La Jornada 7 de marzo de 1998

Acabó el reinado de El Papirín en el cártel de las drogas de Tepito

Humberto Ortiz Moreno Ť Con su dualidad personal, El Papirín era tan temido como querido en el barrio de Tepito. Considerado uno de los principales jefes del cártel de las drogas en la zona, lo mismo mandaba ejecutar a miembros de bandas rivales que, en arranques de filantropía, repartía dinero entre vecinos de la zona que lo protegían cuando agentes judiciales le pisaban los talones.

Ducho en el ``arte'' de burlar a la justicia y las leyes, Fidel Camarillo Salas llegó incluso, según informantes, a comprar boletos de lotería premiados ofreciendo a los afortunados cubrir no sólo el monto ganado, sino además un ``extra'' y sin tener que cumplir con Hacienda, a fin de lavar el dinero producto de sus ilícitos.

El creció y construyó, al amparo de su hermano Mario, quien es considerado uno de los mayores introductores de mercancía ilegal al país y lo contactó con agentes federales, un grupo delictivo que no sólo hacía transacciones con objetos robados, sino que comercializaba --revelan las averiguaciones del caso-- de 100 a 200 kilos de cocaína comprada directamente a sus contactos colombianos, a través de redes de graperos en diversos puntos de la ciudad.

Siempre, dicen, se hacía acompañar de los sudamericanos, como una prueba de su fuerza delictiva. Era, además, socio de la discoteca La Montaña, ubicada en el sur de la ciudad.

Su poderío económico y criminal, alimentado por su habilidad para el negocio, tuvo siempre un elemento básico: la protección de policías judiciales, especialmente de la PJF.

``No habría papirines ni ningún otro criminal de este tipo sin la protección de autoridades'', afirman fuentes ligadas a una investigación que implicó tiempo, recursos y obstáculos, pero que culminó con la aprehensión de Camarillo Salas, el pasado 2 de marzo, en las calles de Mecánicos y Mineros, colonia Morelos, que era el centro de sus operaciones.

Violento, frío, calculador, hábil, escurridizo. Así es El Papirín, hoy finalmente encarcelado y procesado en el Reclusorio Oriente. Es presunto responsable de dos homicidios. Pero los encargados de las pesquisas presumen que es autor, tanto intelectual como material, de otras ejecuciones vinculadas al tráfico de drogas en Tepito.

En las indagatorias para identificar a las cabezas que mueven el crimen organizado en Tepito, considerado éste el foco de corrupción y delincuencia más importante de la ciudad, siempre surgió la figura de El Papirín y también la de su lugarteniente, El Oscar, hoy también preso.

Fue El Oscar quien propició, involuntariamente, la captura de su socio. Lo aprehendieron en flagrancia. Pero en ese momento hubo una fuga de información que perjudicó las investigaciones y reveló que El Papirín también tenía relaciones con algunos representantes de medios de información, señalan los investigadores.

El criminal se espantó, fue obligado a moverse y huyó del Distrito Federal. Se escondió en Guadalajara y luego cruzó la frontera hasta ser detectado en la ciudad de Nueva York. Salió del país con nombre falso y probablemente ayudado por un pollero, de acuerdo con informes checados en la aduana estadunidense, donde nunca fue registrado.

Ya asimiladas las ``cualidades'' del hampón para darse a la fuga, la Procuraduría capitalina integró un grupo especial para capturar a El Papirín. Tras varias semanas fuera de México, el peligroso delincuente regresó a su centro de operaciones. Intentó hacerse cirugía facial para quitarse una cicatriz que lo delataba. Mas no alcanzó el tiempo para hacerlo; después fue detenido.

La competencia por los mercados de drogas había crecido tanto que el criminal tenía que retornar al mando de sus negocios. Fue entonces que la violencia estalló en Tepito. Y El Papirín fue relacionado, en todo momento, con las ejecuciones de narcotraficantes rivales.

Los grupos de narcos en embrión, que querían tomar parte en el mercado, le disputaban el espacio a El Papirín. Pero sus relaciones con los colombianos, ``que no se fabrican en un día ni en tres'', siempre le apoyaron para ser uno de los principales jefes del cártel de Tepito''.

Con la detención de Camarillo Salas se rompe el vínculo del narcotráfico con la adquisición de mercancía robada y su efecto en la incidencia de delitos patrimoniales, actividad que el delincuente había prohijado en la zona.

Solamente quedan sus graperos con escasa capacidad de compra, a la deriva sin el poder del líder y acechados por las bandas enemigas que envidiaban a El Papirín y a diario buscaron retirarlo del negocio.

El patrimonio del criminal permanece intacto. Por disfuncionalidad de las leyes, sus bienes son intocables, de momento. No obstante, basadas en una averiguación previa pendiente, las autoridades buscan asegurárselos.

Los investigadores saben que aún con el capo preso, sigue la lucha por los territorios y los cotos de poder. Proveedores y distribuidores de mercancías ilícitas se pelean por el mercado.

La captura de El Papirín ha hecho que la Procuraduría General de Justicia del DF abra las investigaciones ``hacia abajo y hacia los lados'' del entramado delictivo que había erigido el delincuente.

Y es que, presumen los encargados de las pesquisas, el cártel de Tepito'' no acaba con su aprehensión, porque hay indicios de que siguen dándose actos de protección de agentes federales que, irremediablemente, ``producirán otros papirines...''.