La Jornada jueves 5 de marzo de 1998

Adolfo Sánchez Rebolledo
Xenófobos y eclesiásticos

La oleada xenofóbica desatada por algunos sepulcros blanqueados desde hace varias semanas, nos ha puesto al borde de un pantano que estimula, con su olor a podrido (no como las manzanas de Schiller), otros pequeños linchamientos morales, excomuniones y sectarismos en variados ámbitos de la vida pública.

Veamos un solo asunto.

Un día, al cura de Chenalhó se le castiga --debido a ciertas opiniones políticas imprudentes-- con la expulsión del país, no obstante haber pasado su vida de adulto en Chiapas, trabajando entre indígenas tzotziles, a ciencia, paciencia y con pleno conocimiento de las autoridades civiles que, hoy sabemos, observaban sus movimientos mientras retenían, ladinamente, los papeles oficiales que le hubieran permitido residir legalmente en el país.

Las afirmaciones políticas del párroco, que en otro momento hubiesen motivado, si acaso, una reconvención privada de Gobernación (Ituarte dixit), sirvieron de pretexto para su expulsión legal del territorio nacional, pero también le dieron nuevo vigor, cuerpo, nombre y apellidos a la hipótesis, tácita o explícita, de que tras el levantamiento armado zapatista está una conspiración extranjera y clerical pretendiendo apoderarse del país, al estilo insuperable de la guerra fría.

Pero ya no estamos en los años 50 y 60, cuando a toda protesta social el gobierno respondía con la ``prueba'' fabricada de la intromisión foránea y no quedaba más remedio que el silencio. Hoy, en cambio, la sociedad exige que la autoridad fundamente y explique sus decisiones, sin menoscabo del cumplimiento de sus responsabilidades ante la ley, misma que también tendría que ser revisada honestamente a la luz de la situación presente.

En este punto no hay alternativa: si el gobierno dispusiera de evidencias sobre tal conspiración, entonces lo que sigue no es enviar un ``mensaje'' a don Samuel, la expulsión de Chanteau, sino una reconsideración completa del problema tal y como se presenta en la llamada zona de conflicto. La sacudida xenofóbica obedece a una lógica distinta; pretende corregir, tardía y torpemente, un aspecto sensible del conflicto como podría ser su eventual internacionalización, dándole así al mismo tiempo una satisfacción ``moral'' a los sectores conservadores de la sociedad que están desilusionados por la ``debilidad'' del gobierno para poner punto final al levantamiento.

Por eso mismo, la expulsión del cura Chanteau no puede considerarse un simple expediente de Migración. En realidad remite a un tema que está en el fondo y realmente es importante: la actuación de la Iglesia católica (pero no sólo de ella) en el conflicto chiapaneco.

Como en tantos otros asuntos, en éste el gobierno prefiere mantener sus posiciones bajo una cierta penumbra, cuando lo mejor sería hablar abierta y francamente de ello, sin recaer en los viejos eufemismos de la época anterior.

Resulta transparente que la presencia de la Diócesis de San Cristóbal es crucial para hallar una solución pacífica al conflicto. A querer o no, es una parte activa, un protagonista importante en la evolución de los acontecimientos, no un simple testigo, y así debe reconocerse explícitamente. Su influencia es decisiva, sin duda alguna. Tanto que su papel se da por descontado a favor o en contra, aunque poco sepamos sobre el quehacer de los curas que están sometidos a las presiones diarias de la confrontación en las comunidades. Sean nacionales o extranjeros, ¿pueden sustraerse a la política?

La campaña xenofóbica, así como la torpe decisión de expulsar a Chanteau envía, si cabe la expresión, un mensaje de aliento a los duros del Estado y una advertencia ominosa a todos los protagonistas, incluyendo a los sectores más dialoguistas del gobierno y el Congreso. Es obvio que tales acciones tratan inútilmente de fijar límites infranqueables a fenómenos que por su naturaleza son inevitables: la globalización de la información, la expansión universal de las ONG, en fin, la dimensión internacional de la actuación de la Iglesia, que en líneas generales corresponden a la mundialización del capital y sus agencias. ¿Puede alguien sorprenderse de que los temas chiapanecos sean la única noticia mexicana recurrente en la prensa extranjera?