacadas las que se deben a Martti Pokela, quien probablemente sea el mayor virtuoso contemporáneo del kantele. Y para completar un panorama musical finlandés, algo de tango, porque ha de saber usted, lector, que en Finlandia hay una pasión arrebatada por el tango, no sólo por el tango argentino, sino por un estilo de tango que ya es finlandés.
Una característica importante del recital de kantele fue el hecho de que la Orquesta Kenpiiat (Las niñas del cucú) privilegia más el trabajo de ensamble que el protagonismo de los solistas. Hacer una correlación entre las edades de las jóvenes intérpretes del kantele en este grupo (13 a 20 años) y la calidad y disciplina de sus interpretaciones, permite comprender las enormes distancias que hay entre los planes de educación musical infantil de un país como Finlandia y la dispersión anárquica y anticuada con la que estos asuntos se abordan en México. Y como en el caso de la abundante asistencia al recital de música iraní en el CNA, el Munal vio llena su pequeña sala de conciertos con un público muy interesado y abierto a dejarse sorprender, y con una comprensible e irrefrenable curiosidad por poner las manos sobre las cuerdas de los kanteles.
Terminado este fresco y novedoso concierto, mientras caminaba por el Centro Histórico, especulaba sobre lo lindo que hubiera sido que estas niñas finlandesas y sus kanteles se hubieran encontrado con Roya Hallaj y su santur, para intercambiar músicas, preguntas, curiosidades y asombros; quizá lo más difícil de este hipotético encuentro hubiera sido hallar un intérprete del finlandés al farsi y viceversa. Me fui muy contento con mi ``brillante idea'' y una semana después me encontré con que a alguien más se le había ocurrido algo similar.
Después de breve gira, las jóvenes finlandesas volvieron a la ciudad y ofrecieron un recital similar en la embajada de Finlandia, al que alguien tuvo el buen tino de invitar al Dúo Yolocuícatl, en el que Ricardo Flores toca estupendamente el salterio, acompañado por Miguel Bravo en la guitarra. No puedo decir de quién fueron los ojos y los oídos más abiertos: de Flores ante los kanteles o de las niñas del cucú ante el salterio. Este tipo de conexiones sonoras en las que se pueden explorar los infinitos vasos comunicantes de la música mediante tiempos, espacios, culturas e idiomas, son lo que le da sabor al caldo. Sería maravilloso que estos encuentros ocurrieran con más frecuencia: todos saldríamos ganando.
Por lo pronto, y para atizar más este sabroso fuego de músicas del mundo, por estos días hay en la ciudad algunos recitales de música clásica de la India. Buen provecho.