La economía es el arte de aprovechar al máximo la vida. G. Bernard Shaw
Vientos anormales y exceso de sequedad, asociados al tan traído fenómeno mundial de El Niño, son las razones atribuidas de la excesiva tasa de incendios forestales en lo que va del año en todo el país. Por esa misma razón, las autoridades advierten que en los próximos meses crecerán aún más. Tal parece que a toda la sociedad sólo le queda resignarse y aceptar pasivamente que continúe la reducción de este importante recurso natural y económico.
Detrás de estas razones climáticas, sin embargo, se deben encontrar otras de muy diverso tipo, entre las cuales las economías son importantes, y que podrían dar cuenta para contravenir de manera sustancial a las de origen estrictamente natural y, más aún, a las provocadas deliberadamente.
De acuerdo con la teoría económica tradicional, los bienes son aquellos objetos que generan satisfacción a sus dueños o usuarios, por lo que tienen un precio, y los males los que le generan una insatisfacción, por lo que tienen un costo. El precio y el costo representan, finalmente, la magnitud del valor de cada uno.
Los bosques de México son un buen ejemplo de las dos posibilidades a la vez. Son un bien público, en la medida que representan una riqueza biológica para toda la nación, así como una importante fuente de ingresos para sus habitantes. Ahora se habla de que la trascendencia de los recursos bióticos son de índole e interés mundial por su incidencia en la sustentabilidad del planeta, ya no sólo de los países o de las personas en lo individual.
Cuando vemos que en un solo día se reportan más de 50 incendios forestales en todo el país o tan sólo en unas cuantas regiones, o cuando inician por las noches, difícilmente podríamos pensar que se trata de fenómenos naturales atribuibles a un calor excesivo. Debemos sospechar que se trata de actos propiciados en su mayor parte por sus mismos habitantes, aunque otra parte de ellos --es justo decirlo-- se encargue de apagarlos.
Resulta muy claro que para los segundos, el bosque representa un bien en los términos ya referidos, pero, ¿qué es lo que incentiva la conducta de los primeros? Es muy probable que el valor económico que éstos le asignan es muy bajo o incluso negativo, quizás en razón de que al carecer de las posibilidades de realizar su explotación racional, su permanencia o su cuidado --ya no digamos su crecimiento-- les impide realizar otras actividades económicas que sí les son rentables, tales como el pastoreo o la agricultura, aunque les reporte muy bajos rendimientos por el cambio del uso del suelo.
De ser así, se trata finalmente de una elección racional y económicamente lógica. Lo ilógico para ellos es que la voluntad nacional en las condiciones actuales, no les permita o incluso penalice su conducta.
Habría que hacer múltiples análisis estadísticos que, entre otras cosas, correlacionen tipo de propiedad, rentabilidad económica del uso del suelo en los términos actuales, número y magnitud de los siniestros y nivel de bienestar de los habitantes de los territorios boscosos de nuestro país. Tal vez ello daría explicaciones más satisfactorias y convincentes de lo que realmente está pasando. Sólo entonces se tendrían elementos más eficientes no sólo para evitar los incendios, sino para estimular, y sólo entonces incrementar el acervo y la actividad silvícola del país.