La Jornada viernes 6 de marzo de 1998

Pablo Gómez
Encrucijada

El país, en verdad, se encuentra en una encrucijada. La crisis del poder no es un instrumento de retórica oposicionista sino una sucesión de hechos que guardan completa coherencia entre sí. El poder no puede y, cada día, más mexicanos ya no quieren. El discurso de Zedillo en el PRI lo refleja de cuerpo entero.

¿De qué serviría que el EZLN se sentara a la mesa de negociaciones si no existen asomos de arreglo? ¿De qué servirá que el Presidente envíe un proyecto de reformas constitucionales en materia de derechos de los pueblos indios si, con éste, no se avanza en la conquista de un arreglo pacífico en Chiapas?

Pero también, ¿de qué sirve que el secretario de Gobernación proclame en un discurso que se abrirá un nuevo episodio de la reforma del Estado si, después, no emprende el menor paso? ¿De qué serviría que los partidos de oposición asumieran una actitud de colaboración con el poder Ejecutivo si éste no plantea absolutamente ninguna propuesta política? ¿De qué puede servir que se asuma, por parte de una o varias oposiciones, la responsabilidad de procurar la estabilidad de la economía si el gobierno prepara con sus actos una nueva inestabilidad? ¿De qué ha servido que el PAN haya votado en la Cámara el Presupuesto, si el Presidente sigue ejerciéndolo con total discrecionalidad?

No se pueden hacer pactos o acuerdos con el gobierno que sirvan para algo. El Presidente convoca a formular una ``política económica de Estado'', pero no propone nada concreto; su discurso queda en el vacío. El gobierno declara un día que no promoverá una iniciativa constitucional sin el acuerdo con los rebeldes, y poco después afirma lo contrario. El secretario Labastida afirma que se creará una ``mesa central'' para la reforma política, pero ésta no está en la agenda oficial.

La encrucijada consiste en mantener por mucho más tiempo la crisis de un poder que cada día puede menos entrar en un terreno de composiciones políticas alrededor de cuestiones claves del desarrollo nacional. Sin embargo, la falta de acuerdos entre la oposición se ha convertido en un factor que ayuda a postergar la solución de aquella crisis.

Mientras Acción Nacional siga más preocupado en rebatir al PRD --y de vez en cuando también a los rebeldes chiapanecos-- que en presentar propuestas de acción política, el gobierno priísta seguirá jugando con engañosos acuerdos inservibles.

Así, por ejemplo, impulsar una reforma constitucional en materia de derechos indígenas, para ganar una supuesta carrera al EZLN, no tendrá más que desastrosas consecuencias. O, por otro lado, dejar que el Presidente maneje a solas la deuda oculta de los rescates financieros sin asumir --por todos-- el elevado costo que implica su pago, significa secar las finanzas públicas y apresurar una nueva crisis económica.

La relación PAN-PRD carece de consistencia en este momento, y de ello se aprovecha el gobierno para mantener ciertas apariencias.

Hacia fines de agosto del año pasado parecía que ya toda la oposición se había dado cuenta de que dar oxígeno al viejo poder significaba desprestigio ante el pueblo. Pero ahora parece que el PAN prefiere seguir con las vanas promesas del Ejecutivo que emprender una acción política propia, más desplegada y en la búsqueda del concierto con todas las fuerzas políticas interesadas en los cambios democráticos.

En realidad, no son de esperarse respuestas del poder a la situación política y económica del país. Pero neutralizar a las oposiciones resulta inexplicable. Los protagonistas de la encrucijada no son los gobernantes, sino los opositores. Nunca se produjo ninguna transición a la democracia sin que las fuerzas partidarias del cambio concertaran su acción, aunque siguieran luchando entre ellas. México no podrá ser la excepción, a menos de que algunas de esas oposiciones se inscriban en el bando de la conservación del viejo poder y las restantes adquieran la fuerza necesaria para lograr el cambio. ¿Será esto lo que debe ocurrir en México? La pregunta es demasiado arriesgada: el PAN y el PRD deberían formular un pacto político para salir de la encrucijada.