Desde el México norteño, solidaridad plena a Bellinghausen y Payán, y con ellos, a todos los jornaleros.
La tierra de Pancho Villa parece haberse convertido en el ``Valle de los Dinosaurios''. Se vislumbra muy difícil que las fuerzas democráticas puedan romper con la hegemonía del PRI y revertir la grave situación por la que atraviesan sus habitantes.
Primer lugar en superficie forestal arbolada, Durango es poseedor de una estadística que causa rabia y nostalgia: después de la capital del estado y Gómez Palacio, es Chicago, la urbe norteamericana, la ciudad con más duranguenses.
La orientación política y la capacidad de los gobernantes duranguenses, carentes, además, de una necesaria vocación de servicio orilló a la emigración a cientos de miles.
Sólo hasta mediados de los 80 el régimen aceptó satisfacer una demanda añeja de los priístas de Durango: que el gobernador fuera un político ``local''. Treinta años habían transcurrido con gobernantes totalmente ajenos a la entidad. Se pensaba que siendo hombres con ``arraigo'' podrían ser mejores.
Así, cuando en 1986 José Ramírez Gamero fue ungido como candidato, una parte de la sociedad abrigó esperanzas en el mejoramiento del ejercicio en el poder. Poco duró el gusto. Hijo del cacique cetemista Antonio Ramírez, y ahijado de Fidel Velázquez, fortaleció como nunca al núcleo familiar y sumió al estado en una crisis sin precedente. ``Ya no sabemos cuáles son peores'', fue la conseja popular.
Ligado circunstancialmente al presidente Salinas, Maximiliano Silerio, a la sazón dirigente nacional de la CNC, apoyó sin reservas las modificaciones al artículo 27 constitucional. El pago fue, en 1992, la larga y ansiosamente perseguida candidatura al gobierno del estado.
Su obra gubernamental, y con ella la de sus antecesores, causa escalofríos, La Jornada lo ilustró excelentemente: 65 por ciento de los asalariados ganan entre 20 y 50 pesos diarios; de 300 jóvenes que egresan del Tecnológico, sólo 15 o 20 encontrarán trabajo en Durango; cayó 70 por ciento la producción de frijol, maíz, trigo y alfalfa, y la ganadería que exportó, en promedio, 15 millones de dólares por año entre 1991 y 1993, en 1997 sólo exportó cinco.
No es todo, culmina su administración bajo fuertes sospechas de malos manejos financieros y como orgulloso propietario de varios ranchos, uno de ellos con un hato de más de mil cabezas. Ganadero próspero enmedio de la crisis más profunda de la ganadería local.
Bajo la sombra de los gobernadores ``extranjeros'', los priístas duranguenses se constituyeron en los imprescindibles ``cuadros medios'' que se disputaban diputaciones, alcaldías y los puestos en el gabinete estatal. De ese tronco común emergieron Ramírez Gamero, Silerio, Sergio Guerrero Mier (el ahora candidato priísta) y Máximo Gámiz Parral, ex alcalde capitalino, quien recientemente renunciara al PRI y que pretende la postulación perredista.
En ese entorno el PAN adquirió fuerza, hasta que los hermanos Salinas impulsaron al entonces Comité de Defensa Popular, transformado en 1991 en PT, y que al conjuro presidencial se desarrolló hasta obtener el triunfo en el municipio de Durango. Gonzalo Yáñez, el primer alcalde del PT, diputado federal de mayoría, es ahora el candidato a gobernador y encabeza a este partido, cuya línea política en nada se asemeja a su pasado de lucha popular y compromiso con los marginados.
``Con Colosio nos la jugamos los duranguenses'', gritó a voz en cuello Gonzalo, en una visita del entonces poderosísimo titular de la Sedue.
Dirigentes de muchos años en diversas funciones y tareas partidistas, Ramírez, Silerio y Guerrero Mier controlan con los peores métodos a todo un estado, frente a una oposición incapaz de articular un frente común.
Queda como posibilidad remota Máximo Gámiz. Cercano a Manuel Camacho, no exhibe antecedentes democráticos que abriguen esperanzas en el empobrecido pueblo de Durango, que se la vive pensando en las lejanas tierras californianas o los gélidos rascacielos de Chicago, porque allá radica media familia.
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