Los Legionarios de Cristo, Provida y varios conspicuos miembros de la clase política están de plácemes por la designación que hizo Juan Pablo II de Norberto Rivera Carrera como nuevo cardenal de la Iglesia católica. De las dos primeras organizaciones puede considerarse como normal su regocijo. Lo nuevo fue que para presenciar la investidura del capelo cardenalicio viajaron hasta Roma varios políticos que, en nuestra opinión, cayeron en exageraciones y errores.
Rivera Carrera llegó al cardenalato por, parafraseando a don Daniel Cosío Villegas, su estilo personal de pastorear. El joven clérigo, en los parámetros de quienes integran la cúpula eclesial vaticana, responde al perfil de sacerdote impulsado por Karol Wojtyla desde que fue proclamado Papa el 16 de octubre de 1978. A partir de entonces desde el Vaticano se ha privilegiado una línea de ataque contra la modernidad y sus derivados culturales. En esta tarea, Juan Pablo II es considerado por estudiosos del catolicismo (Emile Poulat, Hans Küng, entre otros) como un cruzado que busca restablecer el dominio ideológico de Roma sobre lo que allá denominan hedonismo occidental. Para lograrlo, y acorde a la tradición eclesiológica romana, el Papa ha seguido el modelo contantiniano: conquistar espacio e influencia arriba (en las esferas del poder), en lugar de ganarse la voluntad de los ciudadanos en la arena pública, por medio de persuadirlos de que las propuestas éticas de la Iglesia católica son mejores que otras.
Al nombramiento de Norberto Rivera asistieron dos senadores priístas (Esteban Moctezuma Barragán y Elba Esther Gordillo), el gobernador de Durango (de donde es oriundo el ahora cardenal), Maximiliano Silerio Esparza, el panista Jesús María Elizondo, alcalde de Monterrey. A decir del presidente de la Comisión de Comunicación Social del Episcopado Mexicano y obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, en la nutrida delegación de mexicanos --medio millar-- que viajó a Roma, también iba gente del PRD (La Jornada, 26 de febrero). Nuestra Constitución garantiza la libertad de credos, y en ese sentido los políticos mencionados tienen todo el derecho de practicar el culto que les plazca. El problema es cuando se usa la investidura que da un destacado puesto público para acceder a círculos religiosos restringidos (como formar parte del selecto grupo que saludó personalmente a Juan Pablo II), y además se hace ostentación de ese privilegio para hacer manifestaciones grandilocuentes de fe. Este fue el caso de Moctezuma Barragán, quien se arrodilló ante el Papa y solícito le besó la mano. ¿Era necesario un acto de esa naturaleza? Sobre todo si tenemos en cuenta que el senador es uno de los que suenan como candidato presidencial del PRI para las elecciones del año 2000.
Elba Esther Gordillo, además de viajar al Vaticano, escribió en estas mismas páginas un artículo (Un nuevo cardenal para México, 23 de febrero), en el cual dejó plasmadas afirmaciones que contradicen su historial de defensora del laicismo en la educación pública. Para la ex lideresa nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, y actual dirigenta del sector popular del PRI, Rivera Carrera es ``un humanista y un evangélico profundo y comprometido''. La maestra sostiene que la Iglesia católica ``...ha contribuido a mantener la unidad nacional y su entereza; a no caer, como dijera Brecht en los callejones sin salida que producen las revoluciones''. ¿De qué unidad está hablando? ¿Del largo periodo colonial que hizo de lo que hoy es México una sociedad oscurantista, con la Inquisición como juez supremo? ¿Acaso de la unidad dependiente de España que defendió el alto clero contra el movimiento encabezado por los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos, sobre quienes aún pesa la pena de excomunión? ¿O se referirá a la encarnizada oposición de la Iglesia católica a la gesta descolonizadora de los liberales mexicanos, con Juárez como líder? ¿Y qué decir de la férrea oposición clerical, con todo el apoyo de Roma, a la Constitución de 1917 nacida de un movimiento popular? Gordillo no ignora que hace dos meses el órgano informativo del Arzobispado de México, Desde la Fe, se lanzó contra el ``laicismo ateo'' que ``no es de origen mexicano, ni va con la identidad ni con la idiosincrasia del pueblo'' mexicano.
A la recepción que la embajada mexicana ofreció en honor de Norberto Rivera, asistieron además de los senadores citados y muchas otras personalidades, Silerio Esparza que en Durango enfrenta sospechas de enriquecimiento inexplicable, y Jesús Elizondo quien pretendió que su peregrinación romana fuera cubierta con fondos públicos. Unánimes levantaron su copa congratulándose por haber estado en primera fila para presenciar algo muy parecido al inicio de una campaña política.